Zarzuela, noche de estreno
El rey em¨¦rito no ser¨ªa necesariamente el personaje principal de una obra de este g¨¦nero, lo ser¨ªa ese apuesto caballero canoso y calzado con deportivas de moda que le acompa?a, que le sostiene el brazo, el que florecer¨ªa en ese buen argumento de la obra perfecta
Esta noche se estrena Trato de favor en el Teatro de la Zarzuela. Escribir su libreto fue una propuesta del propio teatro y de su entonces director, Daniel Bianco, buscando no solo ampliar el repertorio, sino tambi¨¦n atraer a un p¨²blico nuevo para el g¨¦nero. Esta noche comprobaremos si el equipo formado por Lucas Vidal, su compositor; el estelar elenco encabezado por Ainhoa Arteta y Nancy Fabiola Herrera, y el director de escena, Emilio Sagi, lo hemos conseguido. En el proceso de escribir disfrut¨¦ y descubr¨ª varias cosas sobre la zarzuela, como el importante papel del humor en su esencia. Ese sentido del humor que oscila entre la iron¨ªa y la parodia. Ambas liberadas de prejuicios al g¨¦nero y que son oro para cualquier escritor porque ofrecen una libertad narrativa poco frecuente en otras disciplinas para reflejar la vida popular. Esa libertad, a veces, se acerca al disparate y es ese punto alocado lo que muchas veces te permite poner la realidad y la ficci¨®n en un mismo cazo. En una misma visita.
Las visitas ¡ªque hoy en las promociones tur¨ªsticas llaman escapadas¡ª del rey em¨¦rito es el material de una zarzuela que ya hubieran querido recrear el gran Sol¨®rzano o Jacinto Benavente. El em¨¦rito no ser¨ªa necesariamente el personaje principal, lo ser¨ªa ese apuesto caballero canoso y calzado con deportivas de moda que le acompa?a, que le sostiene el brazo, el que florecer¨ªa en ese buen argumento de zarzuela perfecta. El pasado jueves, el art¨ªculo de Luz S¨¢nchez-Mellado arroj¨® luz sobre ese jefe de seguridad. Responde al nombre de Vicente Garc¨ªa Mochales, teniente coronel de la Guardia Civil, ¡°Mochi para su c¨ªrculo¡±. De todas las armas que sabe manejar, Mochi dispone de esa que es la m¨¢s seductora: el misterio. Siempre alerta, siempre atento. Conoce las verdades y evita las noticias.
La verdad y las noticias, siempre se ha sabido, no son obligatoriamente buenas compa?eras, pero son imprescindibles en una zarzuela. Cada vez se esparce m¨¢s la sospecha de que aquel encuentro entre nuestro exrey y otro a punto de ser coronado, Carlos de Inglaterra, fue una ilusi¨®n. Un invento propiciado por alguien y que el cuarto poder, como se le llama a la prensa en Estados Unidos, no tuvo tiempo de contrastar. O contrast¨® tarde. Son los endiablados tiempos de la realidad medi¨¢tica.
En los mismos Estados Unidos empiezan a digerir las consecuencias del acuerdo in extremis y extrajudicial alcanzado por la cadena Fox News y la empresa fabricante de m¨¢quinas de recuento electoral Dominion. Tras desembolsar 710 millones de euros (750 millones de d¨®lares), Fox paraliz¨® el juicio, evit¨¢ndole a Rupert Murdoch, su propietario e ide¨®logo supremo, comparecer. Menos de una semana despu¨¦s, la empresa despidi¨® a uno de sus rostros estelares, Tucker Carlson. No cay¨® el patr¨®n, que s¨ª pago, pero s¨ª uno de sus empleados estrella. Carlson se ha declarado en privado anti Trump y arrastraba un contencioso con una subordinada por acoso laboral. En uno de esos giros argumentales, brillantes para cualquier guionista, ambas realidades funcionaban perfectamente para limpiar todo el desaguisado. Murdoch no reconoce que incit¨® a su cadena a reafirmar las teor¨ªas conspirativas de Trump, su prol¨ªfico proveedor de contenidos y audiencia, sino que asocia el cese a la muy actual causa en defensa de los derechos de las mujeres.
En una parte de m¨ª, esa que intento controlar en una noche de estreno como la de hoy, pienso un poquito tanto en Carlson como en Mochi, dos hombres separados por casi todo, por geograf¨ªa, por historia, por c¨¢lculo. Pero unidos por una misma filosof¨ªa: prestar apoyo. Por un lado, entiendo que, al desembolsar los millones, Murdoch calibr¨® que una parte de ellos provendr¨ªan de ahorrarse el sueldo de Carlson. Y, por otra parte, pienso en ese silencio contractual del escolta que, como nos revel¨® S¨¢nchez-Mellado, oye, calla y aguanta. Casi lo mismo que nosotros.
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