¡°Desde que le dispararon, a Andy le empezaron a dar miedo los adictos y las herederas enloquecidas¡±: la incre¨ªble vida de Bob Colacello
El periodista fue uno de los hombres de confianza de Warhol. Aprendi¨® que hay que aferrarse a las oportunidades que la vida ofrece. Y hacer muchas, muchas fotos: una muestra est¨¢ en la exposici¨®n ¡®It just happened¡¯
¡°Bob, no lo entiendes. ?Una vez est¨¢s conectado a Andy, no puedes desconectarte!¡±. Esta frase, dicha por un amigo cuando el recuerdo de sus 13 a?os junto a Andy Warhol todav¨ªa le provocaba sentimientos encontrados, sirvi¨® a Bob Colacello para darse cuenta de lo afortunado que hab¨ªa sido. ¡°Puedes odiar a tus padres o reconocer lo que han hecho por ti, y fue un privilegio estar tan cerca de un artista que ha sido tan influyente como Picasso. Andy fue un visionario. Quer¨ªa ser famoso m¨¢s que ninguna otra cosa, y sab¨ªa que la fama y la infamia est¨¢n muy relacionadas. ?Trump es como una creaci¨®n warholiana, posiblemente con un toque de Dal¨ª!¡±, exclama a trav¨¦s del tel¨¦fono desde su casa en Southampton, Nueva York.
Todo empez¨® con una llamada en 1970. Diplom¨¢tico de formaci¨®n y estudiante de cr¨ªtica de cine, Colacello viv¨ªa con sus padres en Long Island. Cogi¨® el aparato y una voz le dijo que hab¨ªan le¨ªdo su rese?a de la ¨²ltima pel¨ªcula de Andy Warhol en New Nation, una publicaci¨®n independiente. ?Le gustar¨ªa escribir para la nueva revista de Warhol, Interview? A pesar de las reticencias de su padre (¡°??Para eso te mand¨¦ a Georgetown?!¡±), la respuesta fue afirmativa y, con solo 22 a?os, Bob Colacello se mud¨® a Manhattan. Se incorpor¨® a la Factory, el c¨¦lebre estudio del rey del Pop Art. Y poco tiempo despu¨¦s se encontr¨® dirigiendo Interview, coescribiendo sus libros y acompa?¨¢ndole a viajes y fiestas, much¨ªsimas fiestas, en busca de v¨ªctimas: clientes millonarios a los que el artista pudiera retratar por un m¨®dico precio. En ese tiempo Colacello tambi¨¦n hizo fotos, muchisimas fotos, con su peque?a c¨¢mara Minox. Diana Vreeland cenando con Norman Mailer, Warhol sacando una polaroid de Willy Brandt, Truman Capote en Studio 54, Diane Von Furstenberg sin vestir antes de una boda... Buena parte de ese archivo se public¨® en su libro Out (Steidl/7L, 2007), y una nueva selecci¨®n se muestra ahora en It just happened. Photographs by Bob Colacello 1976-1982, una exposici¨®n en la galer¨ªa Ivorypress de Madrid. En la introducci¨®n del lujoso cat¨¢logo, con pies de foto manuscritos por el autor, Colacello explica que, como dice el t¨ªtulo, aquella extraordinaria sucesi¨®n de acontecimientos simplemente ocurri¨®: ¡°Yo nunca plane¨¦ nada. Pero siempre he seguido el lema de mi madre: ¡®Cuando la oportunidad llama a la puerta, ¨¢bresela¡¯. Y he pasado por muchas puertas¡±.
Las fotos de Colacello van desde el c¨¦nit de la era disco en los lib¨¦rrimos a?os setenta hasta la victoria de Ronald Reagan en 1982: ¡°A partir de ah¨ª todo empez¨® a girar en torno al dinero. La lista de los 400 norteamericanos m¨¢s ricos de Forbes naci¨® ese a?o: los millonarios se hicieron m¨¢s competitivos, se pusieron a la defensiva¡±. Antes de aquello, que tambi¨¦n es decir antes del sida, la fiesta fue larga e intensa: ¡°La m¨²sica disco lleg¨® desde los clubes negros hasta las discotecas gais. Los dise?adores y los maquilladores empezaron a traerse a sus amigas modelos a bailar, y entonces los heteros vinieron detr¨¢s. Ese fue el principio de la mezcla de esa ¨¦poca: ricos y pobres, embajadores de Naciones Unidas y chicos en shorts¡±, relata. ¡°Fue la parte inocente de la decadencia. La coca¨ªna era nueva, nadie sab¨ªa que era adictiva. Las mujeres ten¨ªan la p¨ªldora. Si quer¨ªas acostarte con alguien cada noche, pod¨ªas hacerlo. Luego todo fue demasiado lejos: el sexo, las drogas, el alcohol, la b¨²squeda del placer¡±. Aquellos fueron sus a?os formativos. ¡°Igual que hoy obtengo energ¨ªa de mis amigos j¨®venes, comprendo aquella ¨¦poca y el inter¨¦s que yo mismo despertaba en personajes fascinantes, pero mayores que yo, como Capote o Vreeland. Intercambi¨¢bamos ideas. Nos profes¨¢bamos respeto. ?A m¨ª me impresionaban much¨ªsimo! Y eso les encantaba, les hac¨ªa sentir bien. Es importante mezclar generaciones. En Europa se sienta a cenar a los j¨®venes desde que tienen 16 a?os. En Estados Unidos se les deja fuera. Es una estupidez¡±.
En los Diarios de Andy Warhol, su editora, Pat Hackett, describe a un Bob Colacello ¡°sexualmente ambiguo y pol¨ªticamente conservador¡±. Que fuera republicano era un activo para Warhol, dem¨®crata confeso aunque no tuviera problema en ofrecer retratos a dictadores extranjeros. Lo usaba para acercarse a gente con la que ten¨ªa dif¨ªcil comunicaci¨®n. ¡°En realidad era muy ¨²til¡±, r¨ªe Colacello, que en 2004 escribi¨® Nancy and Ronnie: Their path to the White House, una semblanza de los Reagan. M¨¢s que republicano se define como contestatario. ¡°En los mundos del arte y los medios no te dejan ser republicano. En mi casa lo eran porque era el partido de la libre empresa, del emprendedor. Mis abuelos vinieron de Italia. Eran alba?iles y pescadores de Brooklyn. Pero entonces ninguno de los dos partidos era muy extremo¡±, afirma, refiri¨¦ndose a la polarizaci¨®n de la pol¨ªtica actual. ¡°Me considero tradicional. Cat¨®lico, aunque no vaya mucho a la iglesia. Es m¨¢s f¨¢cil seguir tu tradicion¡±.
El conservadurismo de Colacello le coloc¨® en un lugar ventajoso: ¡°En la cena de investidura del partido Republicano nunca hab¨ªan invitado a un periodista antes, y Nancy Reagan no daba entrevistas. No hay que ser ni sentencioso ni sarc¨¢stico: yo solo creo en contar la historia. La idea de que la prensa es juez y jurado de todo el mundo es rid¨ªcula. ?Acaso los periodistas no hemos hecho de todo? ?Acaso no decimos estupideces? Son los artistas quienes deben ser controvertidos¡±. Sin embargo, cuando Nancy and Ronnie sali¨® publicado, la exprimiera dama estuvo seis semanas sin llamarle. ¡°Yo ya se lo hab¨ªa advertido cuando empec¨¦ a trabajar en el libro: ¡®Nancy, no solo puedo hablar con tus amigos¡¯. Ella no pidi¨® ver nada antes. Y cuando finalmente me llam¨®, me dijo: ¡®Est¨¢ bien, pero dice cosas sobre m¨ª que no son muy halagadoras¡¯. Pero lo sab¨ªan incluso sus cercanos: ¡®Bob lo cuenta como fue¡¯. Y ella asent¨ªa. Luego vinieron las buenas cr¨ªticas. Y al poco ya hab¨ªamos vuelto a la normalidad¡±.
¡°Tienes que ser honesto con la gente. Si haces promesas debes cumplirlas¡±, prosigue. ¡°A mucha gente le alucina que te molestes en llamar para verificar una informaci¨®n, y luego esa gente habla con otra. El pr¨ªncipe Carlos me dio la ¨²nica entrevista cuando sac¨® su libro porque ten¨ªa los contactos. Y fue la ¨²nica entrevista, a pesar de que sab¨ªa que tambi¨¦n llamar¨ªa a sus cr¨ªticos¡±. En esta era de ficci¨®n hist¨®rica televisiva, ?qu¨¦ opina sobre The Crown? ¡°No la he visto, pero tengo mis reservas sobre estos docudramas. O es ficci¨®n o no lo es. Es perjudicial para la juventud, que ahora estudia historia a trocitos¡±, protesta. ¡°Pas¨® lo mismo con la pel¨ªcula que hicimos sobre Doris Duke. Pas¨¦ a?os escribiendo sobre ella, ?y luego hab¨ªa escenas inventadas! Podr¨ªa haberlas sustituido por cosas que de verdad ocurrieron. Es una mujer que tuvo una vida complicad¨ªsima y con lo que te quedas es que se acost¨® con su mayordomo¡±.
La fijaci¨®n con los poderosos le viene de peque?o: ¡°Antes que republicano, soy mon¨¢rquico. Me viene de mi abuela napolitana. Recuerdo que un d¨ªa volv¨ª del colegio y mi abuela estaba llorando sobre el peri¨®dico. ¡®?Han matado al rey de Irak!¡¯, exclam¨®. ¡®Robert. Cuando seas mayor ya no quedar¨¢n ni reyes ni reinas¡¯. Pero conozco a algunas. Y son la historia viviente de sus pa¨ªses¡±.
Colacello pertenece a la segunda tanda de j¨®venes que rodearon a Warhol. Muchas de las superestrellas, los primeros habitantes de la Factory, eran miembros guapos y desquiciados de familias aristocr¨¢ticas. Pero tanto Bob como Fred Hughes, hombre de confianza y director del estudio, como otros colaboradores que llegaron entonces, eran ¡°chavales de familias normales. Universitarios, chicos de los suburbios de clase media o media alta¡±. Los chicos formales reinaron despu¨¦s de que Valerie Solanas, feminista radical y ef¨ªmera superstar, atentara contra Warhol en 1968. ¡°La primera Factory era muy creativa, pero muy loca. Desde que le dispararon, a Andy le empezaron a dar miedo los adictos y las herederas enloquecidas. Aunque a veces nos dec¨ªa: ¡®Chicos, sois aburridisimos, ?los de las anfetaminas eran mucho m¨¢s creativos!¡¯. Y le contest¨¢bamos: ¡®?Estupendo, Andy, que vuelvan!¡¯ En realidad estaba envejeciendo. Hab¨ªa estado a punto de morir. Le encantaba contratar a gente joven y llamarnos ¡®los chicos¡¯. Conocer a nuestras familias. Ven¨ªa a casa y mi madre cocinaba espaguetis para todos¡±.
La cr¨ªtica estaba dando de lado a Warhol en esa ¨¦poca. Empezaban a quedar lejos las latas de sopa Campbell, las efigies de Marilyn y esa primera Factory con paredes cubiertas de pintura de plata y barra libre de sustancias. El nuevo local era mucho m¨¢s civilizado: estaba decorado con piezas art d¨¦co y la gran atracci¨®n eran unos almuerzos diarios en los que Warhol y sus chicos epataban a posibles retratados o anunciantes potenciales de Interview. Un par de modelos, una joven estrella de Hollywood y un arist¨®crata europeo, por ejemplo, envolv¨ªan a la v¨ªctima del d¨ªa sentados a la mesa del comedor, una imponente pieza de ¨¦bano de ?mile-Jacques Ruhlmann. El men¨² era take away pero, seg¨²n la categor¨ªa del invitado, pod¨ªa ser ensalada de pasta, quiches y pat¨¦, o s¨¢ndwiches de caviar. Sin camareros. Andy serv¨ªa el vino. ¡°?Los artistas no tienen sirvientes!¡±, dec¨ªa. Colacello defiende categ¨®ricamente la producci¨®n de Warhol aquellos a?os: ¡°No creo que las obras de los setenta y los ochenta sean menos importantes. Por tama?o, belleza y significado. ?Acaso no se adelant¨® a los tiempos con sus cuadros de drag queens? Andy hac¨ªa obras religiosas para tiempos seculares. Iconos, objetos de adoraci¨®n. Marilyn, Elvis, el d¨®lar, la hoz y el martillo. Santos, mucho m¨¢s que celebridades. ?No es importante todo eso?¡±. Hace una pausa y a?ade: ¡°Adem¨¢s, no hay warhols tard¨ªos. ?Pero si muri¨® a los 58! Cy Twombly pintaba a los 95. Eso es obra tard¨ªa¡±.
En Holy terror, la imprescindible biograf¨ªa de Andy Warhol que Colacello public¨® en 1990, el artista es retratado como un hombre vulnerable e inseguro, pero tambi¨¦n manipulador. Que disfrutaba provocando suspicacias y enfrentamientos entre sus empleados. Obsesionado con el dinero y tan taca?o a la hora de pagarles como generoso para soltar perlas pasivoagresivas: ¡°Tienes que traer el bacon, Bob¡±, sol¨ªa decirle antes de cualquier fiesta. ?Se han ablandado esos recuerdos? ¡°S¨ª, pero todo lo que cuento ocurri¨®. Las peleas entre Andy y Fred, y los celos que Fred ten¨ªa de m¨ª. Pero si no te ablandas, te amargas¡±, reflexiona. ¡°La Factory no era un trabajo normal, sino una familia. Yo era uno de los cinco colaboradores m¨¢s estrechos de Andy. Cuando me fui, a los 35, me sent¨ª como si me estuviera escapando de casa. Estaba enfadado. Durante a?os ni siquiera me apeteci¨® mucho verlo¡±.
Warhol llevaba a?os deprimido cuando falleci¨®, en 1987, despu¨¦s de una operaci¨®n de ves¨ªcula. La fundaci¨®n que leg¨® tuvo un comienzo plagado de conflictos entre sus administradores, dirigidos por Fred Hughes, y un desenlace inesperadamente dram¨¢tico. ¡°La desaparici¨®n de Andy fue tr¨¢gica e innecesaria. ?Imagina lo que podr¨ªa haber hecho con Instagram! Y que Fred contrajera esclerosis justo cuando hab¨ªa conseguido todo lo que anhelaba: el dinero, la posici¨®n...¡±, suspira Colacello, que cubri¨® la desdichada saga en Vanity Fair. ¡°Pero los precios astron¨®micos, el respeto y el reconocimiento que llegaron despu¨¦s, todo eso Andy lo habr¨ªa disfrutado much¨ªsimo¡±.
Colacello suele repetir que nunca tuvo que trepar socialmente: cay¨® directamente en la cumbre gracias al helic¨®ptero de Warhol. Engrasaba las bisagras sociales del t¨ªmido artista, y a cambio gan¨® un acceso pr¨¢cticamente in¨¦dito. ¡°No le he hecho una foto a nadie desde 1982. Me hice periodista y ya no quedaba muy serio. Ojal¨¢ hubiera continuado. A le gente le daba igual que sacara la c¨¢mara en casa de Halston, porque era el ¨²nico. Me gustaba retratar a la gente en actitud natural. En mis fotos Andy nunca est¨¢ posando, cuando en las dem¨¢s sal¨ªa como petrificado, o artificial... Mis fotos son m¨¢s bien documentos. Muchas veces est¨¢n sobreexpuestas, porque no sab¨ªa ajustar la c¨¢mara. Con un flash muy fuerte, aunque a la gente le encantaba porque quitaba las arrugas. O movidas. ?Pero as¨ª es una fiesta!¡±, r¨ªe.
Para un hombre que se precia de haber atrapado cada oportunidad, ?hay alguna que lamente haber dejado pasar? ¡°En el ¨¢mbito rom¨¢ntico, varias. Y tal vez me arrepiento de no haber escrito m¨¢s, de no hab¨¦rmelo tomado m¨¢s en serio. Creo que hay oportunidades que perd¨ª en Cond¨¦ Nast [editorial para la que trabaj¨® hasta 2018]. Posiblemente tanta vida nocturna impidi¨® que me hicieran director de alguna de sus revistas. Igual estaba distra¨ªdo, o me sent¨ªa demasiado inseguro para darme cuenta si alguna vez tuve la opci¨®n. Pero me encantaba dirigir Interview. Me hubiera gustado fundar mi propia revista, con moda, pol¨ªtica, cine, arte, gais, heteros... Me encantan esas mezclas. En la vida y en el trabajo¡±. S¨ª se alegra, no obstante, de haber salido del carril r¨¢pido de la rapid¨ªsima autopista que deb¨ªa ser su vida social: ¡°Fue hace 26 a?os. Supe que no pod¨ªa aguantar m¨¢s ma?anas sentado entre los restos de la fiesta, con el coraz¨®n latiendo a toda velocidad por culpa de la coca¨ªna y bebiendo whisky de la botella para paliar el efecto. Que lo hagas a los 25 no significa que puedas a los 45¡±. Tambi¨¦n hay cierta melancol¨ªa en It just happened. ¡°La mitad de la gente que sale en libro ya no est¨¢. Pero he sido muy afortunado de vivir aquello, de tener recuerdos tan divertidos. Especialmente con los ausentes. As¨ª nunca los das por sentado¡±.
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