Fernando Trueba: ¡°Odio las pel¨ªculas en las que las casas parecen sacadas de un cat¨¢logo¡±
La casa del director de cine explica de forma muy sutil muchas de las obsesiones que vemos en sus pel¨ªculas
En octubre de 1986, tras terminar el rodaje de El a?o de las luces, Fernando Trueba (Madrid, 1955) se mud¨® junto a su esposa, la productora Cristina Huete, a esta casa situada en el proyecto de Ciudad Lineal acometido por Arturo Soria. Una gran calle que iba a ir desde Madrid hasta Mosc¨², rodeada de callejuelas con casas unifamiliares de distintos tama?os para adaptarse al poder adquisitivo de cada uno, pero con la constante de ofrecer a todos un espacio con aire y jard¨ªn. Nos recibe a trav¨¦s de Zoom en su estudio, un espacio reformado por el gusto y el tacto de su mujer que, tanto en lo formal como en lo emocional, explica muchas de sus obsesiones.
Coge el ordenador para mover la c¨¢mara y hacernos el peor travelling de su dilatada y exitosa carrera con el fin de mostrarnos los objetos que lo habitan. Nos cuenta sobre las obras en piedra de su fallecido hermano M¨¢ximo, los cuadros de Manny Farber, su pintor favorito y tambi¨¦n el hombre que revolucion¨® la cr¨ªtica cinematogr¨¢fica¡ ¡°Tengo una tendencia a la acumulaci¨®n, pero soy muy selectivo¡±, puntualiza. ¡°No soy coleccionista, una pel¨ªcula que no me gusta la regalo o la pongo en la calle para que la coja alguien. Quiero tener solo objetos que signifiquen algo para m¨ª. Me molesta tener cosas que no me gustan. En cambio, de un autor que me gusta lo quiero todo. Sus novelas, su biograf¨ªa, sus cartas, todo. Mira, esa foto de Bashevis Singer. ?La ves?¡±.
S¨ª, aunque est¨¢ enfocando otra cosa. Siga. ¡°Pues en esa estanter¨ªa est¨¢ todo: sus novelas, las dos biograf¨ªas que se han escrito de ¨¦l, ensayos, cartas. Ese se?or es como si fuera mi abuelo. Me gustar¨ªa salir con ¨¦l a pasear por Arturo Soria todos los d¨ªas, forma parte de mi vida. Lo mismo Billy Wilder, ah¨ª [esta vez utiliza el dedo para se?alar] est¨¢n todos sus guiones originales. Esa estanter¨ªa de all¨ª tiene todos los libros sobre Billy Wilder escritos a lo largo de los a?os. Todo entero de ¨¦l¡±. Wilder, Farber, Bashevis Singer, Cohen o Brassens forman parte de la familia de Trueba. ¡°Los tengo siempre a mano, no vaya a ser que me coja un apret¨®n¡±, bromea. El olvido que seremos, basada en la fabulosa novela de H¨¦ctor Abad Faciolince, es la nueva cinta del madrile?o.
Este relato sobre la relaci¨®n entre un padre y un hijo es el libro que m¨¢s veces ha regalado en su vida el director (¡°prefiero regalar libros a prestarlos, cuando pierdo uno, me enfurezco¡±) y tambi¨¦n una pel¨ªcula que nunca pens¨® que se debiera ni se pudiera hacer. Pero encontr¨® el modo. Esta cinta, como todas las de su carrera, muestra una forma de gestionar los espacios y lo que hay en ellos que es totalmente personal y que tiene mucho que ver con c¨®mo es este estudio, con sus ventanas al jard¨ªn y su mesa en un extremo, para que al sentarse quede al frente todo el habit¨¢culo.
¡°Soy claustrof¨®bico, creo. Necesito que haya siempre ventanas y puertas abiertas, que se vea un jard¨ªn, un ¨¢rbol. En el cine la claustrofobia me agobia tanto como en la vida. Ver en una pel¨ªcula un tipo contra una pared me mata. Mi obsesi¨®n es que haya en los interiores algo que nos comunique con el exterior. Esa obsesi¨®n la he ido radicalizando con los a?os¡±, cuenta el director, que tambi¨¦n es un man¨ªaco del scope, un formato que ha defendido desde sus inicios.
¡°Durante a?os, yo era el ¨²nico que rodaba en scope. Nadie quer¨ªa que rodara ?pera prima en ese formato. El tiempo me ha dado la raz¨®n. Andr¨¦s Vicente G¨®mez me dijo: ¡®Pero si los televisores son cuadrados¡¯. Le respond¨ª: ¡®Ya los alargar¨¢n¡¯. Mira, mi cine es en scope porque soy estr¨¢bico y veo la vida en scope. Fin¡±. Encontrar la casa de H¨¦ctor Abad para la pel¨ªcula no fue f¨¢cil. El barrio de Laurel, en Medell¨ªn, ha cambiado mucho en los ¨²ltimos 40 a?os, y ya poco queda de aquella arquitectura de influencia californiana.
Finalmente, se recre¨® esa casa en un espacio que requer¨ªa de una ingente intervenci¨®n. ¡°Hicimos esa casa de Laurel so?ada. La viuda vino a ver el espacio y cuando entr¨® en el despacho se ech¨® a llorar. Subimos al piso de arriba y ella vio el dormitorio. All¨ª ya lloramos todos. Quiso darnos objetos de su casa para que los us¨¢ramos en la pel¨ªcula. De los libros que se ven en el despacho, unos son de decoraci¨®n, pero otros son libros suyos de verdad que su mujer nos dej¨®. No solo eso. Como hay esa escena de la comida, ella nos dijo que en su casa jam¨¢s se almorzaba sin una jarra en concreto. Y trajo esa jarra y est¨¢ en la peli. Odio las pel¨ªculas en las que las casas parecen sacadas de un cat¨¢logo y esos muebles parece que no los ha tocado nadie¡±.
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