C¨®mo vestir para visitar a Dr¨¢cula
Una tradici¨®n gitana dice que una manera de destruir a un vampiro es quit¨¢ndole un calcet¨ªn
Vestirse para visitar a Dr¨¢cula exige una serie de normas de etiqueta ¡ªal fin y al cabo ¨¦l es, era o sigue siendo un aristocr¨¢tico voivoda valaco¡ª y tambi¨¦n alg¨²n sistema de seguridad. En ese sentido debes tratar de parecer poco apetitoso (es buena idea fingir falta de lozan¨ªa o anemia), exhibir un crucifijo y desplegar otras medidas apotropaicas como una ristra de ajos en torno al cuello o una camiseta estampada con rosas silvestres (jam¨¢s con la frase ¡°la sangre es vida¡±). Un collar¨ªn bajo pretexto de lesi¨®n cervical (y esto es idea m¨ªa) puede contribuir a desconcertar al anfitri¨®n y aumentar¨¢ nuestra tranquilidad. Intentaremos portar una indumentaria seria, de sobrio pasante de abogado, estilo Jonathan Harker, y nunca demasiado moderna (la longevidad de los vampiros les predispone a valorar la ropa cl¨¢sica y ser inmunes a las modas). Recomiendo fervientemente usar para dormir en el castillo del conde esquijama: eso descorazonar¨¢ a las novias de Dr¨¢cula. Aunque, si una vez las ves no te parecen tan mal, sobre todo la que es igualita a Monica Bellucci, ah¨ª cada uno.
Por nuestra parte, nunca le afearemos a Dr¨¢cula vestir raro o mal, ni le diremos que en la pel¨ªcula de Coppola parec¨ªa la fallera mayor de Transilvania. Hay que recordar que el pobre no se puede ver en el espejo.
Todo esto puede parecer una estupidez, pero viene a cuento de que no hace mucho estuve en un festival consagrado a Bram Stoker, el padre del conde, y tuve que pensar en qu¨¦ ponerme. M¨¢s a¨²n porque a la cita, en Dubl¨ªn, acud¨ªan grandes expertos en vampiros, entre ellos el sobrino bisnieto del escritor, Dacre Stoker, que es uno de los que gestionan el legado de su antepasado, adem¨¢s de haber escrito una secuela tan pasada de sexo, El no muerto (desde luego), que en comparaci¨®n las l¨²bricas pelis de vampiras de la Hammer con Pippa Steel o Yutte Steengard parecen de Walt Disney. Le conoc¨ªa de haberle entrevistado por tel¨¦fono e hicimos buenas migas enseguida, pero su vestuario me decepcion¨®: llevaba camisa hawaiana. En cambio, una autora rumana de pastiches vamp¨ªricos con la que trab¨¦ tambi¨¦n amistad (sin llegar a usar esquijama) vest¨ªa tan g¨®tica que parec¨ªa la abad¨ªa de Carfax. Otro colega era un tipo enjuto con u?as de Nosferatu que se hac¨ªa llamar solo Polidori. Lo pasamos muy bien y yo, de negro con una gabardina semejante a una capa, triunf¨¦ con mi imitaci¨®n de Bela Lugosi: ¡°This rememberrrs me the old parrraments of my own castle in Trrransilvenia¡±.
En todo caso, la relaci¨®n m¨¢s inesperada de los vampiros con la ropa tiene que ver con los calcetines (v¨¦ase The Vampire Encyclopedia, de Matthew Bunson, 1993, entrada ¡°socks¡±). Seg¨²n una tradici¨®n de los gitanos del este de Europa, quitarle un calcet¨ªn a un vampiro es una forma de destruirlo. El m¨¦todo es el siguiente: hay que encontrar un vampiro en su tumba, quitarle un calcet¨ªn y llen¨¢rselo de piedras o tierra de la sepultura. Se lleva a continuaci¨®n el calcet¨ªn lejos y se arroja a una corriente de agua. El vampiro, esta es la idea, se desespera al despertarse y ver que le falta un calcet¨ªn, lo busca como loco y acaba arroj¨¢ndose al agua, donde se ahoga. El m¨¦todo no est¨¢ homologado por Van Helsing y parecer¨¢ muy tonto, pero te ahorras la parte de la estaca y la decapitaci¨®n. Cuando piensas lo que nos exaspera perder los calcetines en la lavadora te das cuenta de cu¨¢nto tenemos todos de vampiros. Y ah¨ª queda la reflexi¨®n
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