El d¨ªa en que los nacionalpopulistas enterraron el legado de Reagan y Thatcher
Los herederos de la revoluci¨®n conservadora se reunieron en febrero en un opulento sal¨®n de baile de Roma. El presidente h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n fue la estrella de la cita
Sucedi¨® durante una conferencia celebrada en Roma a principios de febrero bajo el t¨ªtulo God, Honor, Country: President Ronald Reagan, Pope John Paul II, and the Freedom of Nations [Dios, honor, patria: el presidente Ronald Reagan, el papa Juan Pablo II y la libertad de las naciones]. El acontecimiento, inspirado por el escritor israel¨ª Yoram Hazony y convocado bajo la ense?a del ¡°conservadurismo nacionalista¡±, estuvo coorganizado por Chris DeMuth, expresidente del American Enterprise Institute (en la ¨¦poca en la que este apoyaba el capitalismo global y la guerra de Irak) y John O¡¯Sullivan, autor de los discursos de la ex primera ministra brit¨¢nica Margaret Thatcher. Actualmente, O¡¯Sullivan dirige el Instituto del Danubio, financiado por el Gobierno h¨²ngaro a trav¨¦s de una fundaci¨®n. Seg¨²n DeMuth, los gastos corrieron a cargo de un donante estadounidense an¨®nimo. El encuentro fue la secuela de la Conferencia del Conservadurismo Nacionalista celebrada en Washington el a?o pasado. En aquella ocasi¨®n la reuni¨®n cont¨® con un extra?o conglomerado de nuevos y viejos conservadores que inclu¨ªa tanto a John Bolton, que lleg¨® a consejero de Seguridad Nacional de Trump, como al comentarista pol¨ªtico Tucker Carlson; a participantes que todav¨ªa hablaban esperanzadamente de recortar el Estado y a otros que quer¨ªan ampliarlo; y a personas que segu¨ªan compitiendo por ser relevantes junto a individuos rebosantes de confianza en su actual relevancia.
La conferencia de Roma fue diferente en muchos aspectos, empezando por el est¨¦tico. En ninguno de los salones de Washington hay tantas columnas corintias. El prop¨®sito, al menos en principio, tambi¨¦n parec¨ªa un poco m¨¢s misterioso. Si algo un¨ªa a Reagan y a Juan Pablo II, era una idea grandiosa, ambiciosa y generosa de la civilizaci¨®n pol¨ªtica occidental, que imaginaba una Europa democr¨¢tica integrada por m¨²ltiples v¨ªnculos econ¨®micos, pol¨ªticos y culturales, y cohesionada bajo el paraguas de la hegemon¨ªa estadounidense. Juan Pablo II quer¨ªa que Polonia ingresase en la Uni¨®n Europea. Reagan, en su famoso discurso en Normand¨ªa, no solo declar¨® que ¡°vale la pena morir por el pa¨ªs de uno¡±, sino tambi¨¦n que ¡°vale la pena morir por la democracia porque es el sistema m¨¢s profundamente honorable jam¨¢s concebido por el ser humano¡±. Margaret Thatcher, al menos mientras ocup¨® el cargo de primera ministra, tambi¨¦n defend¨ªa esta visi¨®n de Occidente. La mandataria fue una de las fuerzas motoras detr¨¢s del mercado ¨²nico europeo, la zona de libre comercio de alcance continental que precisaba adem¨¢s un sistema regulatorio unificado (el mismo que los brit¨¢nicos ahora rechazan), y cre¨ªa firmemente en la importancia de los derechos humanos. Lo dijo de manera expl¨ªcita: ¡°Al fin y al cabo, el Estado no es meramente una tribu. Es una entidad legal¡±, declaraba en Zagreb en 1998, seg¨²n cuenta su bi¨®grafo, Charles Moore. ¡°La preocupaci¨®n por los derechos humanos¡ complementa por consiguiente la idea de nacionalidad a fin de garantizar un Estado nacional que sea fuerte y democr¨¢tico a la vez¡±.
Thatcher: ¡°Preocuparse por los derechos humanos hace que el Estado sea a la vez fuerte y democr¨¢tico¡±
El nuevo conservadurismo nacionalista, al menos seg¨²n se manifest¨® en Roma, es muy diferente del reaganismo y del thatcherismo. El punto de partida es que tanto la integraci¨®n europea como la hegemon¨ªa estadounidense son malas, y que los ideales universales como los derechos humanos constituyen una ideolog¨ªa peligrosa. En realidad, se trata de los mismos argumentos que Hazony expon¨ªa en su libro The Virtue of Nationalism [La virtud del nacionalismo], un ensayo que sintetiza la historia b¨ªblica, la obra de John Locke y la pol¨ªtica contempor¨¢nea en un remedo de filosof¨ªa pol¨ªtica para nuestra ¨¦poca. Hazony ha inventado una definici¨®n de naci¨®n ¡ª algo as¨ª como un conjunto de tribus que han acordado vivir juntas¡ª que no se ajusta a ninguno de los pa¨ªses actualmente existentes, ni siquiera a Israel. Tambi¨¦n atribuye todo lo bueno de la civilizaci¨®n contempor¨¢nea a la naci¨®n, y todo lo malo a lo que ¨¦l llama ¡°imperialismo¡±. Los pa¨ªses y las instituciones que le gustan los mete en el primer saco, y los que no, en el segundo. De ello resulta que los nazis, que se defin¨ªan a s¨ª mismos espec¨ªficamente como nacionalistas, no lo eran, sino que eran imperialistas, al igual que la Uni¨®n Europea, una organizaci¨®n creada para evitar el resurgir del nazismo. Gran Breta?a, Espa?a y Francia cuentan como naciones a pesar de su larga historia como imperios terrestres y navales.
En esta visi¨®n del mundo, la democracia carece de importancia. Tampoco la tienen los tratados y las obligaciones internacionales, por m¨¢s que la gente sea partidaria de ellos. Aunque formar parte de la Uni¨®n Europea sea voluntario ¡ªel Brexit acaba de demostrarlo¡ª y en la mayor parte de los pa¨ªses cuente con el apoyo de una mayor¨ªa, Hazony escribe y habla como si la UE fuese una potencia ocupante.
El nuevo conservadurismo parte de que tanto la UE como la hegemon¨ªa de EE UU son malas
Que su tesis sea ahist¨®rica y contenga contradicciones internas no significa que no pueda ser influyente. Muchos libros malos lo han sido, y mucho. Este ha tenido la gran fortuna de que se public¨® justo antes de que la palabra nacionalismo fuese adoptada por Donald Trump, a quien le resulta de lo m¨¢s ¨²til para disfrazar una serie de medidas de pol¨ªtica interior y exterior gobernadas principalmente por sus caprichos y dictadas por su propio inter¨¦s. Mike Pompeo, secretario de Estado, tambi¨¦n ha utilizado el lenguaje del nacionalismo. Adem¨¢s, el libro de Hazony se public¨® justo en el momento en que un pu?ado de intelectuales conservadores angloestadounidenses, a quienes Trump y el Brexit animaron a romper sus viejas alianzas, andaba en busca de un nuevo proyecto, y los partidos de la extrema derecha europea suspiraban por la legitimidad que les pod¨ªan otorgar los amigos brit¨¢nicos, estadounidenses y, en particular, israel¨ªes. En otras palabras, el arco de la historia del que hablaban Martin Luther King y Barack Obama se est¨¢ curvando ahora en la otra direcci¨®n, y mucha gente se est¨¢ subiendo al carro.
La visi¨®n de una ¨¦lite intelectual en proceso de cambio radical de ideas y alianzas nunca resulta elegante, y el acontecimiento ¡°chirriaba¡± a veces. El discurso de apertura de Hazony marc¨® un tono extra?o. Una vez m¨¢s, volvi¨® a establecer categor¨ªas maniqueas, oponiendo los ¡°progresistas racionalistas ilustrados¡± (malos), sin vinculaciones familiares ni patri¨®ticas, a los conservadores (buenos), que s¨ª las tienen, y dejando fuera una tercera categor¨ªa, nutrida y mucho m¨¢s matizada, integrada por los numerosos progresistas racionalistas ilustrados que, adem¨¢s, son patriotas, cuidan de sus hijos y sienten apego por las costumbres locales. Atac¨® al euro, la moneda com¨²n europea, no por sus defectos econ¨®micos, sino porque sus billetes est¨¢n decorados con dibujos de puentes imaginarios en vez de reales. Afirm¨® que a los ni?os europeos ¡°no se les ense?a que hay una cosa llamada naci¨®n¡±. Por supuesto, Hazony tiene todo el derecho a apelar a una vieja y leg¨ªtima tradici¨®n pol¨ªtica ¡ªel conservadurismo burkeano no es ninguna novedad¡ª, pero dijo unas cuantas tonter¨ªas. En diferentes momentos de su vida, mis hijos fueron a colegios polacos, brit¨¢nicos y estadounidenses, y en todos ellos les hablaron de ¡°la naci¨®n¡±. Igual de absurdo es afirmar que los progresistas europeos nunca se refieren a sus pa¨ªses con orgullo. El mismo d¨ªa en que Hazony pronunciaba su discurso en el sal¨®n de baile del hotel de Roma, el presidente de Francia daba una conferencia en una universidad de Cracovia en la que declar¨® que se sent¨ªa ¡°orgulloso de ser franc¨¦s y orgulloso de ser europeo¡±, y a?adi¨® que esperaba que los polacos albergasen la misma clase de sentimientos. Millones de personas encuentran que ambas cosas no son contradictorias.
Pero Hazony no fue el ¨²nico conferenciante en Roma que daba muestras casi paranoicas de sentirse v¨ªctima de una persecuci¨®n. No cabe duda de que actualmente hay una familia de conservadores que cree que es un hecho que ¡°la naci¨®n¡± ha sido proscrita. El escritor estadounidense Rod Dreher describ¨ªa con solemnidad un mundo en el que se sent¨ªa oprimido, del mismo modo que lo estaba la poblaci¨®n bajo el comunismo totalitario. ¡°La ideolog¨ªa voraz en la que vivimos inmersos es¡ una pol¨ªtica identitaria mundialista centrada en las v¨ªctimas, frecuentemente denominada ¡®justicia social¡±, advert¨ªa, e instaba al p¨²blico a pensar en s¨ª mismos como los cristianos a los que en el pasado se persegu¨ªa por su fe. Roberto de Mattei, un intelectual cat¨®lico italiano, habl¨® con pesimismo de una ¡°dictadura del relativismo¡±, y declar¨® que la progres¨ªa influyente hab¨ªa prohibido que se escribiesen libros sobre la historia del comunismo. Dado que he escrito tres libros sobre el tema, todos ellos publicados en varios idiomas europeos, incluido el italiano, su afirmaci¨®n me dej¨® de piedra.
Lo que hace que este punto de vista resulte m¨¢s desconcertante es que tambi¨¦n choca con la realidad pol¨ªtica. Los conservadores nacionalistas no pueden ser v¨ªctimas indefensas de una cultura totalitaria y, al mismo tiempo, tener el enorme poder pol¨ªtico que algunos de ellos, sin asomo de duda, tienen. No todos los nuevos nacionalistas con poder asistieron a la conferencia. Trump, como es l¨®gico, ten¨ªa otras ocupaciones. El primer ministro israel¨ª, Benjam¨ªn Netanyahu, tampoco estuvo presente. Se esperaba la asistencia de Matteo Salvini ¡ªel l¨ªder nacionalista de extrema derecha, ex viceprimer ministro de Italia, y qui¨¦n sabe si su pr¨®ximo primer ministro¡ª, pero fall¨® en el ¨²ltimo minuto, seguramente porque piensa que en este momento le puede reportar m¨¢s votos asociarse con los progresistas racionalistas ilustrados. Al menos por ahora, el Gobierno del primer ministro brit¨¢nico, Boris Johnson, tambi¨¦n est¨¢ dando un giro hacia el centro. El ¨²nico pol¨ªtico brit¨¢nico electo que pude vislumbrar en la conferencia fue un exc¨¦ntrico diputado tory llamado Daniel Kawczynski, conocido principalmente por ser un abierto defensor del presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin.
No obstante, dado que ni O¡¯Sullivan ni DeMuth tienen ya protagonismo en el debate pol¨ªtico brit¨¢nico o estadounidense ¡ªactualmente, O¡¯Sullivan vive en Budapest y dirige un instituto financiado por el Gobierno h¨²ngaro¡ª y puesto que Hazony es un personaje marginal en Israel, llama la atenci¨®n el n¨²mero de pol¨ªticos europeos con ambiciones pol¨ªticas realistas y verdadera influencia que hicieron acto de presencia. Thierry Baudet, el ciza?ero y elocuente l¨ªder nacionalista holand¨¦s de extrema derecha ¡ªsu partido controla alrededor del 15% de los votos de su pa¨ªs, lo cual es mucho en un sistema tan fragmentado como el de los Pa¨ªses Bajos¡ª, formaba parte de una de las comisiones. Tambi¨¦n hab¨ªa un pol¨ªtico de Vox, la formaci¨®n espa?ola en r¨¢pido crecimiento que ha roto el tab¨² posfranquista respecto a la pol¨ªtica nacionalista. La francesa Marion Mar¨¦chal, que ha prescindido del apellido Le Pen aunque no por ello haya dejado de pertenecer a la familia que fund¨® el partido actualmente conocido como Agrupaci¨®n Nacional, habl¨® largo y tendido.
Mar¨¦chal, a la que a veces se hace referencia como candidata a la presidencia de Francia en 2022, pronunci¨® un discurso bien elaborado que, al igual que el de Hazony, dibuj¨® un contraste agudo y polarizador entre los conservadores y los progresistas racionalistas ilustrados, a los que denomin¨® ¡°progresistas¡±, a secas. Por lo visto, el t¨¦rmino abarca a cualquiera, desde el presidente Emmanuel Macron hasta los estalinistas franceses. La conferenciante pronunci¨® palabras sugestivas: ¡°Intentamos conectar el pasado con el futuro, la familia con la sociedad¡ Nosotros representamos el realismo; ellos son la ideolog¨ªa. Nosotros creemos en la memoria; ellos son la amnesia¡±. Sin embargo, sus ideas no se corresponden con la realidad. En Cracovia, Macron habl¨® de manera expl¨ªcita y detallada de la historia y la memoria, al igual que ha hecho en otras muchas ocasiones. Seguramente, para los seguidores de Mar¨¦chal esto no tenga importancia. Quiz¨¢ se sienten una minor¨ªa perseguida y ella se hace eco de esa visi¨®n. Tal vez sencillamente prefieran o¨ªr hablar de historia a alguien como ella, que act¨²a de portavoz de una definici¨®n ¨¦tnica de Francia y la nacionalidad francesa, que a Macron.
No obstante, si bien es cierto que los nuevos nacionalistas caricaturizan a los progresistas, tambi¨¦n lo es que los progresistas suelen caricaturizar a los nuevos nacionalistas, y yo no quiero hacerlo. Parte de lo que Mar¨¦chal dice a los franceses, y de lo que Baudet dice a los holandeses, es indiscutiblemente cierto. Es verdad que las econom¨ªas se han vuelto m¨¢s globales, lo cual aumenta la vulnerabilidad de las comunidades peque?as; que la modernidad ha destrozado los viejos paisajes; que la gente se ha alejado de las iglesias, probablemente para siempre; que la tecnolog¨ªa est¨¢ avanzando a una velocidad de v¨¦rtigo. La cuesti¨®n es c¨®mo hacer frente a los leg¨ªtimos temores provocados por estos cambios. Por ejemplo, la Uni¨®n Europea ha presentado una serie de medidas, entre ellas la asignaci¨®n de fondos a la cultura y la arquitectura y la protecci¨®n de la agricultura europea, lo que equivale a decir a los paisajes del continente, frente a la competencia. Se puede discutir si las medidas son eficaces, pero en un mundo dominado por un Estados Unidos err¨¢tico y una China autoritaria, la UE sigue siendo la ¨²nica entidad lo bastante grande para defender a Europa en la escena internacional. Pa¨ªses Bajos solo ¡ªincluso el Reino Unido solo¡ª no tendr¨¢ esa capacidad.
No obstante, parte de lo que dicen los nuevos nacionalistas es indiscutiblemente cierto
No obstante, tambi¨¦n existen otras posibilidades. Por ejemplo, los temores del electorado se pueden utilizar ¡ªatizar y explotar¡ª para construir un nuevo movimiento pol¨ªtico. Y como el conservadurismo nacionalista est¨¢ deseando ser un nuevo movimiento pol¨ªtico, esta perspectiva interesa a mucha gente. Gracias a algunos discursos no tan elocuentes sobre el patriotismo polaco y las glorias de la ¡°soberan¨ªa¡±, el p¨²blico de la reuni¨®n de Roma se fue dispersando a medida que avanzaba la jornada. Sin embargo, cuando faltaba poco para la sesi¨®n final, los c¨¢maras y los periodistas empezaron a encaminarse de nuevo hacia la sala. La entrada del ¨²ltimo orador fue recibida con una gran ovaci¨®n. All¨ª estaba el primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n, cuya trayectoria quiz¨¢ ilustre mejor que ninguna otra la distancia que ha recorrido el conservadurismo de Reagan y Thatcher desde 1989. Ca¨ª en la cuenta de que gran parte de los presentes en realidad hab¨ªa ido a o¨ªrlo a ¨¦l.
Como es bien sabido, Orb¨¢n ha ido un poco m¨¢s lejos que muchos otros conservadores europeos. Por una parte, no ha tenido reparo en utilizar un lenguaje nacionalista, en ocasiones hist¨¦rico, con el que alude a las teor¨ªas de la conspiraci¨®n y reproduce los t¨®picos antisemitas, para explotar el miedo al mundo exterior. ¡°Luchamos contra un enemigo diferente de nosotros¡±, dec¨ªa en 2018. ¡°No se muestra abiertamente, sino que se esconde; no es franco ni honesto, sino vil y taimado; no es nacional, sino internacional; no cree en el trabajo, pero especula con el dinero; no tiene patria, pero cree que el mundo le pertenece¡±. Y, lo que es m¨¢s importante, ha superado a cualquier otro l¨ªder europeo en su voluntad de destruir las instituciones que crean el sustrato que hace posible la democracia. Aunque los participantes en la conferencia se explayaron sobre la opresiva ideolog¨ªa izquierdista de las universidades, Hungr¨ªa es el ¨²nico pa¨ªs europeo que ha cerrado una universidad entera, ha puesto organismos acad¨¦micos (la Academia H¨²ngara de Ciencias) bajo el control directo del Gobierno y ha retirado los fondos a los departamentos universitarios que no son del agrado del Gobierno por razones pol¨ªticas. Y aunque abundaron las voces que afirmaban que se sent¨ªan reprimidas por los medios de comunicaci¨®n de izquierdas, Hungr¨ªa es tambi¨¦n el ¨²nico pa¨ªs europeo que ha empleado una combinaci¨®n de presi¨®n financiera y pol¨ªtica para someter al control del partido gobernante la mayor¨ªa de los medios p¨²blicos y privados.
El primer ministro h¨²ngaro ilustra la distancia recorrida por el conservadurismo de Reagan desde 1989
La destrucci¨®n de la prensa independiente y de las instituciones acad¨¦micas por parte de Orb¨¢n, as¨ª como su lenta politizaci¨®n de los tribunales h¨²ngaros, han servido a un prop¨®sito considerablemente distante de las nobles ideas sobre la soberan¨ªa nacional y la belleza de los paisajes. Sus maquinaciones han permitido a la familia del primer ministro y a su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo camuflar la infinitud de maneras en que se sirven del poder del Estado para enriquecerse. Tambi¨¦n le han ayudado a ama?ar las reglas electorales, manipular las circunscripciones y modificar la Constituci¨®n a fin de asegurarse la victoria. El primer ministro suele llevar el autoritarismo al l¨ªmite, aunque sin rebasarlo (por ejemplo, evitando casi siempre la violencia), entre otras razones porque Hungr¨ªa recibe importantes cantidades de dinero de la Uni¨®n Europea, parte del cual beneficia personalmente a sus compa?eros de partido. Ahora bien, si la Uni¨®n acaba desapareciendo, ya no necesitar¨¢ esa contenci¨®n. Su pa¨ªs ilustra como ninguno qu¨¦ ocurre cuando se prescinde de los valores universales, se reprime a los periodistas y a los cient¨ªficos que presentan hechos, y se socava la judicatura y el Estado de derecho. Deshacerse de todo ello significa situarse a un paso de la corrupci¨®n y la tiran¨ªa. Esta es la verdadera cara del nuevo ¡°nacionalismo¡±, por cuidadosamente que se oculte tras una fachada intelectual o se disfrace de sucesor de Reagan o Juan Pablo II. Es evidente por qu¨¦ resulta atractivo para individuos como Netanyahu o Trump.
Los temores del electorado se pueden atizar y explotar para construir un nuevo movimiento pol¨ªtico
Nada de lo que digo es un secreto, aunque a Orb¨¢n nadie le hiciese preguntas al respecto cuando sali¨® al estrado. Antes bien, ?DeMuth le pidi¨® que revelase la receta de su ¨¦xito. Con rostro impasible, el invitado le respondi¨®, entre otras cosas, que es muy ¨²til contar con el apoyo de los medios de comunicaci¨®n. Al fondo de la sala, donde se encontraban los representantes de la prensa, se oyeron algunas risas. En un momento dado, Orb¨¢n defini¨® su filosof¨ªa pol¨ªtica como ¡°dem¨®crata cristiana¡±, dando a entender que se trataba de una idea flamante y radical. Lo cierto es que es muy antigua: los democristianos alemanes, holandeses y belgas fueron los fundadores de la Uni¨®n Europea, y Angela Merkel, miembro de la democracia cristiana e hija de un pastor protestante, dirige Alemania hoy en d¨ªa. Merkel es cristiana, pero no conforme a la definici¨®n de cristianos que Orb¨¢n y muchos de los ponentes de Roma hacen de s¨ª mismos. Su cristianismo ofrece orientaci¨®n moral, no un medio para separarnos a ¡°nosotros¡± de ¡°ellos¡±. Esto ¨²ltimo constituye una nueva identidad pol¨ªtica agresiva a la que aspiran muchos de los presentes en la sala, especialmente si se les otorga el derecho de abolir el Estado de derecho cuando lleguen al poder.
El mundo de Reagan y Juan Pablo II hace mucho que pas¨® a la historia y nadie sabe c¨®mo reaccionar¨ªan ambos al llamado boicoteo digital [cancel culture] y los linchamientos en Twitter, a la reacci¨®n contra la cultura occidental en los campus universitarios estadounidenses (pero no h¨²ngaros), o a algunas de las peores variantes del pensamiento de extrema izquierda. Pero, por alguna raz¨®n, dudo que su reacci¨®n fuese crear una nueva derecha cleptocr¨¢tica y autoritaria que socavase las instituciones que preservan la democracia. Tampoco creo que hubiesen querido destruir las instituciones sobre las que descansa Occidente desde hace mucho tiempo, como quieren hacer muchos de estos nuevos ¡°nacionalistas¡±. Al igual que Thatcher, yo tambi¨¦n aspiro a vivir en ¡°un Estado nacional que sea fuerte y democr¨¢tico a la vez¡±, una naci¨®n que inspire patriotismo y respete la idea de los derechos humanos. No veo por qu¨¦ el amor al pa¨ªs y el amor a la historia habr¨ªan de ser incompatibles con la pertenencia a unas comunidades occidentales m¨¢s amplias. Sin embargo, en el mundo pol¨ªtico en el que estamos entrando, pronto podr¨ªan llegar a serlo.
Traducci¨®n de News Clips.
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