¡°El turismo es una batalla que no se puede ganar¡±: la destrucci¨®n de las ciudades es la nueva obsesi¨®n generacional
Si hace cincuenta a?os el cine y la m¨²sica pensaban en recibir y agradar al turista, hoy una nueva generaci¨®n de escritores, cantantes y cineastas hablan desde el punto de vista de los hijos de unas ciudades arrasadas por apartamentos tur¨ªsticos y negocios cerrados
En un fragmento del documental Ll¨¢male Jess, el cineasta Jes¨²s Franco, que rod¨® pel¨ªculas como Dr¨¢cula, Virgen entre los muertos vivientes u Operaci¨®n coca¨ªna con Christopher Lee a orillas del Mar Menor, pasea por una peque?a feria en cualquier localidad tur¨ªstica del Levante espa?ol, mientras comenta con entusiasmo las atracciones: ¡°Todas estas guarrer¨ªas, los trenecitos y los aparatos espantosos y miserables haciendo un ruido siniestro e imposible de soportar producen la impresi¨®n de un mundo simp¨¢tico, popular y muy abierto¡±, afirma el director, que contin¨²a diciendo que solo en ese tipo de localizaciones se esconde el verdadero car¨¢cter del pa¨ªs.
Su enfoque es similar al que J.G. Ballard, otro autor de culto, aplic¨® a uno de sus mejores cuentos, D¨ªas maravillosos (1978), en el que miles de turistas brit¨¢nicos quedan atrapados en las Islas Canarias durante lo que parece un fallo de las aerol¨ªneas, solo para descubrir al final que los gobiernos han decidido que es m¨¢s rentable costearles unas vacaciones indefinidas que asumir los gastos que producir¨ªan en sus respectivos pa¨ªses. Franco y Ballard miran al turismo y sus efectos con la fascinaci¨®n que provoca cualquier fen¨®meno kitsch: puede que sean manifestaciones de un sistema econ¨®mico injusto, pero, al menos en su superficie, resultan divertidos.
Pero en 2024 estos enfoques resultan tan anacr¨®nicos como el del viajero decimon¨®nico que recorre una Andaluc¨ªa ex¨®tica y orientalizada (un esp¨ªritu que va de Washington Irving a Gerald Brenan) o el de las espa?oladas de Alfredo Landa. En 2024 una parte enorme de la poblaci¨®n ha experimentado en sus propias carnes los efectos devastadores del turismo sobre el mercado de trabajo, el tejido urbano, la desigualdad social o el patrimonio cultural y natural. Apenas queda espacio para voces que aborden su lado m¨¢s pintoresco o que se coloquen del lado del turista (salvo, quiz¨¢, para mostrar sus contradicciones o su tristeza, como en Aftersun).
Hoy quienes escriben y publican son las hijas de quienes ¡°construyen los hoteles para los guiris¡±, como Andrea Abreu (Panza de burro) o Ana Geranios (Un verano sin vacaciones), cantan quienes han visto c¨®mo su ciudad, seg¨²n sus propias palabras, se ha convertido en ¡°un desprop¨®sito¡±, como Hidrogenesse (Ciutat de Sorra) y Maria Jaume (Nostalgia Airlines) y, como ya hiciera Rafael Chirbes, se siguen escribiendo novelas sobre p¨ªcaros salidos de ca?averales que hicieron negocio a costa de sus vecinos (El holand¨¦s de Elisa Ferrer o Los guapos de Esther Garc¨ªa Llovet).
Del viajero decimon¨®nico al para¨ªso camp
Aunque las primeras quejas contra los turistas pueden leerse en textos de mediados del s. XIX (cuando el irland¨¦s Charles Lever maldec¨ªa ¡°los reba?os de esas criaturas que merodean por las ciudades italianas¡±) y de intelectuales como el antrop¨®logo Levi-Strauss ya detestaban hace d¨¦cadas ¡°los viajes y a los viajeros¡±; en Espa?a es complicado hablar de turismofobia hasta alrededor de 2014, a?o en que Google recoge un espectacular aumento en el uso de esta palabra, particularmente en Baleares.
No es extra?o que la turismofobia haya tardado en aparecer: en Espa?a, durante d¨¦cadas, hemos sido educados para complacer al turista. Lo confirma Ana Fern¨¢ndez Cebri¨¢n, autora de F¨¢bulas del desarrollo: capitalismo e imaginarios sociales en Espa?a y profesora en la Universidad de Columbia: ¡°Seg¨²n el ministro Fraga, los espa?oles deb¨ªan ser instruidos en una nueva pedagog¨ªa del ocio que inclu¨ªa el turismo. El cine, la televisi¨®n y la propaganda eran veh¨ªculos imprescindibles para convertir a los ciudadanos en agentes participantes de la actividad tur¨ªstica, definida en 1965 como una empresa nacional. En las campa?as sobre c¨®mo tratar a los visitantes extranjeros emitidas a mediados de los sesenta, los personajes locales que deb¨ªan ejercer como anfitriones en localidades consideradas de inter¨¦s tur¨ªstico recreaban la identidad de las comunidades rurales de un modo peyorativo¡±.
Si algo resulta innegable es el ¨¦xito de campa?as como aquellas, al menos en t¨¦rminos macroecon¨®micos, y es que, como tambi¨¦n indica Fern¨¢ndez: ¡°Las divisas en forma de remesas enviadas por los trabajadores emigrados y las que report¨® el turismo, que pas¨® de siete millones y medio de visitantes en 1961 a m¨¢s de 17 millones en 1966, fueron decisivas para el crecimiento econ¨®mico del pa¨ªs¡±.?El turismo fue aprovechado por los tecn¨®cratas de la dictadura para reforzar la idea del ¡®milagro econ¨®mico¡¯: ¡°una hoja de ruta para una sociedad de consumo post-ideol¨®gica,?cuya legitimidad no descansaba en la voluntad popular democr¨¢tica sino en la eficacia para garantizar el desarrollo¡±.
A pesar de que el turismo result¨® fundamental para la legitimaci¨®n tramposa del ¨²ltimo periodo del franquismo, la llegada de la democracia no alter¨® su modelo de crecimiento y publicidad que, como se?ala la profesora ¡°ha continuado hasta hoy¡± (con decenas de campa?as financiadas por los sucesivos gobiernos, como la que, en 1988, tuvo por esl¨®gan ¡°Espa?a es simpat¨ªa. Sea amable con los turistas. Es f¨¢cil porque somos as¨ª¡±).
Es sencillo deducir que un negocio tan lucrativo y que crece tan deprisa fue (y es) un caldo de cultivo perfecto para p¨ªcaros y aprovechados de todo tipo. Ya los describi¨® Rafael Chirbes que, desde su terraza en Beniarbeig observaba con un catalejo c¨®mo crec¨ªan las gr¨²as sobre buena parte de la costa valenciana, pero el tema no se agota, como demuestra El holand¨¦s (Tusquets, 2023), de Elisa Ferrer. Esta novela reconstruye la venta fraudulenta de una parcela en Benidorm, pero, sobre todo, gracias al personaje sin escr¨²pulos de Rafael, retrata a parte de una generaci¨®n que pas¨® su infancia asom¨¢ndose a las playas con recelo (eran tierras poco productivas, insalubres, recorridas por pescadores pobres y otros buscavidas) para terminar obsesion¨¢ndose en su madurez con la explotaci¨®n de cualquier terreno en primera, tercera o s¨¦ptima l¨ªnea de playa.
Ferrer cree que los habitantes de las zonas en que despeg¨® el turismo de masas tambi¨¦n son responsables de buena parte de lo que ha sucedido en ellas y pone ejemplos actuales: ¡°En mi barrio [Valencia], hay particulares que han comprado bajos, los han reformado y los alquilan como pisos tur¨ªsticos para lucrarse, sin pensar en la ciudad que est¨¢n dejando a sus hijos. Incluso un amigo, que vive fuera y viene de vez en cuando, est¨¢ buscando piso para sacar la m¨¢xima rentabilidad. As¨ª que figuras como la de Rafael tendr¨ªan poca cabida en la sociedad actual porque estafaban con m¨¦todos anal¨®gicos y un nivel de cutrer¨ªo imposible de pasar por alto, pero piller¨ªa siempre la ha habido y siempre la habr¨¢. Eso s¨ª, ellos accedieron a solares en primera l¨ªnea en lugares donde ya no queda ni un metro cuadrado¡±.
No obstante, de acuerdo con la aceleraci¨®n generalizada del sistema econ¨®mico y con unos mercados que conquistan cada vez m¨¢s espacio y m¨¢s tiempo, el turismo cada vez se aleja m¨¢s de su aspecto cl¨¢sico (el de ¡°la colchoneta y la crema solar¡± en lugares construidos espec¨ªficamente para ello) y toma la totalidad de los barrios: ¡°Antes hab¨ªa ciudades y zonas tur¨ªsticas que crecieron para complacer al turista (y al jubilado); esa era su identidad. Las poblaciones de costa, algunas casi fantasmas, con sus edificios cerrados en invierno, se llenaban de vida en vacaciones. Lo que ocurre ahora es que el turismo se alarga a todo el a?o¡±, comenta Ferrer. ¡°Adem¨¢s, coloniza lugares que antes eran de paso o no estaban en el mapa. Conquista barrios, expulsa a los vecinos, arrasa a su paso con negocios locales, con el parque de viviendas, sube el precio de los alquileres, de las compraventas, mina el ADN de las ciudades y convierte el bar de siempre en un caf¨¦ de especialidad, la tienda de ultramarinos en un alquiler de bicis o en una barber¨ªa o en una tienda de ropa de segunda mano y esa esencia que atrajo a los turistas en primer lugar, termina por desaparecer¡±.
El trabajador precario, la ciudad arrasada
En el ensayo Estuve aqu¨ª y me acord¨¦ de nosotros (Anagrama, 2024), Anna Pacheco aborda la industria del turismo en Barcelona desde la perspectiva de miles de trabajadores y trabajadoras de hotel que ni siquiera pueden vivir en la ciudad cuya marca est¨¢n contribuyendo a crear. Esta es una de las constataciones m¨¢s desoladoras del libro: a diferencia del obrero del viejo modelo industrial (que tuvo por paradigma aquel lema de Henry Ford, ¡°Quiero producir coches que mis trabajadores puedan comprar¡±), el trabajador del sector tur¨ªstico no podr¨¢ permitirse jam¨¢s aquello que su fuerza de trabajo produce (o solo excepcionalmente, a modo de recompensa, y por eso, ccomo narra Pacheco, muchos trabajadores de hotel se sienten traidores cuando se convierten en hu¨¦spedes).
Otra de las conclusiones de la periodista y escritora es que, con excepciones, el discurso de los gerentes, muy relacionado con la cultura del esfuerzo a pesar de que dentro de estas empresas apenas existen mecanismos de promoci¨®n interna, ha calado en los trabajadores: muchos no son conscientes de qu¨¦ derechos les est¨¢n siendo hurtados (en general, en este sector se trabaja m¨¢s horas y se cobra menos que la media) o prefieren hacer malabarismos pluriemple¨¢ndose antes que afiliarse a un sindicato.
Aunque al final de su texto Pacheco propone algunas opciones para ¡°construir, en definitiva, alternativas a un consumo desesperado, de evasi¨®n¡±, la autora reconoce que es muy complicado dar con ellas, porque el turismo tambi¨¦n es una cuesti¨®n de clase para quienes no trabajan en el sector. Y es que al turista se le ofrece, aunque temporalmente, como simulacro y previo pago, todo aquello de lo que el ciudadano asalariado ya apenas dispone (tiempo libre, cuidados, espacios agradables¡) porque desde hace a?os tambi¨¦n padece el repliegue de los servicios p¨²blicos y el deterioro de sus propias condiciones de trabajo.
Carlos Ballesteros y Gen¨ªs Segarra, integrantes del grupo Hidrogenesse y autores de Ciutat de Sorra, un disco de diez canciones que funcionan como peque?as narraciones sobre la Barcelona contempor¨¢nea, tambi¨¦n son pesimistas: ¡°El turismo no se puede hacer bien. Es una batalla sin fin que nunca va a ganarse. Nadie piensa en los dem¨¢s y nadie piensa en el futuro. Ni cuando se hace turismo ni cuando se vive del turismo. Todos aprovechamos la oportunidad¡±.
Su disco, que acompa?aba una exposici¨®n del artista y escultor David Bestu¨¦ con el mismo t¨ªtulo, forma parte de la reciente ola de obras cr¨ªticas con el turismo. Ellos explican que no se puede entender su ciudad sin los efectos nocivos del turismo y detallan as¨ª sus motivaciones: ¡°En Ciutat de Sorra, al intentar retratar Barcelona y documentar sus cambios en las ¨²ltimas d¨¦cadas, el turismo aparece como la principal causa de tensiones y hostilidad, sustituyendo a los conflictos de clase de la revoluci¨®n industrial. El esp¨ªritu de la Rosa de Foc de los revolucionarios de principios del siglo XX se traslada a los activistas anti-turismo que empezaron a vandalizar obras de Gaud¨ª y otros atractivos¡±.
Tambi¨¦n desde Barcelona, Maria Jaume acaba de lanzar Nost¨¤lgia Airlines, un disco en el que explora su relaci¨®n ¨ªntima con un fen¨®meno que, como mallorquina, siempre la ha interpelado. ¡°La elecci¨®n de este tema no ha sido una decisi¨®n muy meditada, sino que sali¨® desde mi malestar y mi convivencia en dos entornos masificados. No hace falta hacer trabajo de campo para comprobar c¨®mo tu calidad de vida va disminuyendo y la ciudad donde vives se va despersonificando y se va preparando cada vez m¨¢s para aquellos que la visitan y t¨² como residente vas perdiendo facilidades¡±, comenta la cantante. ¡°Soy bastante joven y recuerdo que de peque?a frecuentaba unos sitios que ahora ya no se sienten nuestros. Es muy triste presenciar c¨®mo una isla o una ciudad se va desdibujando¡±, a?ade la autora de temas como Hoteles, sol y playa.
Si el disco de Jaume, desde su t¨ªtulo y su atm¨®sfera sonora, est¨¢ dominado por la nostalgia, es porque tambi¨¦n ella considera que lo que ha ocurrido podr¨ªa haberse evitado: ¡°La canci¨®n Cala Rajada 1964 est¨¢ inspirada en el documental Estrangers de Elisa Banal. El documental retrata a Bel, una mujer que abri¨® una de las primeras pensiones en los a?os sesenta y explica las relaciones de amistad que surg¨ªan con sus clientes, c¨®mo la invitaban a Alemania y ella los visitaba, c¨®mo la ayudaban a fregar los platos en la pensi¨®n y c¨®mo las locales disfrutaban de ver los vestidos y los bikinis que llevaban las alemanas. Me pareci¨® una postal preciosista de lo que empez¨® siendo y lo que hubiese podido ser a d¨ªa de hoy. Y por eso quise compararlo con el fen¨®meno extremo que vivimos ahora¡±, desarrolla Jaume.
Si bien todav¨ªa se discute sobre los l¨ªmites que se deber¨ªan imponer a una industria que est¨¢ consumiendo nuestros recursos, nuestras ciudades y nuestras vidas, voces como las anteriores aportan miradas nuevas desde posiciones ya no tan inesperadas. El turismo es un problema tan amplio que hace tiempo que salt¨® desde las p¨¢ginas de econom¨ªa y sociedad de los peri¨®dicos a los estantes de las librer¨ªas, a los cines y hasta a las mejores canciones pop. ¡°Es triste que la ¨²nica manera de soportar el mundo sea salir de ¨¦l de vez en cuando¡±, concluyen los Hidrogenesse.
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