A renovarse, se?or¨ªas
Cuando aparece un micr¨®fono, en ese mismo momento se activa el efecto de imitar a quienes creemos importantes
Traigo una mala noticia para diputados y senadores: ¡°A d¨ªa de hoy¡± ya lo dice cualquiera. Los exfutbolistas que comentan los partidos, los alcaldes ped¨¢neos, los periodistas, las abogadas, los cantantes, las jugadoras de baloncesto, las farmac¨¦uticas, los vigilantes de seguridad. As¨ª que ha dejado de ser una expresi¨®n de prestigio, de ¨¦sas que pronuncian solamente los elegidos. O sea, ellos.
Se ve¨ªa venir, porque sus locuciones impostadas tienen un principio y un final. Y ese proceso, que requiere unos cuantos a?os, va como sigue:
Primer paso. Las personas encumbradas que necesitan emplear un lenguaje propio para distinguirse de los pobres mortales adoptan determinada expresi¨®n. Puede ser ¡°a d¨ªa de hoy¡±, pero tambi¨¦n ¡°poner en valor¡±; o ¡°el conjunto¡± (de algo que ya es un conjunto; el conjunto de los espa?oles, el conjunto del Gobierno, el conjunto del conjunto). Tambi¨¦n pueden ¡°posicionarse¡± sobre una cuesti¨®n o hablar de un polic¨ªa de toda la vida como ¡°un miembro de las fuerzas y cuerpos de la Seguridad del Estado¡±.
Segundo paso. Los periodistas del mundillo copian todo eso sin querer, o sin querer queriendo. Esto hace que el p¨²blico oiga una y otra vez semejantes locuciones y acabe consider¨¢ndolas parte de una forma de hablar importante, una especie de c¨®digo particular de quienes se ponen delante de un micro; gente admirable que no forma parte del com¨²n.
Por supuesto, casi nadie usar¨¢ esas locuciones en su vida cotidiana. No se oir¨¢ en la familia ¡°tenemos que posicionarnos sobre si compramos leche de soja o leche de arroz¡±, ni se dir¨¢ ¡°hoy recoger¨¦ yo en el colegio al conjunto de los ni?os¡±, o ¡°pongo en valor las buenas notas que ha sacado Gertrudis¡±¡ Pero, ay, si aparece un micr¨®fono, s¨ª puede que cambie la cosa.
Y aqu¨ª viene el tercer paso. Porque cuando aparece un micro, en ese mismo momento se activa el efecto de imitar a quienes creemos importantes; porque si los dem¨¢s nos van a ver en la televisi¨®n, m¨¢s vale estar a tono con lo que en ella se lleva. No vaya a parecer que no sabemos hablar.
Por lo general, cuando alguien llega a su casa no pregunta: ¡°?Qu¨¦ tenemos de comida a d¨ªa de hoy?¡±. En cambio, si se persona un reportero en un supermercado y se interesa por el precio de los productos hortofrut¨ªcolas, probablemente se le responder¨¢: ¡°Es que a d¨ªa de hoy la comida est¨¢ muy cara¡±.
Cuarto paso. Los impulsores iniciales de esas expresiones espurias perciben de pronto que ya todo el mundo las pronuncia y que por tanto han dejado de constituir un elemento de distinci¨®n. ?Qu¨¦ inter¨¦s puede tener entonces decir ¡°a d¨ªa de hoy¡±?
As¨ª que poco a poco se ir¨¢n desvaneciendo.
Y ah¨ª termina el proceso.
Ya sucedi¨® anta?o con ¡°la coyuntura¡±, por ejemplo, que aparec¨ªa a todas horas como alusi¨®n a lo que mayormente suced¨ªa; o ¡°la singladura¡±, que se met¨ªa con calzador pero no en referencia a la distancia recorrida por un barco en 24 horas, sino a cualquier trayecto pol¨ªtico: incluso hab¨ªa ¡°largas singladuras¡± de meses y de a?os; o ¡°tema¡±, que en la Transici¨®n daba presunto lustre a cientos de frases (entonces no hac¨ªa falta acordar los Presupuestos, sino ¡°acordar el tema de los Presupuestos¡±).
En fin, se?or¨ªas, a d¨ªa de hoy opino que les conviene actualizar su impostado vestuario verbal, que ya se va quedando obsoleto. Creo que pronto necesitar¨¢n nuevos inventos para seguir sosteniendo el tingladillo.
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