Contra las mamarrachadas con los platos
Pizarras, frascos, lienzos... Cuando los restauradores se ponen creativos con las vajillas, pasan cosas incre¨ªbles e irritantes en la mesa. En serio, ?qu¨¦ tiene de malo un simple plato redondo?
Recuerdo con cari?o un viaje a Par¨ªs. Mi se?ora y yo nos aloj¨¢bamos en la buhardilla de la orilla izquierda del Sena. Era una calle estrecha y tumultuosa y en el mismo edificio hab¨ªa un restaurante griego. Podr¨ªa haber sido id¨ªlico dormir ah¨ª si no fuera por el vocifer¨ªo de los turistas y porque un empleado del restaurante se dedicaba a romper platos sobre los adoquines mientras gritaba algo incomprensible para los que no sabemos griego. Era una especie de cebo, supusimos, para turistas. En cualquier caso, el ruido era triple: la fractura de los platos, la interjecci¨®n griega y, unas horas m¨¢s tarde, cuando parec¨ªa que todo hab¨ªa terminado, el tintineo de los fragmentos de loza que recog¨ªan los barrenderos. Pernoctar fue una tragedia griega, podr¨ªamos decir, que no nos dej¨® ver el bosque.
El bosque: La perspectiva del tiempo me ha hecho pensar que el mostachudo heleno que se desquitaba con la porcelana advert¨ªa a la humanidad de lo que se nos ven¨ªa encima en el mundo de la restauraci¨®n: la progresiva y silenciosa ¨Cexcepto en su caso¨C desaparici¨®n el plato redondo y blanco.
Todo empez¨®, dir¨ªa, que a mediados de los 90. En los restaurantes de las grandes ciudades espa?olas empezaron a aparecer rect¨¢ngulos de pizarra donde se emplataban creaciones culinarias. Fue la idea de una mente enferma. Esas pizarras, adem¨¢s de retrotraernos al Paleol¨ªtico pirenaico, dificultaban a los camareros la tarea de depositarlas y retirarlas de la mesa y no serv¨ªan para contener salsas ni jugos, as¨ª que los l¨ªquidos se desparramaban por el mantel o, en el peor de los casos, sobre los pantalones o las faldas del comensal, convirtiendo el ¨¢gape en un festival de Cebral¨ªn.
De aquellas pizarras estos lodos. Aquello fue el pistoletazo de salida de una vertiente de la creatividad en la cocina que ni siquiera podr¨ªa prever Ferr¨¢n Adri¨¤ en sus peores pesadillas.
Con los a?os he comido sobre todo tipo de soportes. Insidiosas copas de Martini, tazas de caf¨¦, rejillas met¨¢licas, nidos de p¨¢jaro, lin¨®leos dispuestos sobre la mesa emulando la superf¨ªcie, platos escultura salidos de f¨¢bulas de Esopo censuradas por el buen gusto ¨Ctent¨¢culos de cefal¨®podo, barrigas de cerda¨C, diminutas y cursis cestas de freidora¡
Me consuela que a¨²n no me han hecho comer del suelo o de un retrete ¨Ccualquier d¨ªa homenajean a Duchamp¨C y, tambi¨¦n, saber que hay gente que lo ha pasado peor que yo ¨Csoy ruin por esto, lo s¨¦¨C.
La web We Want Plates constata que no soy el ¨²nico que sufre el platogate y tambi¨¦n el alcance mundial del cataclismo. Esta iniciativa, que se autodefine como la cruzada global en contra de servir comida en pedazos de madera, tejas, tazas y tarros de mermelada, recoge contribuciones de personas afectadas con el problema.
La ensalada en tiesto salida de la Peque?a Tienda de los Horrores, el pececillo dorado que nada en un s¨¢dico turmix o las gambas a la plancha donde la plancha cobra un nuevo y literal significado, son algunas de los cr¨ªmenes contra el comensal que recoge We Want Plates. Acaban de publicar su primer libro, en el que seleccionan los ataques m¨¢s graves al sentido com¨²n en el emplatado.
Puedes pensar que a ti no te va a pasar y hacer o¨ªdos sordos. Pero estar¨¢s adoptando la t¨¢ctica del avestruz. Estos males ya han llegado a lo m¨¢s alto del star system culinario, los platos lienzo est¨¢n ah¨ª desde que Gran Atchatz tuvo un mal d¨ªa y Dabiz Mu?oz otro peor. Que ser¨¢n grandes cocineros, no lo dudo, y quiz¨¢ en sus restaurantes estos desmanes parezcan gestos art¨ªsticos pero uno se pregunta, ?qu¨¦ mal ha hecho el plato blanco de toda la vida?
Ya, ya s¨¦ que hace u tiempo dije que no volver¨ªa a publicar una pataleta porque me hab¨ªa pasado al lado luminoso pero por el amor de Dios. ?No podemos concentrarnos en sorprender con la comida y dejar los platos como est¨¢n?
?O qu¨¦ cara pretend¨¦is que ponga el d¨ªa que me sirvan unos sesos de cordero en el cr¨¢neo peludo del animal?
Queridos restauradores, os lo ruego: parad esto, por favor. Ni nosotros somos Indiana Jones ni vuestros restaurantes son el Templo Maldito. Espero.
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