¡°Necesitamos hablar de nuestros sueldos¡±: las ventajas de derribar el gran tab¨² espa?ol
Cuando los trabajadores no disponen de toda la informaci¨®n sobre los rangos salariales en su empresa se arriesgan a negociar peor, sin referencias objetivas y haciendo m¨¢s dif¨ªcil detectar posibles discriminaciones
¡°Necesitamos hablar de nuestros sueldos¡±, planteaba hace unos meses en Twitter un usuario an¨®nimo, Pictoline, ¡°hay m¨²ltiples razones por las que es una buena idea preguntar a tus compa?eros de trabajo cu¨¢nto ganan¡±. El tuitero reconoc¨ªa de entrada que se trata de una conversaci¨®n potencialmente ¡°inc¨®moda¡±, pero consideraba que entablarla presenta ¡°m¨²ltiples ventajas¡±. Desde su punto de vista, ¡°es m¨¢s probable¡± que los trabajadores que no disponen de toda la informaci¨®n sobre rangos salariales en su empresa ¡°se sientan mal pagados y discriminados¡± (en ocasiones, sin verdadero fundamento) y se arriesgan a negociar ¡°peor¡±, con menos referencias objetivas, y potenciales aumentos de sueldo. Adem¨¢s, no contrastar esas cifras hace que resulte mucho m¨¢s dif¨ªcil ¡°detectar posibles discriminaciones o brechas de g¨¦nero¡±.
Sin embargo, por muy evidentes que resulten las ventajas de ese tipo de transparencia, lo cierto es que en Espa?a se practica muy poco. Ni siquiera en Twitter. En un largo hilo de la red social sobre la huelga de trabajadores de aeropuertos que se produjo el pasado mes de diciembre, varios controladores a¨¦reos hicieron acto de presencia para expresar su solidaridad con sus ¡°compa?eros¡±. Algunos de ellos matizaron, pese a todo, que no se hab¨ªan sentido arropados en la misma medida ¡°en 2010¡å, cuando fue el personal de control el que opt¨® por convocar una huelga. Tras un intercambio de mensajes en los que empezaba a plantearse una hostilidad larvada, alguien plante¨® una pregunta clave: ¡°Porque, vamos a ver, ?cu¨¢nto cobra un controlador a¨¦reo?¡±. La primera respuesta de uno de los directamente interpelados fue tajante: ¡°Eso no se pregunta¡±. ?Por qu¨¦? ¡°Porque es de p¨¦sima educaci¨®n y, adem¨¢s, es algo muy ¨ªntimo que no tenemos por qu¨¦ comentar en p¨²blico. No sois la Santa Inquisici¨®n, no ten¨¦is derecho a juzgarnos por lo que cobramos o lo que dejamos de cobrar¡±.
Asalariados en el armario
Resulta muy significativo que ni siquiera en el contexto de una discusi¨®n entre compa?eros sobre condiciones laborales se considere apropiado hablar de dinero. La respuesta a la pregunta del primer usuario, un intento tal vez inocente de introducir referencias cuantitativas en un debate que se estaba empezando a envenenar, ten¨ªa una respuesta que no compromet¨ªa a nadie: seg¨²n el convenio sectorial de 2019, el salario de un controlador a¨¦reo que no sea jefe de sala ni jefe de divisi¨®n oscila en Espa?a entre los 33.550 y los 80.381 euros brutos al a?o. Es decir, entre 2.795 y 6.698 euros brutos al mes. Ah¨ª lo tienen, negro sobre blanco. Una respuesta neutra e informativa que no tendr¨ªa por qu¨¦ incomodar ni despertar suspicacias.
Hace unas semanas, Aki Ito, redactora de Business Insider, dedic¨® un art¨ªculo a las razones que explicar¨ªan que hablar de salarios siga siendo un tab¨² cultural. Ito centraba su texto en Estados Unidos, un pa¨ªs en el que, seg¨²n una encuesta reciente de la consultora Capital Group, un alto porcentaje de la poblaci¨®n considera que hablar con los amigos de cu¨¢nto dinero ganas resulta m¨¢s inc¨®modo que hacerlo ¡°sobre problemas sentimentales, religi¨®n, pol¨ªtica, consumo de drogas, enfermedades mentales u orientaci¨®n sexual¡±. En torno a los salarios, conclu¨ªa Ito, se ha consolidado una ¡°densa e hip¨®crita¡± espiral de silencio en la que confluyen varios factores: del rechazo social a la ostentaci¨®n y el miedo a ser percibidos como ¡°superficiales, excesivamente competitivos y fr¨ªvolos o demasiado materialistas¡±, a lo humillante que resulta ¡°creer que se est¨¢ cobrando demasiado poco en relaci¨®n a tu estatus, trayectoria profesional y nivel de preparaci¨®n o al rango salarial y las expectativas de tu entorno inmediato¡±.
Y s¨ª, hablamos del mismo Estados Unidos en el que, en c¨¦lebre frase del escritor F. Scott Fitzgerald, ¡°la ¨²nica cuesti¨®n sustancial no es si te vendes o no, sino por cu¨¢nto dinero te vendes¡±. El mismo en que un intelectual europeo en el exilio, el cineasta Billy Wilder, languidec¨ªa de aburrimiento al comprobar que ¡°hasta la m¨¢s trivial de las frases incluye la palabra d¨®lar¡±. Si la que nos hemos acostumbrado a percibir como la sociedad m¨¢s ostentosa y materialista de Occidente se resiste, al parecer, a hablar de dinero, ?qu¨¦ decir de un pa¨ªs de tradici¨®n cat¨®lica de la vieja Europa como Espa?a?
?Un silencio interesado?
Laura N¨²?ez Letamendia, profesora de Finanzas en la IE Business School de Madrid, tiene una hip¨®tesis al respecto. En su opini¨®n, m¨¢s que una reticencia generalizada a hablar de dinero en s¨ª, lo que s¨ª se percibe en Espa?a es que ¡°hablar sobre rangos salariales se ha convertido en un tab¨² porque a los empleadores, no a los empleados, les ha interesado que as¨ª sea¡±.
La cultura empresarial predominante en nuestro pa¨ªs se caracterizar¨ªa as¨ª ¡°por la falta de transparencia¡± en este aspecto crucial: ¡°Todos hemos visto anuncios de multitud de ofertas de trabajo en los que se describen con enorme precisi¨®n las tareas a realizar o los requerimientos en cuanto a formaci¨®n, caracter¨ªsticas personales y trayectoria previa, pero a continuaci¨®n se dice que la remuneraci¨®n ser¨¢ acorde al perfil y experiencia aportados¡±, o alguna otra frase protocolaria similar. Para Letamendia, ¡°son muy pocas las empresas que explicitan en sus ofertas c¨®mo tienen pensado remunerar a los trabajadores que contraten¡±. De alguna manera, prefieren dejar abierta la opci¨®n de pagarles un poco menos.
Basta con una visita rutinaria a bolsas de trabajo online tan populares como Infojobs para comprobar hasta qu¨¦ punto la afirmaci¨®n de Letamendia es cierta: de cada diez ofertas, nueve incluyen en su descripci¨®n general la f¨®rmula ¡°salario no especificado¡±. Carlos J., jefe de recursos humanos de la delegaci¨®n en Madrid de una multinacional tecnol¨®gica estadounidense reconoce, aunque insistiendo en conservar el anonimato, que su empresa se acoge a la pr¨¢ctica, ¡°tan com¨²n en Espa?a¡±, de ¡°publicar ofertas con rango salarial deliberadamente ambiguo o indeterminado¡±. Para este ¡°gestor y captador de talento¡±, esto es una consecuencia m¨¢s ¡°del alto nivel de desempleo y la considerable falta de dinamismo del mercado laboral espa?ol¡±, lo que hace que a las empresas ¡°les resulte innecesario, en la mayor¨ªa de los casos, competir en el rango salarial para captar a los mejores candidatos¡±. Si no lo necesitan, ?por qu¨¦ iban a hacerlo?
En t¨¦rminos un tanto descarnados, explica J., ¡°siempre existe la posibilidad de que en el proceso de selecci¨®n aparezca un candidato tal vez no ¨®ptimo, pero s¨ª id¨®neo, que est¨¦ dispuesto a cobrar menos que el resto¡±, un margen de elasticidad (para el empleador) que hace que ¡°garantizar de entrada una remuneraci¨®n m¨ªnima sea una estrategia de contrataci¨®n poco eficiente¡±. Es m¨¢s, el profesional reconoce tambi¨¦n que ¡°en las entrevistas laborales en Espa?a, a diferencia de lo que ocurre en otros pa¨ªses, hablar de oferta salarial, o al menos hacerlo de entrada, supone tambi¨¦n un cierto tab¨² para el candidato¡±, como si hacerlo pudiese ir en detrimento de su candidatura. ¡°Es una din¨¢mica perversa¡±, admite el directivo, ¡°porque todos o casi todos trabajamos, en primer lugar, porque nos pagan por ello, pero la relativa escasez de ofertas de trabajo cualificado y potencialmente bien remunerado hace que muchos aspirantes finjan que su motivaci¨®n por entrar a formar parte de la empresa contratante va mucho m¨¢s all¨¢ de las expectativas salariales¡±. De ah¨ª esos extra?os juegos del gato y el rat¨®n en que se convierten muchas entrevistas en las que el potencial empleador difiere todo lo posible el momento de hablar del salario y el candidato no se decide a preguntarlo.
El velo de la incertidumbre
Katia Mendoza, dise?adora gr¨¢fica peruana que ha residido tanto en Espa?a como en Estados Unidos, asegura haber acudido en nuestro pa¨ªs a entrevistas de trabajo ¡°en las que fui descartada sin llegar a averiguar siquiera cu¨¢nto pensaban pagarme¡±, algo que resultar¨ªa ¡°impensable¡± en otros pa¨ªses.
Mendoza piensa que, m¨¢s all¨¢ de pr¨¢cticas empresariales ¡°poco transparentes o fundamentalmente deshonestas¡±, s¨ª existe entre los espa?oles ¡°una muy marcada resistencia cultural a hablar de dinero¡± que se manifiesta a todos los niveles. Tambi¨¦n en conversaciones informales entre amigos. ¡°Entre 2014 y 2017¡å, cuenta la dise?adora, ¡°resid¨ª en California, y confieso que me resultaba inc¨®moda y molesta la tendencia de muchos de mis interlocutores estadounidenses a contarme cu¨¢nto dinero ganaban, aunque fuese de manera indirecta¡±. En Espa?a ha encontrado un contexto cultural m¨¢s pr¨®ximo a lo que ella describe como ¡°el pudor latinoamericano¡±. Aunque con matices: ¡°En Per¨², los ¨²nicos que hablan habitualmente de dinero suelen ser los que tienen mucho, algo que resulta muy visible en los entornos profesionales acomodados de ciudades como Lima¡±. En cambio, para Mendoza, ¡°en Espa?a, el tab¨² funciona en los dos extremos de la pir¨¢mide, el superior y el inferior¡±. Los que ganan mucho no quieren incurrir en ¡°una ostentaci¨®n que entre los espa?oles tiende a generar rechazo¡±. Y los que ganan poco ¡°prefieren ocultarlo¡±. El salario medio se sit¨²a en nuestro pa¨ªs en 22.476 euros brutos anuales para las mujeres y 27.462 para los hombres. Seg¨²n la intuici¨®n de Mendoza, los que se mueven en una horquilla cercana a esas cifras ser¨ªan los m¨¢s propensos a hablar de dinero.
?Un d¨¦ficit en nuestra educaci¨®n financiera?
En opini¨®n de Mariel Aybar, fundadora de la asesor¨ªa Balanza Finanzas, si nos mostramos m¨¢s dispuestos a hablar de sexo que de dinero es por cuatro motivos principales: porque nos han inculcado desde ni?os que lo segundo es ¡°de mala educaci¨®n¡±, porque hacerlo implica sentirnos sometidos a escrutinio o potenciales comparaciones desfavorables, porque relacionarse de una manera natural con el dinero exige un aprendizaje que no siempre se nos proporciona y, en conexi¨®n con lo anterior, porque ¡°conocemos m¨¦tricas de salud b¨¢sica como el ¨ªndice de masa corporal, pero no las m¨¦tricas de salud financiera¡±, y ese desconocimiento ¡°nos averg¨¹enza¡± y hace que nos resulte dif¨ªcil pedir ayuda.
Aybar aporta detalles curiosos, como los resultados de un estudio reciente de la Universidad de Oxford que determin¨® que ¡°los ni?os empiezan a aprender sobre dinero a los tres a?os y en torno a los siete ya han consolidado la mayor¨ªa de sus sentimientos y actitudes hacia ¨¦l¡±. Si en torno a esa edad ya hemos interiorizado que se trata de un tema tab¨², a excluir de la esfera de las conversaciones cotidianas, nos ser¨¢ muy dif¨ªcil llegar a abordarlo con naturalidad en el futuro. Y eso supone una inhibici¨®n de consecuencias potencialmente muy negativas, porque los adolescentes y j¨®venes que proceden de hogares en los que s¨ª se habla de dinero ¡°son menos proclives a incurrir en gastos impulsivos o a acumular grandes deudas en sus tarjetas de cr¨¦dito¡±.
En definitiva, que de la misma manera que no hablar nunca de sexo suele ser s¨ªntoma de sexualidad no del todo equilibrada y salubre, la resistencia a salir del armario salarial incluso con tu c¨ªrculo ¨ªntimo (o con tus compa?eros de trabajo, precisamente las personas con las que m¨¢s ¨²til y beneficioso te resultar¨ªa compararte) puede acabar dando pie a unas finanzas maltrechas. Recurriendo de nuevo a Scott Fitzgerald, no hablar nunca de dinero es un lujo que solo los muy ricos deber¨ªan permitirse.
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