La evoluci¨®n de los modales al comer en la mesa
El fin de los c¨®digos de conducta en la mesa es mostrar respeto a los comensales, pese a que el buen o mal gusto, el deleite o la repulsi¨®n son ideas subjetivas con un gran sesgo cultural
La risa y la violencia comparten tanto su riqueza expresiva como unos pintorescos puntos de confluencia en los que una ocasiona la aparici¨®n de la otra. Hay risotadas que enfurecen y tambi¨¦n quien se desternilla ante una circunstancia peligrosa. Estas carcajadas ins¨®litas parece ser que responden a un mecanismo de defensa que se acciona frente a episodios angustiantes o traum¨¢ticos. Vista desde fuera, esta reacci¨®n se ha solido considerar inapropiada, incontrolable e incluso demente. Quiz¨¢ por ello la Iglesia cat¨®lica consider¨® durante siglos la risa algo indecoroso y rid¨ªculo. Las carcajadas escenificaban el alboroto, el desorden, y se pensaba que trastornaban la mente de los inocentes.
Ante semejante celo, sorprenden los demonios alados y bufones burlones que junto a sirenas, dragones y cerdos se encuentran tallados en los asientos del coro de la iglesia g¨®tica de San Pedro de Lovaina, en B¨¦lgica. Parecen escenificar una suerte de inocente parodia, en tiempos en los que se ped¨ªa prevenir expresiones de estulticia. En la misma iglesia, en el mismo lugar donde se colg¨® por primera vez, se encuentra La ¨²ltima cena pintada por Dirk Bouts (1410-1475), un ¨®leo considerado una de las grandes obras de los primitivos pintores flamencos. Este trabajo del siglo XV ensaya las posibilidades del realismo, de la representaci¨®n del mundo real, como lo muestran esos atuendos de los sirvientes o la ambientaci¨®n del espacio que, ins¨®litamente, se alumbra con luz diurna. De esta pintura se suele destacar el eje de gravedad, el punto de fuga, que se encuentra en la l¨¢mpara bajo la que un inusual Cristo, en el papel de sacerdote durante la liturgia eucar¨ªstica, bendice el pan. Sentados alrededor, en una mesa rectangular, se reparten los disc¨ªpulos. Entre todo ello, hay un elemento que suele pasar inadvertido: un tejido que se extiende a lo largo del borde de la mesa, cumpliendo la funci¨®n de ¡°servilleta comunal¡±. Hay que tener en cuenta que durante la Edad Media se com¨ªa con las manos y era habitual limpiarse en el mantel, incluso en la ropa, pese a que en los ambientes nobles se recomendaba comer templadamente. Es durante el Renacimiento cuando se difunde el uso de pa?os para limpiarse las manos.
D¨¦cadas despu¨¦s, Erasmo de ?Rotterdam reglament¨® en su trabajo De civilitate morum puerilium (1530) el correcto comportamiento y uso de los utensilios en la mesa, as¨ª como la clase de conversaci¨®n que debe llevarse en relaci¨®n con el men¨² escogido. La finalidad ¨²ltima es mostrar respeto hacia los comensales, pese a que el buen o mal gusto, el deleite o la repulsi¨®n son ideas subjetivas, con un importante sesgo cultural. Acatar los horarios de la comida, lavarse las manos, evitar alborotar y poner los codos en la mesa, eludir chuparse los dedos, expulsar eructos, pedir por favor o sostener los cubiertos correctamente son c¨®digos de cortes¨ªa aceptados y avalados por la costumbre.
En el cruce de las culturas y las trincheras sociales, algunas normas son como una palmada entre dos tiempos. Hay sociedades donde se come con las manos y donde hacer ruido al sorber o eructar al finalizar est¨¢ bien visto. Los modales corteses hacen que el hombre aparezca exteriormente tal como deber¨ªa ser en su interior, sentenci¨® un Jean de La Bruy¨¨re (1645-1696) que, con un estilo mordaz y decidido, retrat¨® en Les Caract¨¨res ou les M?urs de ce si¨¨cle (Los caracteres o las costumbres de este siglo) una atrevida semblanza de las gentes de su ¨¦poca y las nuevas costumbres que revelaban el esp¨ªritu del siglo XVII.
Muri¨® repentinamente de un derrame cerebral despu¨¦s de cenar, lo que dio pie a rumores sobre un envenenamiento por alguien aludido en sus textos. Por tal motivo, se juzga conveniente comer con las manos sobre la mesa, a la vista, como una resonancia del tiempo en que el veneno era un m¨¦todo infalible para despachar a individuos molestos. Con seguridad, es de peor educaci¨®n envenenar a tu convidado que esconder las manos, pero ah¨ª qued¨® esta formalidad, como una mueca en el rostro de unos modales que cargan en la mirada un buen acopio de vejez fuera de sitio.
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