De ¡®Juego de Tronos¡¯ a ¡®And Just Like That¡¯: c¨®mo las (malas) pelucas se han apoderado de la televisi¨®n
Hasta las producciones m¨¢s caras caen en el error de abusar de postizos escandalosos. El gremio de la peluquer¨ªa sostiene que otro mundo capilar es posible
La casa del drag¨®n se estren¨® el pasado lunes y, con ella, ha vuelto el universo de Juego de tronos. Por tanto, regresan las guerras, los mundos fant¨¢sticos, las familias enfrentadas y, naturalmente, las pelucas. Las que aparecen en esta ficci¨®n cuestan miles de d¨®lares y conllevan cuidados cada d¨ªa, aunque hay versiones al alcance del p¨²blico en varias tiendas online. ¡°El rito de paso ha sido llevar la peluca de los Targaryen por primera vez¡±, contaba la actriz Emma d¡¯Arcy, hace solo unos d¨ªas, a SModa. Con ese gesto, la int¨¦rprete daba por comenzada una nueva etapa en el mundo creado por George R. R. Martin. Ahora, no todos tienen tan claro que ese ritual est¨¦ acometido con precisi¨®n.
La televisi¨®n es un mundo donde cualquier cabello que pase de la media melena es, por norma, falso. Da igual que sea Meryl Streep o una perfecta desconocida: pr¨¢cticamente cualquier pelo con largo, forma y volumen es falso. Tambi¨¦n el de ellos: las salvajes pelucas que llevaba el reparto de la saga Crep¨²sculo han merecido art¨ªculos completos dedicados a sus dislates capilares (incluso existen pelucas inspiradas en cada personaje para disfrazarse). Algo parecido le ocurre a Nicole Kidman, una de las estrellas que m¨¢s y m¨¢s variados postizos ha lucido en sus pel¨ªculas.
Para todo, claro, hay una raz¨®n: ¡°El cabello se debilita con los secadores y los tintes. Cuando las int¨¦rpretes tienen que cambiar de estilo una y otra vez su melena se acaba resintiendo. Nuestra industria audiovisual deber¨ªa utilizar a¨²n m¨¢s pelucas¡±, afirma el peluquero Manu Guill¨¦n, que fund¨® hace cuatro a?os NiM Sal¨®n junto a su socia Natalia Infantes: por all¨ª suelen pasar decenas de actrices para retocarse el pelo antes de una prueba. Su taller ha ayudado a crear, entre otros, los postizos que emplea Samantha Hudson en algunos espect¨¢culos.
El bum de la producci¨®n de series ha provocado un radical aumento de la cantidad de pelucas que vemos en la pantalla. Afortunadas y no tanto. ¡°Todo el mundo adoraba las pelucas de Juego de tronos y yo no lo entend¨ªa. Notaba much¨ªsimo los postizos, sobre todo en el nacimiento del cabello¡±, prosigue Guill¨¦n. Pero se?ala a otra gran franquicia: ¡°Me disgust¨® lo que hicieron con la pobre Miranda en And Just Like That, la secuela de Sexo en Nueva York. Le pusieron un peluc¨®n inflad¨ªsimo y lleno de canas. Si no reconoces al personaje, la caracterizaci¨®n no funciona¡±, reflexiona el estilista. En la producci¨®n nacional, Guill¨¦n se?ala Las chicas del cable: ¡°Estaba enganchad¨ªsimo a esta serie, pero ve¨ªa claramente las pelucas. Las protagonistas llevaban unas melenas con much¨ªsimo volumen y brillo, con unos surcos incre¨ªbles. Eran preciosas, pero demasiado vistosas para resultar naturales¡±.
Lo importante de una peluca, como todo en la vida, es que el postizo no se note. Y m¨¢s en la ¨²ltima d¨¦cada, desde que las c¨¢maras graban en alta definici¨®n y las series espa?olas utilizan m¨¢s primeros planos. As¨ª que la posticer¨ªa, el nombre t¨¦cnico que recibe el trabajo con pelucas, no se realiza solo en el taller. Toca retocar entre toma y toma y rogar a los compa?eros de iluminaci¨®n que ensombrezcan la parte de la peluca donde trata de fundirse con la piel del actor (llamada tul). Si el plano es muy corto y la luz apunta por encima de las cejas, el truco se notar¨¢, alerta Natalia Ses¨¦, quien lleva m¨¢s de un cuarto de siglo dedicada a la posticer¨ªa. Ha trabajado en pel¨ªculas como Muerte en Granada (1996), Juana la Loca (2001) o El calentito (2005) y tambi¨¦n en series como Velvet, La catedral del mar o V¨ªctor Ros. Ahora mismo, prepara La promesa, ambientada en 1915. Una producci¨®n que La 1 llevar¨¢ a las tardes esta temporada.
Ses¨¦ recuerda, no sin cari?o, un reto particular: crear al Francisco de Goya de El Ministerio del Tiempo, cuya frente era mucho m¨¢s pronunciada que la de Pedro Casablanc, que encarnaba al pintor. ¡°Antes de empezar con el pelo, tuvimos que hacer una calota, una calva falsa¡±, recuerda. Cuando el actor tiene m¨¢s pelo que el personaje al que interpreta, resulta muy dif¨ªcil pegar el postizo sin que se vea el empalme con la piel.
Emplear pelucas tiene una ventaja. Los estilistas pueden trabajar c¨®modamente, sobre un molde, sin la presencia de los actores. Crear una peluca de cero suele llevar un mes, o dos semanas si la dedicaci¨®n es absoluta. En el otro extremo, trabajar directamente sobre el cabello de los actores cuenta con una ventaja evidente, ya que no habr¨¢ que disimular los empalmes. Pero el estilista tiene que ser m¨¢s r¨¢pido, puesto que trabaja sobre la cabeza del int¨¦rprete. Esto no significa renunciar por entero a los postizos, ya que algunos se pueden trenzar en el pelo natural. Por cierto: la tentaci¨®n de disimular las pelucas en posproducci¨®n, a golpe de ordenador, est¨¢ prohibida. Al menos, en Espa?a, ya que costar¨ªa demasiado tiempo y dinero. ¡°El presupuesto y los plazos siempre son el gran obst¨¢culo, en nuestro departamento y en todos los dem¨¢s¡±, apunta Ses¨¦.
Algunos actores prefieren mostrar su propio cabello, siempre que puedan, porque los postizos pueden ser inc¨®modos durante el rodaje. Pero otros, con el pelo ya machacado de haberlo te?ido para otras producciones, suelen elegir las pelucas. De nuevo, la ¨²ltima palabra est¨¢ en manos del presupuesto y el calendario. ¡°En Espa?a, la posticer¨ªa tuvo su gran momento entre los ochenta y los noventa, cuando aqu¨ª se empez¨® a rodar mucho cine, y siempre con una buena inversi¨®n detr¨¢s. Ahora gastamos menos dinero en esto: se utilizan solo las pelucas imprescindibles y, muchas veces, las compramos al extranjero¡±, anota Ses¨¦.
En nuestro pa¨ªs, una peluca para cine y televisi¨®n suele costar entre 2.000 y 3.000 euros. M¨¢s all¨¢ de la producci¨®n espa?ola, Ses¨¦ admira much¨ªsimo las manufacturas creadas en Italia y Gran Breta?a. De hecho, se fija especialmente en la posticer¨ªa de Downton Abbey, la reconocida ficci¨®n inglesa. El audiovisual norteamericano, en este sentido, no le interesa: ¡°Cuando veo una peluca buena en una pel¨ªcula de Estados Unidos, s¨¦ que la han encargado a un equipo de otro pa¨ªs¡±. La creaci¨®n de postizos es una tradici¨®n europea, argumenta Ses¨¦. Toda su familia se dedica a ello. Sus padres ten¨ªan un taller montado en casa, y tambi¨¦n su hermano trabaja la posticer¨ªa.
¡°Como espectadora, yo detecto la peluca siempre. Ahora, eso no quiere decir que el postizo est¨¦ mal hecho, en absoluto¡±, reflexiona Ses¨¦. Porque tambi¨¦n hay ejemplos de trabajos logrados. En Espa?a, Guill¨¦n admira el trabajo de Eduardo Casanova, con el que las pelucas llevan a un mundo de fantas¨ªa. En un tono m¨¢s cl¨¢sico, el peluquero se queda, sobre todo, con la caracterizaci¨®n de Ana de Armas en Blonde, donde interpreta a Marilyn Monroe. ¡°Pobre Marilyn, ella s¨ª que debi¨® acabar con el pelo hecho polvo¡±, lamenta el peluquero. En aquel momento, los caballeros las prefer¨ªan rubias. Y la tradici¨®n del postizo, dec¨ªamos, queda lejos de Norteam¨¦rica.
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