¡®La Mes¨ªas¡¯ versus Nadal
Rafa Nadal, all¨¢ t¨² como embajador del tenis de Arabia Saud¨ª. Yo prefiero celebrar el talento de Los Javis, tanto como d¨²o din¨¢mico de nuestra cultura como representantes de una homosexualidad feliz y exitosa
El martes, despu¨¦s de la inauguraci¨®n de un centro de belleza liderado por las se?oras Y¨¦benes, fui interrogado acerca de la posici¨®n de Rafael Nadal como embajador del tenis de Arabia Saud¨ª. Pens¨¦ en nuestro rey em¨¦rito, que vive tax free en un diminuto reino vecino que tambi¨¦n comparte leyes lapidarias, hom¨®fobas e involucionistas, y a quien seguro que nada de esto le importa mucho mientras que pueda mantener su exilio dorado. Pero, claro, con Nadal uno tiene m¨¢s afecto. Y admiraci¨®n, por su incre¨ªble gesta deportiva. Tambi¨¦n es cierto que tanto el rey em¨¦rito como el rey del tenis se han manifestado complicidad y cari?o aparte de compartir gui?os a esos pa¨ªses intolerantes. Juan Carlos acompa?¨® al campe¨®n en su boda, por ejemplo, en unos momentos de baj¨ªsima popularidad para el ex jefe de Estado. Estoy convencido que todo esto lo sopesan los ¨¢rabes cuando escogen a sus embajadores.
Nadal no se va a apear de esta labor embajadora. El dinero compra lo que le da la gana y es negocio del que lo acepta el c¨®mo enderezar su figura. Hay anhelo y algo de codicia tambi¨¦n en ser campe¨®n, siempre quieres ganar. Asumimos que Europa evoluciona m¨¢s deprisa que otros destinos. Francia ha elegido un primer ministro de 34 a?os, abiertamente gay aunque no activista. En eso nos parecemos, monsieur Attal y yo. Nunca fui activista de calle, quiz¨¢s m¨¢s de sal¨®n. La lucha y defensa de los derechos LGTBIQ+ son una demostraci¨®n de civilidad y respeto a todos. Por eso choca tanto que un deportista consagrado se preste a servir como embajador de una cultura castigada por el odio moral y religioso, que sume a sus habitantes y entorno en el subdesarrollo.
Nadal, all¨¢ t¨². Yo prefiero celebrar el talento de los Javis, tanto como d¨²o din¨¢mico de nuestra cultura como representantes de una homosexualidad feliz y exitosa. Es precisamente lo que ofrecieron en su Concierto de a?o nuevo de La Mes¨ªas, su valiente y portentosa serie para Movistar+. No es una historia gay, sino una reflexi¨®n de dos varones que lo son sobre la disfuncionalidad familiar y la represi¨®n que puede ejercer la religi¨®n, aislando a las personas, alien¨¢ndolas con mentiras, cercenando sus talentos y personalidades para mantener su injusto poder. Los Javis han querido marcarse una fiesta, acompa?ados por el reparto al completo y glorificando al grupo musical religioso de su ficci¨®n, Stella Maris.
Lo hicieron en el Teatro Calder¨®n de Madrid, recordando que era una ¡°fiesta ¨²nica, para divertirnos, para que tom¨¦is las fotos que os d¨¦ la gana, selfis o v¨ªdeos¡±. Como insisto en mi ser anal¨®gico, prefer¨ª maravillarme por los movimientos er¨®tico-espasm¨®dicos de las Stella Maris (a medio camino entre el ¨¦xtasis f¨ªsico y el espiritual), con sus canciones de letras espantosas y tambi¨¦n con la versi¨®n arrolladora de Albert Pla (uno de los int¨¦rpretes en estado de gracia de la serie) del ¨¦xito de Enrique Iglesias, Experiencia religiosa. Si el escenario derrochaba talento, un punto hist¨®rico, la convocatoria era igual de apabullante. Aitana, Samantha Hudson, Massiel, Pedro Almod¨®var, Pep¨®n Nieto, Arturo Valls, Asier Etxeandia; una procesi¨®n gloriosa y animad¨ªsima en una noche lluviosa. Una misa cantada hist¨®rica. B¨ªblica.
El martes, Santa Kate Moss cumpli¨® 50 a?os. Espa?a tiene una relaci¨®n afectuosa con las top models y su diplomacia. Recordemos a Claudia Schiffer viviendo en Mallorca o a Naomi Campbell locamente enamorada de Joaqu¨ªn Cort¨¦s. Moss es m¨¢s que una top. Acompa?arla a entrar en la madurez es tambi¨¦n un logro nuestro. Conviene singularizar ciertas caracter¨ªsticas del fen¨®meno Moss. No es cl¨¢sicamente bella, pero su sexy glamuroso todos lo hemos querido poseer. Su episodio con el consumo de sustancias ilegales, lejos de torpedear su carrera, la oblig¨® a un giro de guion que la revitaliz¨® e hizo a¨²n m¨¢s popular. Es un s¨ªmbolo de las contradicciones del siglo XXI. Nadal 0, Moss 10.
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