La vida sin Isabel
Fiel a ese sentido del deber que incluye a la popularidad, entendemos que la monarca brit¨¢nica se esforz¨® en que la vi¨¦ramos siempre real e irreal, pr¨®xima y lejana, esa era su estrategia para servir a la monarqu¨ªa. Convertirla en un mecanismo al que terminas acudiendo, como refugio o como entretenimiento
El deber es uno de los compromisos m¨¢s fuertes de la existencia de Isabel II. El martes anterior a su deceso recibi¨® a la nueva primera ministra de su gobierno, Liz Truss, impecablemente vestida con una falda escocesa que encerraba tanto las claves de protocolo como el respeto hacia la cultura local. Isabel muri¨® en servicio, cumpliendo sus funciones. Y siempre con un aire ir¨®nico que hac¨ªa que su discurso creciera por s¨ª solo, otorgando hoy el benepl¨¢cito como primer ministro a otra mujer. Result¨® la mejor despedida para sus 70 a?os de ejercicio.
Es destacable que haya fallecido una semana despu¨¦s de que se cumplieran 25 a?os de la muerte de Lady Di, la nuera complicada que termin¨® por obligarla a inclinar la cabeza ante el paso de su f¨¦retro. Un gesto de inmensa resonancia televisiva que volvi¨® a demostrarnos la infinita capacidad de la reina para asumir, modificar e inmortalizar su pragm¨¢tico sentido del deber. Me gusta pensar que Isabel II pudo prometerse a s¨ª misma no solo sobrevivir a Diana estos 25 a?os, mientras inclinaba su cabeza, sino tambi¨¦n acompa?arnos como reina para superar la herida profunda que provoc¨® aquella tragedia. Era su sentido de lo que significa reinar: permanecer, la reina siempre est¨¢ all¨ª, sea quien sea el presidente de Estados Unidos o de su propio gobierno. Bretxit o Europa. Se prolongue la guerra de Ucrania o no. Todo cambia, todo se altera, Isabel sigue. O segu¨ªa, como empezamos a sentir desde este jueves 8 de septiembre.
Fiel a ese sentido del deber que incluye a la popularidad, entendemos que Isabel II se esforz¨® en que la vi¨¦ramos siempre real e irreal, pr¨®xima y lejana, esa era su estrategia para servir a la monarqu¨ªa. Convertirla en un mecanismo al que terminas acudiendo, como refugio o como entretenimiento.
Carlos de Inglaterra por fin es Carlos III y nos tranquiliza lo bien que le sienta el nombre. Como si siempre hubiera sido ese. Y mira que, tanto ¨¦l como nosotros, hemos esperado. Uno de los mejores memes de la semana lo refleja como ejemplo c¨®mico de ¡°cuando empiezas a trabajar a los 75 a?os¡±. Y pudiendo parecer burl¨®n, lo asumimos como nueva realidad. El mismo hombre irascible, que escrib¨ªa cartas compulsivamente porque se aburr¨ªa esperando su reinado, es ahora un adalid de cosas que nos afectan como el cambio clim¨¢tico. Ha cambiado su sino tr¨¢gico, ahora parece, no sabemos si id¨®neo pero, al menos, conveniente. Como esas levitas a medida que ha paseado por las bodas y comuniones de su adinerada familia. Esa impresi¨®n de Carlos como un rey leve y ofuscado, por su monstruosa actitud con Diana y que durante a?os lo dibuj¨® como persona y heredero, de un plumazo, este s¨¢bado, pasar¨¢ a convertirse en una cicatriz bien disimulada en su retrato. Precisamente por haberse equivocado tantas veces, sentimos que, como rey, ahora se exigir¨¢ m¨¢s. Y, al mismo tiempo, podr¨¢ coronar a Camila, esa mujer-s¨ªmbolo que representa su verdadero sentir. Siempre estuvo enamorado de ella porque refleja lo que fue su padre: una s¨®lida compa?¨ªa para su madre. En Netflix deben estar de los nervios cambiando l¨ªneas argumentales en The Crown, suavizando el innato talento para la manipulaci¨®n de la ya reina consorte. Aunque, a fin de cuentas, todas las reinas manipulan.
Lo m¨¢s sensato ser¨ªa atravesar nuestro duelo por la reina como si estuvi¨¦ramos dentro de un episodio de The Crown y tambi¨¦n en el interior de una telenovela turca fina, ambas formas de ficcionar caben en esta familia e Isabel II supo acoplarlas con pragmatismo e iron¨ªa a su sentido de la narraci¨®n, tambi¨¦n era su deber. Y son parte real de nuestras anodinas vidas reales. El jueves asist¨ªamos a su final, contemplando el hierro silencioso de la hermosa reja del castillo de Balmoral, e hicimos el recuento personal de todas las veces que hemos visto esa puerta y o¨ªdo ese nombre, Balmoral. Cuando sali¨® el comunicado anunciando la muerte en paz de la reina nos maravill¨® la escueta precisi¨®n de sus cuatro l¨ªneas y la cantidad de informaci¨®n que ofrec¨ªa. Las palabras que anuncian esa ave f¨¦nix que es la monarqu¨ªa brit¨¢nica. Pasado, presente y futuro conjurados en cuatro l¨ªneas.
The Queen died peacefully at Balmoral this afternoon.
— The Royal Family (@RoyalFamily) September 8, 2022
The King and The Queen Consort will remain at Balmoral this evening and will return to London tomorrow. pic.twitter.com/VfxpXro22W
Me educaron en la creencia abstracta y social del m¨¢s all¨¢. Siempre he pensado que los que mueren se reencuentran con seres queridos y personas importantes. Como en un c¨®ctel, eternamente vestida de amarillo, Isabel II tiene dos siglos de vips y momentazos, su nueva corte en la otra dimensi¨®n. Marilyn y la duquesa de Alba, que, como ella, nacieron en 1926. Reagan, Kennedy, Thatcher, Gorbachov y Mitterrand, todos conocidos. El propio Churchill, con quien creci¨®; la duquesa de Windsor, tan detestada por su madre. Mandela, Gandhi y Grace Kelly. Reencontrarse con Mary Quant y John Lennon. Y con Diana. Y su hermana Margarita, tan familia como opuesta a ella, mundana Margarita. Isabel, l¨ªder espiritual y sierva del deber. Reconforta imaginar esa reuni¨®n y creer que es una prolongaci¨®n celestial de su reinado. La vida sin Isabel II.
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