Precarios y con sobrepeso: as¨ª aumenta el riesgo de obesidad
Estudios recientes apuntan a que trabajar en un entorno precarizado fomenta el sedentarismo, la ansiedad, la falta de control sobre tu vida, y de rebote, los problemas de salud relacionados con el sobrepeso
Cuando tienes un buen trabajo -?todav¨ªa los hay?- puede que no lo reconozcas como tal. Y mira, si eso te lleva a reivindicar mejores condiciones, tanto mejor; incluso si las que tienes son la envidia de todos tus amigos precarizados, pero los malos trabajos, los trabajos penosos, son como el pijer¨ªo de Tamara Falc¨®: no lo pueden disimular. Aun as¨ª, por si tu jefe te viene con cuentos sobre las condiciones ¡°envidiables¡± que tienes -y el consabido ¡°hay gente que se pega por ocupar tu puesto¡±-, la literatura cient¨ªfica describe qu¨¦ es un buen trabajo: tiene que ofrecer seguridad laboral, ingresos suficientes, un entorno f¨ªsicamente seguro con procedimientos de trabajo claros y responsabilidades bien definidas y, por supuesto, derechos para los trabajadores y un ambiente que favorezca la salud mental.
?No cumples ni uno solo de los requisitos? ?Bingo! Es probable que te reconozcas mucho mejor en los indicadores que, tambi¨¦n desde la academia, caracterizan al empleo precario. Que, por si alguien no se ol¨ªa esa tostada, tiene consecuencias poco agradables, como sedentarismo, ansiedad, estr¨¦s, falta de control sobre tu vida y m¨¢s tendencia a la obesidad. Hay varias herramientas descritas para validar lo que ya sabes: que tu trabajo es una moderna manera de explotaci¨®n. Deseng¨¢?ate, aunque no bajes a la mina, estar 12 horas delante del ordenador y 24 con disponibilidad total, pendiente de los correos de trabajo y notificaciones varias de la empresa no es disponer de tu vida).
En Espa?a tenemos el Employment Precariousness Scale (EPRES), que tiene en cuenta la temporalidad, la baja retribuci¨®n -y otros beneficios como el acceso a p¨®lizas de seguros, acciones de la empresa o tener un coche de alquiler-, la erosi¨®n de los derechos de los trabajadores, la falta de representaci¨®n sindical o p¨¦rdida de poder, la vulnerabilidad ante un trato injusto y la incapacidad para ejercer los derechos laborales. Todo eso parece que ya nos va sonando m¨¢s.
La precariedad va de la mano con la obesidad
Como fiel lector que eres de El Comidista, no hace falta que te digamos que el sobrepeso y la obesidad no son una cuesti¨®n de voluntad individual. Por si te queda alguna duda, te remito al art¨ªculo Quien quiere, no puede: por qu¨¦ la obesidad se ceba en los m¨¢s pobres en el que puedes ver c¨®mo los determinantes sociales de la salud -tu barrio, tu nivel de ingresos o tu trabajo- condicionan nuestras elecciones alimentarias. Numerosas investigaciones ya hab¨ªan observado que estar precarizado, tener un trabajo de mala calidad, estaba relacionado con un mayor ¨ªndice de masa corporal (IMC). Con todas las limitaciones que este indicador tiene a la hora de determinar el sobrepeso y la obesidad de forma individual, sigue siendo ¨²til para valorar el estado ponderal de las poblaciones, como explica Julio Basulto en Los peligros del peso ideal.
Un nuevo estudio publicado en Obesity apunta en la misma direcci¨®n e introduce una novedad. Las investigaciones anteriores tomaban los datos de un momento concreto: era como hacer una foto fija y pod¨ªa haber lo que se conoce como factores de confusi¨®n, es decir, otras variables que pudieran condicionar el IMC adem¨¢s de la precariedad. Esta publicaci¨®n ha hecho un seguimiento para comprobar c¨®mo los cambios en las condiciones de trabajo a lo largo de los a?os se relacionan con cambios en el IMC y ha encontrado que, efectivamente, aspectos concretos del trabajo precario como los bajos salarios, los turnos inestables o las jornadas maratonianas se relacionan con un mayor peso.
Los motivos son diversos: el estr¨¦s incrementa la secreci¨®n de cortisol, una hormona que altera nuestras sensaciones de hambre y saciedad, y potencia la acumulaci¨®n de grasa visceral (que se relaciona con mayor riesgo para la salud). La inestabilidad en la jornada laboral se asocia a peores elecciones alimentarias, algo que tambi¨¦n viene determinado por los ingresos. La presi¨®n no ayuda tampoco a que al llegar a casa te dediques a preparar comidas saludables -para lo que necesitas planificaci¨®n y tiempo para comprar- cuando, adem¨¢s, probablemente el propio trabajo sea un entorno obesog¨¦nico. Y tambi¨¦n afecta a la salud en general. En este completo estudio se describen tres mecanismos principales por los que la precariedad afecta a nuestra salud. En primer lugar, los trabajadores precarios se exponen con m¨¢s frecuencia a condiciones de trabajo relacionadas con da?os para la salud, tanto f¨ªsica como mental: cargas de trabajo excesivas, exposici¨®n a sustancias t¨®xicas, menos apoyo o m¨¢s aislamiento.
Hablemos de estr¨¦s
En segundo lugar, estas condiciones de trabajo reducen el control que los trabajadores tenemos sobre nuestras propias vidas y esto, querido comidister, es asquerosamente estresante. No poder hacer planes de futuro, sentir que tu trabajo est¨¢ constantemente en entredicho, que se te niegue cualquier oportunidad de mejorar profesionalmente -o que ni siquiera exista esa posibilidad- no es el mejor escenario posible para tu salud.
Por ¨²ltimo, la precariedad tiene consecuencias sociales y materiales: vaya, que no llegas a fin de mes -ni a mediados- con todo lo que esto implica para tu vida actual. Por mencionar algunos de esos nefastos efectos: necesitas apoyo econ¨®mico de tu familia a pesar de tus taitantos a?os, no puedes seguir un buen estilo de vida -pasarte 12 horas delante del port¨¢til hacen dif¨ªcil salir del sedentarismo-, las condiciones de tu casa -y la de las otras cuatro personas con las que compartes piso- hacen que prefieras pasarte por all¨ª solo a dormir por miedo a que la humedad de la pared empiece a hablarte. De pensar en tener una pensi¨®n digna cuando te jubiles, ya ni hablamos.
No hay que ser un lince para darse cuenta de que tener un trabajo en el que no sabes si te van a cambiar los turnos, si vas a tener que hacer horas extras interminables -lo de cobrarlas, ya se ver¨¢- o si ma?ana te echar¨¢n, tiene efectos negativos sobre tu salud mental: hablamos de ansiedad, depresi¨®n e incluso suicidio. Pero tambi¨¦n mina tu salud f¨ªsica porque incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular, renal, hep¨¢tica, problemas respiratorios, c¨¢ncer, alteraciones menstruales o enfermedades infecciosas. Si quieres profundizar, tienes varios art¨ªculos cient¨ªficos de calidad que hablan de ello como este, este o este otro, en el que puedes ver adem¨¢s c¨®mo afecta cada situaci¨®n de precariedad a la salud (reestructuraciones empresariales, recortes, percepci¨®n de inseguridad laboral, empleo temporal, etc¨¦tera).
Un c¨ªrculo vicioso (y peligroso)
Para sorpresa de nadie, los grupos de poblaci¨®n m¨¢s vulnerables son los m¨¢s afectados por la precariedad y, consecuentemente, tienen un riesgo mayor de sufrir problemas de salud, incluida la obesidad. As¨ª se refleja en el estudio de Obesity, pero tambi¨¦n en otros como Empleo precario y calidad del empleo en relaci¨®n con la salud y el bienestar en Europa o Iniciativas que abordan el empleo precario y sus efectos en la salud y el bienestar de los trabajadores: un protocolo para una revisi¨®n sistem¨¢tica.
Tampoco es que nos vaya a dejar pasmados otra ¡°revelaci¨®n¡± del estudio, que muy prudentemente, sugiere que la precariedad persiste a lo largo de la vida y que las investigaciones que analizan la trayectoria profesional indican que no hay una trayectoria protot¨ªpica en la que los trabajadores puedan ascender y salir de su precariedad.
Si eres precario, te quedas precario; recadito para todos los criptobros, influemprendedores y tiktokers financieros que enarbolan la bandera de la meritocracia mezcl¨¢ndola habitualmente con mensajes t¨®xicos e insultantes sobre el cuerpo de otras personas, acusando a las que padecen sobrepeso y obesidad de vagos igual que lo hacen con aquellos que no llegan a fin de mes. No caigamos en la trampa de ver los problemas sociales como cuestiones individuales ni atribuyamos la responsabilidad de cuestiones de salud p¨²blica a decisiones personales, porque eso echa gasolina al problema y es exactamente lo que necesita un sistema injusto para perpetuarse.
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