Las peores familias
Con su silencio sobre la investigaci¨®n de Juan Carlos I, el Gobierno no da prueba de prudencia sino de endeblez.
A falta de una Constituci¨®n escrita, los brit¨¢nicos tienen La Constituci¨®n inglesa. A juzgar por la frecuencia con que es citado, el libro de Walter Bagehot (1826-1877) mantiene una peculiar vigencia. Adem¨¢s de gestionar sus negocios y dirigir la revista The Economist, Bagehot intent¨® explicar en su obra magna c¨®mo se estructuraba el complejo corpus institucional del Reino Unido. Fue ¨¦l quien afirm¨® que la Monarqu¨ªa representaba la faz digna del poder, destinada a recibir el respeto de la poblaci¨®n, y que el Gobierno constitu¨ªa la otra cara, la real, la eficiente, la sometida a escrutinio.
Bagehot escribi¨®: ¡°Por encima de todas las cosas nuestra realeza debe ser reverenciada, y si uno empieza a hurgar en ella no puede haber reverencia. Su misterio es su vida. No debemos permitir que en la magia penetre la luz del d¨ªa¡±.
Pero en la introducci¨®n a la segunda edici¨®n de La Constituci¨®n inglesa, Bagehot escribi¨® tambi¨¦n esto: ¡°Las peores familias son aquellas cuyos miembros nunca se dicen lo que realmente piensan; mantienen una atm¨®sfera de irrealidad y viven en una atm¨®sfera de malestar reprimido¡±. Aunque pudiera parecerlo, el constitucionalista victoriano no se refer¨ªa a la familia real del Reino Unido, ni la de entonces ni la de ahora, ni a ninguna otra familia en un sentido literal. Hablaba de ¡°familia¡± como met¨¢fora de la sociedad y recomendaba a los estadistas la m¨¢xima transparencia al explicar a los ciudadanos asuntos tan complejos y generalmente insatisfactorios como los tratados internacionales.
La sociedad espa?ola, encabezada por sus estadistas (si hubiera alguno) y su clase pol¨ªtica, parece haber decidido convertirse en una de esas ¡°peores familias¡± de Bagehot. El problema esencial est¨¢ ante nuestros ojos: el espa?ol m¨¢s relevante del ¨²ltimo medio siglo, Juan Carlos de Borb¨®n, rey de Espa?a como Juan Carlos I, impulsor del tr¨¢nsito de la dictadura a la democracia y hoy rey em¨¦rito en el exilio (otro Borb¨®n en el exilio), es acusado de delitos grav¨ªsimos. Pero simulamos que no pasa nada y repetimos como un mantra lo de ¡°dejemos que la justicia haga su trabajo¡±.
Por supuesto, la justicia debe hacer su trabajo. Como los representantes pol¨ªticos de la sociedad deben hacer el suyo. No vale la excusa de que hay cosas m¨¢s urgentes ni la de que hablar del asunto reabrir¨¢ el espinoso debate sobre monarqu¨ªa o rep¨²blica. Los silencios y complicidades de la Transici¨®n abonaron la corrupci¨®n masiva de las d¨¦cadas siguientes (un fen¨®meno del que, seg¨²n las investigaciones judiciales, particip¨® con entusiasmo Juan Carlos I); los silencios y complicidades de hoy gestar¨¢n otros monstruos en el futuro.
Tampoco vale eso de que ¡°la lecci¨®n est¨¢ aprendida¡±. ?Por qui¨¦n? Somos todos quienes debemos saber qu¨¦ ocurri¨® y aprender de lo que funcion¨® mal, para que no se repita. La Constituci¨®n obliga al Gobierno (no al actual Rey) a dar explicaciones. Con su silencio, el Gobierno no da prueba de prudencia, sino de endeblez: tanto de la coalici¨®n PSOE-Podemos como de las alianzas parlamentarias que la sostienen.
Por esa endeblez coyuntural dejaremos la podredumbre colectiva bajo la alfombra, hasta que no soportemos el hedor. ¡°Hicimos lo que pudimos¡±, dicen, leg¨ªtimamente, quienes hicieron la Transici¨®n en dif¨ªciles circunstancias. ?Qu¨¦ diremos nosotros?
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