Philipp Blom: ¡°La gente toma antidepresivos, los ancianos mueren en soledad. ?Esto es una sociedad ideal?¡±
El historiador alem¨¢n considera que necesitamos energ¨ªa ut¨®pica para superar las consecuencias de la profunda crisis del liberalismo
Un historiador es tambi¨¦n alguien que rescata voces, y cuando al escucharlas descubrimos que de ellas brotan ideas que han quedado en los m¨¢rgenes de la historia, pensamientos que en alg¨²n momento la sociedad no quiso o¨ªr por la raz¨®n que fuese, probablemente nos estemos asomando a una obra de Phillip Blom (Hamburgo, 1970). A su paso por Madrid en el marco de El Foro de la Cultura, resulta tan encantador frente a la c¨¢mara como buen conversador. Hablar con ¨¦l es una oportunidad para indagar hacia d¨®nde dirige su mirada en estos momentos tan convulsos el autor de La fractura. Vida y cultura en Occidente, 1918-1938 (Anagrama), donde, para sumergirnos en la ¨¦poca de entreguerras, nos propone un viaje por la electricidad y la indecencia del jazz, por la esclavitud y los speakeasies [donde se vend¨ªa alcohol durante la ley seca americana], por tantas vidas al l¨ªmite expuestas a la fulgurante aceleraci¨®n del tiempo. En otra de sus grandes obras, Gente peligrosa, de la misma editorial, nos descubre la verdadera ilustraci¨®n, la del pensamiento radical que, adelantado a su tiempo, desaf¨ªa todo lo no cuestionado. As¨ª que la primera pregunta es obligada.
PREGUNTA. ?D¨®nde est¨¢ hoy ese pensamiento radical?
RESPUESTA. Estamos viviendo un momento fascinante. Con la covid nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que somos. Hemos aprendido de repente que somos parte de la naturaleza y que no somos tan excepcionales como nos gustar¨ªa creer. Somos una parte p¨ªrrica de un sistema extraordinariamente grande. El plancton, las hormigas son mucho m¨¢s importantes que los seres humanos, pero este es un proceso psicol¨®gico tremebundo. Pedirle a la gente que acepte que no es quien cree ser, que tiene que renunciar al mecanismo a trav¨¦s del cual ha creado su identidad, que sus valores no son los que ellos pensaban, es algo demasiado grande para digerir en tan solo una generaci¨®n. Pero ahora este cambio tiene que suceder en solo una generaci¨®n. La resistencia psicol¨®gica contra esto es muy grande.
P. No es muy optimista¡
R. El momento en el que un sistema empieza a resquebrajarse es el momento en el que las peores energ¨ªas de una sociedad pueden ganar poder y ganar impulso. Tenemos que estar muy vigilantes. Creo que es el momento que estamos viviendo. La buena noticia es que tambi¨¦n podemos sacar pecho. Podemos sacar nuestra imaginaci¨®n adelante y crear nuevas sociedades que no nos obliguen a trabajar dentro de un sistema, dentro de un mercado que no est¨¦ satisfaciendo nuestras necesidades. Creo que filos¨®ficamente hablando es un momento apasionante porque requiere repensar nuestras condiciones, c¨®mo queremos vivir con los dem¨¢s, d¨®nde estamos. Pero tambi¨¦n es un momento muy peligroso porque la gente es reacia a implicarse porque la vida es ya suficientemente dura.
P. ?Qu¨¦ lecciones podemos extraer, entonces?
R. Este peque?o y est¨²pido virus ha cambiado las econom¨ªas m¨¢s poderosas del mundo en unos pocos d¨ªas. En realidad, podemos tomar decisiones pol¨ªticas. No tenemos que dejar todas las decisiones al mercado. Si una decisi¨®n es lo suficientemente importante, podemos hacerlo. Podemos decir que tenemos que hacer eso ahora. Siempre hablamos de mercados libres. ?Alguna vez has visto uno? Y, por otro lado, las crisis siempre son una tentaci¨®n para la dictadura; va a ser cada vez m¨¢s dif¨ªcil defender la apertura de mente y la apertura de ideas. La ¨²nica alternativa es el cambio radical.
P. ?Cu¨¢l es la alternativa?
R. Vivir en sociedades donde el consumo sea mucho menos importante, donde el mercado sea menos din¨¢mico. Esa es la sociedad en la que estoy interesado. ?Qu¨¦ pasar¨¢ con nuestras identidades despu¨¦s del consumo? Si ya no podremos comprar nuestra identidad en una tienda, ?c¨®mo construiremos nuestras identidades en esas sociedades? Volveremos a las identidades est¨¢ticas. Pero, ?podremos desarrollar identidades positivas?
P. ?Qu¨¦ es m¨¢s peligroso para la democracia, el populismo o la soberbia del liberalismo?
R. Los populistas tienen soluciones emocionales que no son reales. Pero creo que me preocupan m¨¢s los manipuladores: aquellos que llevan los debates por donde les interesa. A menos que nos impliquemos pol¨ªticamente con los pa¨ªses asi¨¢ticos sobre c¨®mo limitar la crisis clim¨¢tica, a menos que nos impliquemos con Brasil, podremos ser todo lo veganos que queramos, pero las soluciones reales tienen otro nivel. Si podemos empezar a pensar sobre el debate clim¨¢tico en t¨¦rminos de qu¨¦ decidimos y no contra qu¨¦ o qui¨¦n decidimos, imaginar el mundo que estamos eligiendo, no prohibiendo, creo que el debate ir¨¢ en una direcci¨®n totalmente distinta.
¡°Las crisis siempre son una tentaci¨®n para las dictaduras¡±
P. ?La crisis de Occidente es la crisis del liberalismo?
R. Creo que vivimos una profunda crisis del liberalismo en el sentido m¨¢s amplio de la palabra. Por ejemplo, ha habido Estados europeos que han renunciado al liberalismo a trav¨¦s de elecciones, Hungr¨ªa y Polonia. China tiene un sistema que ha sacado a millones de personas de la pobreza. No est¨¢n interesados en el liberalismo. La mayor parte de los chinos dicen, ¡°no, no lo queremos¡±. La segunda raz¨®n es que el proyecto liberal en s¨ª mismo se ha quedado un poco agotado. Cuando fui a la escuela nos ped¨ªan hacer una caricatura: ¨¦ramos democr¨¢ticos y por eso Europa era rica. No se hablaba de que hab¨ªamos estado robando al resto del mundo durante 400 a?os, hab¨ªamos esclavizado a millones de personas y hab¨ªamos destruido h¨¢bitats naturales a un nivel sin parang¨®n para llegar a este grado de riqueza. Y de repente el proyecto liberal no parece tan brillante. Se ha convertido en una idea mucho m¨¢s compleja en este nuevo mundo, en el sentido de decidir si esta es la sociedad en la que queremos vivir, si este es el ¨²nico modelo de sociedad que queremos. Quiz¨¢s sigue siendo el mejor modelo, pero se necesitan muchos m¨¢s argumentos.
P. El pesimismo de nuevo¡
R. ?Por qu¨¦ no podemos imaginar el mundo que estamos eligiendo? Esto obviamente no est¨¢ funcionando. La gente toma antidepresivos, los ancianos se mueren en soledad¡ ?te parece una sociedad ideal? Debemos poder hacerlo mejor, pero necesitamos algo de energ¨ªa ut¨®pica para eso, para la esperanza y la experimentaci¨®n.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.