Una noche en Par¨ªs
Bob Colacello ech¨® mano de su legendaria agenda. Sentados, durante la cena, Betty Catroux brind¨® la frase de la noche: ¡°Somos supervivientes y somos leyendas. ?Qu¨¦ m¨¢s puedes pedir?¡±
Bob Colacello ten¨ªa 19 a?os cuando entro en la ¨®rbita de Andy Warhol. Acababa de graduarse en la universidad de Columbia y escrib¨ªa art¨ªculos acerca de Fellini y Goddard para Village Voice, uno de los peri¨®dicos culturales de los a?os setenta en Nueva York, cuando Warhol le sugiri¨® dirigir su revista Interview despu¨¦s de leer lo que hab¨ªa escrito sobre ¨¦l. Y as¨ª naci¨® una relaci¨®n profundamente profesional en la que Warhol sac¨® adelante una publicaci¨®n que conectaba su ideolog¨ªa, su gusto, con sus obras de arte, y all¨ª Colacello perfil¨® su periodismo como un instrumento para reflejar los jugosos cambios sociales a trav¨¦s de una muy peculiar cr¨®nica social. Acompa?aba sus columnas con fotos que tomaba ¨¦l mismo. No eran unas instant¨¢neas cualquiera porque eran las de alguien que estaba dentro, al lado y en alianza con los fotografiados. Colacello renunci¨® a Interview y se traslad¨® a Vanity Fair. Warhol falleci¨® tras una operaci¨®n de la ves¨ªcula biliar. Celebridades y cronistas sociales, desde Alaska hasta yo mismo, nos educamos leyendo a Colacello. Aquellas fotos durmieron en cajas hasta que Vito Schnabel, hijo de Julian Schnabel, unos de los artistas promocionados por Warhol, inst¨® al periodista a hacer algo con ellas. Las recuperaron, recopilaron y el resultado iba a ser expuesto en la galer¨ªa Ivorypress, de Elena Ochoa, en Madrid. Pero la pandemia impidi¨® que fuera el acontecimiento social que merec¨ªa. Hasta que el galerista franc¨¦s Thaddaeus Ropac organiz¨® una muestra, m¨¢s peque?a que la ideada inicialmente por Ochoa, y Bob Colacello ech¨® mano de su legendaria agenda para reunir de nuevo a los fotografiados.
Fue en una cena en Maxim¡¯s, en Par¨ªs, el 20 de enero, bautizada por Colacello como Una noche de divas. Empezando por Bianca Jagger, imagen en la invitaci¨®n, que entr¨® al local semioculta con sombrero, gafas y mascarilla, retando a todos sus conocidos a que la reconocieran. Paloma Picasso, con un tailleur de Saint Laurent a medida y m¨¢s all¨¢ de lo vintage, diciendo s¨ª en los tres idiomas de la noche. Yes. Oui. S¨ª. Marisa Berenson, bell¨ªsima pero evitando estrechar manos o recibir besos. Sin afectaci¨®n, con un entrenado sentido com¨²n. ¡°Debi¨® pasarlo bien durante el covid¡±, se me escap¨® decirle, atrevido. Respondi¨® con una mirada al bies. Realmente no pasa nada si decides no dar la mano, entend¨ª. No fue mi ¨²nico error en la noche. Top¨¢ndome con Betty Catroux, musa de Yves Saint Laurent y compa?era de nocturnidad, se me escapo un ¡°?Madame Catroux!¡± que ella recibi¨® con disgusto. ¡°Es peor que un insulto¡±, sentenci¨®.
Elena Ochoa, que s¨ª consigui¨® publicar el libro que re¨²ne todas las instant¨¢neas que no pudieron verse en Madrid? me llev¨® hacia otra esquina para presentarme a Georgina Brandolini, vestida con un ajustado traje de rayas multicolores. ¡°Cada raya es una d¨¦cada de vida... del traje¡±, brome¨®. Acompa?ada por su marido, sir Norman Foster, Elena me acerc¨® a Baby Jane Holzer, la ¨²nica superviviente de las Superstars de Warhol. Cuando Elena dijo que formaban el ¡°grupo de Saint Moritz¡±, para explicar que fue en esa localidad donde se gest¨® la cena en Maxim¡¯s, Baby puntualiz¨® que ella era de Palm Beach. Sent¨ª que al fin estaba dentro de una de las OUT de Colacello. Columnas le¨ªdas y memorizadas en mi adolescencia en Caracas.
¡°No conozco Caracas, pero hablo espa?ol¡±, sugiri¨® una voz cercana. Era Doris Brynner, viuda de Yul, el inolvidable int¨¦rprete de El rey y yo. En su mirada, curiosa, y con su medida cordialidad detectabas lo que distingue a una doyenne de una persona normal. Nada le asusta y todo le asombra. Sentados, durante la cena (risotto con trufa negra, de primero; langosta, como principal; profiteroles rellenos de helado de vainilla, de postre), Betty Catroux brind¨® la frase de la noche: ¡°Somos supervivientes y somos leyendas. ?Qu¨¦ m¨¢s puedes pedir?¡±.
La peque?a orquesta de Maxim¡¯s continu¨® desgranando su jazz parisino, el techo art nouveau se hizo m¨¢s brillante y caleidosc¨®pico sobre leyendas y supervivientes. No puedo imaginar mejor forma de celebrar el nuevo a?o chino, a?o del conejo.
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