La pu?alada
Dependemos de personas mal pagadas, con empleos precarios, v¨ªctimas predilectas de quienes recortan presupuestos y derechos laborales
Las grandes conmociones suelen acarrear grandes consecuencias. Parece l¨®gico. Supongo que cada uno de nosotros habr¨¢ tenido estos d¨ªas al menos un momento de v¨¦rtigo hist¨®rico: la constataci¨®n de que vivimos algo terrible y extraordinario, algo que dejar¨¢ marca. En circunstancias como estas, lo evidente se hace a¨²n m¨¢s evidente. Por ejemplo, que dependemos absolutamente de quien trabaja tras un volante o ante una caja, de quien reparte sobre dos ruedas, de quien friega los suelos, de quien nos atiende en el hospital: dependemos de personas mal pagadas, con empleos precarios, v¨ªctimas predilectas de quienes recortan presupuestos y derechos laborales. Supongo que estas personas se dar¨¢n cuenta tambi¨¦n de su propia importancia y actuar¨¢n en consecuencia. Antes hab¨ªa una cosa llamada sindicato, no del todo in¨²til para resolver ciertas injusticias.
El Reino Unido reconoci¨® el derecho de las mujeres al voto en 1918, reci¨¦n terminada la Primera Guerra Mundial. Francia lo reconoci¨® en 1944, cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial en Europa. La gran conmoci¨®n hab¨ªa hecho que lo evidente fuera a¨²n m¨¢s evidente. En el cap¨ªtulo de evidencias, quiz¨¢ resulte innecesario resaltar lo bien que est¨¢n trabajando la canciller de Alemania, la primera ministra de Nueva Zelanda o la presidenta de Taiw¨¢n.
A largo plazo, una gran conmoci¨®n suele implicar un gran progreso. A corto plazo, sin embargo, pueden ocurrir fen¨®menos desagradables. Depende de c¨®mo asume cada sociedad su propia circunstancia. Tras la Primera Guerra, los italianos (que hab¨ªan roto en 1915 con sus aliados centroeuropeos y acabaron en el bando vencedor) sent¨ªan que hab¨ªan sufrido mucho para obtener casi nada. Mussolini public¨® su famoso art¨ªculo Trincerocrazia, proclamando que quienes hab¨ªan estado en las trincheras ten¨ªan derecho a gobernar. Y ocurri¨® lo que ya sabemos: gobern¨® ¨¦l como dictador fascista. Mientras en Italia circulaba la idea de la trincerocrazia, en Alemania, pa¨ªs derrotado, surg¨ªa el mito de la ¡°pu?alada por la espalda¡±. Busco en la Red la palabra alemana, que suena m¨¢s fuerte: Dolchstosslegende.
Seg¨²n la Dolchstosslegende, Alemania no hab¨ªa sido vencida en el campo de batalla, sino en la retaguardia. Una conspiraci¨®n de pol¨ªticos ineptos, jud¨ªos y socialistas hab¨ªa traicionado a los heroicos soldados (entre ellos, decenas de miles de jud¨ªos y socialistas, pero eso daba igual) y hab¨ªa arruinado la patria. Eso cal¨®. Una poblaci¨®n asustada y empobrecida es propensa a creer cualquier cosa. Al cabo de unos a?os, el mito de la pu?alada por la espalda fue uno de los factores que llevaron al poder a Adolf Hitler.
Ideas no muy distintas a la Dolchstosslegende circu?lan ahora por Espa?a. La relativa incompetencia de un Gobierno que para algunos fue ¡°fel¨®n¡± desde su nacimiento refuerza, entre esos algunos y algunos otros, la sensaci¨®n de que lo pasamos mal porque nos han traicionado desde arriba. No es verdad. Muchos Gobiernos (y muchos dirigentes opositores) han cometido errores y el sufrimiento se reparte por el planeta entero. Pero hay que tener cuidado. Si la sociedad espa?ola pasa de la pandemia a una recesi¨®n sever¨ªsima con la sensaci¨®n de haber sido derrotada, ideas como la ¡°trincherocracia¡± y mitos como ¡°la pu?alada por la espalda¡± pueden resultar tentadores. Seamos conscientes de que las grandes conmociones suelen acarrear grandes consecuencias.
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