Nada de especial
Al lado de estas noticias, el resto son irremediablemente triviales. Uno ya asiste al telediario como a un funeral. Hasta el nuevo anuncio de la loter¨ªa te hace llorar, y te toca las narices, porque lo hacen adrede
Yo no s¨¦ qu¨¦ se puede escribir despu¨¦s de ver en la televisi¨®n a esa mujer africana gritando en una lancha porque su beb¨¦ se estaba hundiendo en el agua. Todo lo dem¨¢s es insignificante. Dejar¨ªa en blanco el resto de la columna. Deber¨ªa pararse el mundo, pero no se para ni el informativo, porque la vida sigue, y el programa sigui¨®, porque pasan otras cosas, desde luego menos tr¨¢gicas, aunque otras tambi¨¦n mucho. El juicio de los atentados de Barcelona, por ejemplo, donde se escuchaba el jueves otra voz de mujer, solo la voz, contando el horror que vivi¨® en la Rambla. Lo relataba entre l¨¢grimas, a¨²n desgarrada. Era otro momento como para detener el programa, pero hay que seguir. Al lado de estas noticias, el resto son irremediablemente triviales. Pero no las de la pandemia, tampoco, que son terribles en su monoton¨ªa. Uno ya asiste al telediario como a un funeral. Hasta el nuevo anuncio de la loter¨ªa te hace llorar, y te toca las narices, porque lo hacen adrede, y para que compres algo. Saben que estamos todos muy tristes, el tipo de asunto tan real que no es noticia. C¨®mo lo cuentas. Quiz¨¢ preguntando por la calle: ¡°?Est¨¢ usted triste?¡±. ¡°Pues s¨ª, para que te lo voy a negar¡±, admitir¨ªan los peatones cabizbajos.
Encontr¨¦ luego por azar la historia de un personaje curioso, un tal Ryozo Kotoge. Es un se?or japon¨¦s de 93 a?os que, de esos 93, lleva 75 como de regalo. En la Segunda Guerra Mundial era piloto kamikaze y lleg¨® su turno para una misi¨®n suicida tras las bombas at¨®micas en Hiroshima y Nagasaki. El 10 de agosto de 1945 le despertaron a las cuatro de la ma?ana, se visti¨® con su uniforme y orden¨® sus cosas sabiendo que las dejaba all¨ª para siempre. Pero el cami¨®n que deb¨ªa llevarle no lleg¨®. Al final nada, la misi¨®n se suspendi¨®. No quisieron hacerles morir a lo tonto, la guerra estaba perdida. Cinco d¨ªas despu¨¦s Jap¨®n se rindi¨®. Ryozo Kotoge se libr¨®. Ahora cuenta: ¡°Sent¨ª una extra?a sensaci¨®n al estar todav¨ªa vivo mientras muchos hab¨ªan muerto ya¡±. Sus sentimientos, todav¨ªa hoy, son raros y contradictorios, como la mayor¨ªa de los que tenemos, por otra parte. Entre la culpa por haber sobrevivido y la gratitud al destino. Luego tuvo familia, es abuelo, trabaj¨® de funcionario hasta su jubilaci¨®n. El periodista le pregunt¨® qu¨¦ ha vivido en esos 75 a?os gracias a que no tuvo que morir y respondi¨®: ¡°Nada de especial¡±.
Me sent¨® fatal que dijera eso, no te fastidia el kamikaze este. Pero despu¨¦s pens¨¦ m¨¢s rato en ello. Nada de particular puede pasar tras una pesadilla, nada lo es, tras una guerra y dos bombas at¨®micas¡ salvo la paz. Record¨¦ unas hermosas palabras de Ortega y Gasset, hablando de la democracia liberal: ¡°Era inveros¨ªmil que la especie humana hubiera llegado a una cosa tan bella, tan parad¨®jica, tan elegante, tan acrob¨¢tica, tan antinatural¡±. Dec¨ªa antinatural porque lo nuestro, a lo que apunt¨¢bamos como especie, ha sido m¨¢s bien el salvajismo y el destrozo en medio del caos y el horror, y solo una peque?a parte de nosotros, una extra?a mezcla m¨¢s racional, espiritual y po¨¦tica, una parte buena, invitaba a la esperanza. Y en realidad, en medio de todo lo que va mal, ha habido dos noticias buenas de dos inventos humanos a contracorriente, la pol¨ªtica y la ciencia. Una es la vacuna, la otra es la derrota de Trump. Por cierto, que con ¨¦l s¨ª se pararon los informativos, le cortaron en medio de uno de sus desvar¨ªos. Yo no s¨¦ si estoy muy de acuerdo con eso. Bueno, s¨ª lo s¨¦, no estoy de acuerdo, pero eso no impide que lo disfrutara como un enano. Total, que al final te sientes siempre culpable de todo.
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