Los ni?os
Deber¨ªamos ser conscientes de que a los menores, espa?oles o de cualquier parte, les dejaremos como herencia un mundo bastante inc¨®modo
Muchos ni?os espa?oles vivir¨¢n un poco mejor a partir de hoy, domingo. Supongo que los padres disfrutar¨¢n de su alegr¨ªa. Hay que saborear los buenos momentos. Por poco l¨²cidos que seamos los adultos, sin embargo, deber¨ªamos ser conscientes de que a estos ni?os, espa?oles o de cualquier parte, les dejaremos como herencia un mundo bastante inc¨®modo.
Otras generaciones han tenido que sufrir tiempos horribles. La penuria del actual confinamiento parece poca cosa en comparaci¨®n con lo que pasaron los ni?os europeos de un siglo atr¨¢s: los horrores de Leningrado y Stalingrado, los bombardeos, el hambre, los campos de exterminio, los Gobiernos asesinos de Adolf Hitler o I¨®sif Stalin. Y no hace falta ir tan lejos. Tenemos bien reciente el asedio de Sarajevo, las limpiezas ¨¦tnicas balc¨¢nicas y ruandesas, el terrorismo, las invasiones absurdas, la miseria y la muerte de tantos migrantes.
Pero estos ni?os que experimentan el encierro y perciben el ansia de sus mayores, y la incertidumbre, y el dinero que no alcanza, inician su vida en un planeta que, quiz¨¢ no tan sobrado de espantos como el del siglo pasado, rezuma estupidez como nunca antes. En el pa¨ªs m¨¢s importante, Estados Unidos, manda un hombre cuya idiotez y egocentrismo alcanzan niveles pasmosos. En Brasil, la gigantesca potencia latinoamericana, ocupa la presidencia un hombre gravemente perturbado. No hablamos de populismo, sino de algo peor. Y China, que aspira a la hegemon¨ªa, es lo que es: un pa¨ªs sometido a un r¨¦gimen dictatorial y paranoide.
Cabe recelar del futuro cuando se dan estos fen¨®menos y tanta gente los aplaude. Incluso si dej¨¢ramos de votar a personajes de transparente cretinez, incluso si logr¨¢ramos convertir en residuales a quienes propugnan el fascismo, la tiran¨ªa bananera o el despotismo sin ilustrar, incluso si contuvi¨¦ramos los prejuicios y la ira, lo que viene pinta crudo.
A la crisis, la pobreza, el distanciamiento f¨ªsico y el temor a rebrotes pand¨¦micos habr¨¢ que sumar la deuda colosal que hemos generado en parte por necesidad, en parte porque no nos apeteci¨® prescindir de ciertas cosas y en parte porque nos daba igual: el futuro siempre es cosa de otros. Resulta que esos otros son precisamente las ni?as y ni?os a los que concedemos un recreo carcelario.
A la ni?ez del confinamiento y las precauciones le tocar¨¢, dentro de un tiempo no muy largo, afrontar las consecuencias del cambio clim¨¢tico. No tengamos ninguna duda sobre eso. Quienes niegan la distorsi¨®n del clima vienen a ser los mismos que negaron (y en ciertos casos a¨²n niegan) la peligrosidad del coronavirus. Dada la condici¨®n humana, resulta probable que nos resistamos a hacer lo poco que a¨²n podemos hacer para mitigar esa pr¨®xima cat¨¢strofe. Que nuestros hijos se las arreglen cuando llegue el momento.
Tampoco es plan amargarnos el alivio. Gocemos de los buenos momentos: saben a¨²n mejor con la consciencia de que son ef¨ªmeros. Y demos a nuestros hijos todo el amor posible. Estos cr¨ªos que corren, gritan y act¨²an como locos bajitos van a tener que convertirse en gente mucho m¨¢s dura, l¨²cida y coherente que nosotros. Si no una disculpa, merecen al menos un beso.
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