Thomas E. Lovejoy: el padre del concepto ¡°biodiversidad¡± quiere salvar el Amazonas de Bolsonaro
El prestigioso bi¨®logo participa en las conversaciones entre EE UU y Brasil para frenar la destrucci¨®n de la floresta
Para el padre del vocablo ¡°biodiversidad¡±, pertenecer a una clase privilegiada y asumir responsabilidades sociales son asuntos indisociables. Quiz¨¢ por eso, cada vez que tiene oportunidad, el bi¨®logo Thomas E. Lovejoy (Nueva York, 79 a?os) suma apoyos a la doble causa a la que lleva dedicado desde que se form¨® en la Universidad de Yale hace m¨¢s de medio siglo: investigar los efectos de la destrucci¨®n del Amazonas y convencer a gente poderosa para que act¨²e.
No se puede decir que Lovejoy, quien comenz¨® estudiando aves en Brasil en 1965, no haya tenido ¨¦xito en estos dos objetivos. Para entender el impacto de los humanos en la biodiversidad, este neoyorquino oriundo del Upper East Side, hijo y nieto de ejecutivos del ramo de las aseguradoras, se intern¨® durante a?os en la selva brasile?a, portando pantal¨®n y camisa caqui, estudiando sistem¨¢ticamente aves, murci¨¦lagos, insectos, ¨¢rboles y todo tipo de plantas. Cuando volv¨ªa a Estados Unidos, un Lovejoy de traje y pajarita colorida explicaba a la ¨¦lite pol¨ªtica, econ¨®mica y cultural estadounidense los secretos de la floresta y las posibles recetas para salvarla de su destrucci¨®n. Era como un puente a¨¦reo entre el Amazonas y el Capitolio.
A menudo, sus conocimientos, su amplia sonrisa y su gran pragmatismo en la formulaci¨®n de soluciones encandilaban a sus interlocutores. Tom Cruise lo llam¨® ¡°un gu¨ªa, un profesor, un amigo¡±, y Robert Redford dijo de ¨¦l que tiene una capacidad ¡°contagiosa¡± de sensibilizar audiencias. Adem¨¢s de cargos importantes en el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y el Instituto Smithsoniano, Lovejoy ha sido consejero cient¨ªfico de cuatro Administraciones (Ronald Reagan, George H. W. Bush, Bill Clinton y Barack Obama). Ha sido galardonado con premios en EE UU, Jap¨®n, Brasil y Espa?a. Hoy probablemente sea uno de los bi¨®logos m¨¢s influyentes del mundo.
Desde su casa de madera a las afueras de Washington, Lovejoy cuenta que actualmente participa en las negociaciones entre Estados Unidos y Brasil para que Jair Bolsonaro d¨¦ un giro a su aberrante pol¨ªtica amaz¨®nica y ataje los mayores ¨ªndices de deforestaci¨®n registrados en una d¨¦cada, una tendencia destructiva que han convertido el (mal) llamado ¡°pulm¨®n del planeta¡± en un emisor neto de di¨®xido de carbono. ¡°Estados Unidos est¨¢ listo para poner recursos financieros encima de la mesa¡±, dice. La fecha clave ser¨¢ los pr¨®ximos 22 y 23 de abril, cuando 40 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos Bolsonaro y Pedro S¨¢nchez, participar¨¢n en una cumbre clim¨¢tica organizada por la Casa Blanca.
Las investigaciones dotaron a Lovejoy del prestigio y la influencia de las que hoy goza. Sus experimentos para medir el impacto humano sobre la selva son pioneros y siguen dando frutos m¨¢s de cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de ser implementados. C¨¦lebre entre la comunidad cient¨ªfica es su proyecto Tama?o M¨ªnimo Cr¨ªtico para los Ecosistemas (BDFFP, en sus siglas en ingl¨¦s), que consiste en el estudio pormenorizado de una docena de islotes de selva de tama?os entre 1 y 100 hect¨¢reas situados cerca de Manaos.
A finales de 1970, Lovejoy, tras mover muchos hilos para lograr tierra y financiaci¨®n, logr¨® crear los islotes con fines cient¨ªficos, aisl¨¢ndolos unos de otros emulando las pr¨¢cticas predatorias de madereros y especuladores de tierra: tala y fuego. Desde entonces, esa docena de peque?os territorios acaso sean las ¨¢reas del Amazonas m¨¢s estudiadas de todos los tiempos. Este experimento ha permitido que Lovejoy y cientos de otros investigadores, entre ellos alg¨²n premio Pulitzer, hayan escudri?ado los impactos de la fragmentaci¨®n de la floresta en especies de ¨¢rboles, monos y aves, entre muchos otros factores. ¡°Es el experimento ecol¨®gico m¨¢s importante jam¨¢s llevado a cabo¡±, ha dicho el ecologista Stuart Pimm, otro gran experto en extinci¨®n de especies. Una de las conclusiones de Lovejoy es que para que el extraordinario castillo de cartas amaz¨®nico formado por biodiversidad y evapotranspiraci¨®n no se derrumbe, es decir, para que el Amazonas siga funcionando como un portentoso ecosistema que conecta a miles de especies (quiz¨¢ muchas m¨¢s de las que la ciencia jam¨¢s llegue a comprender), las reservas naturales deben tener grandes extensiones, del orden de 100.000 hect¨¢reas. De lo contrario, la presi¨®n externa, incluida la de un planeta que aumenta de temperatura, pone en peligro la biodiversidad y el crucial ciclo de lluvias generado por el Amazonas en Am¨¦rica del Sur.
A punto de cumplir 80 a?os, Lovejoy asiste a un momento crucial para la mayor selva tropical. ¡°Estamos cerca del punto de no retorno¡±, explica. Con cerca del 20% de su cobertura forestal modificada, dice, el Amazonas podr¨ªa degenerar pronto en una sabana. Pese a todo, no ha perdido la esperanza. El ¨²ltimo de sus argumentos es que salvar bosques y selvas es ¡ªadem¨¢s de una acci¨®n necesaria por el bien de la biodiversidad, el planeta y los pueblos ind¨ªgenas¡ª la mejor f¨®rmula para evitar una nueva pandemia. En el Amazonas hay inn¨²meros virus y pat¨®genos desconocidos que, como el coronavirus, podr¨ªan saltar a los humanos si seguimos acerc¨¢ndonos a los h¨¢bitats de fauna salvaje. ¡°Esta pandemia es quiz¨¢ lo suficientemente grande y dura para que haya cambios generalizados en el comportamiento humano¡±, vaticina.
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