El malestar pide (a gritos) ser escuchado. Y viene de lejos
Descontento por la subida de la factura de la luz, de los precios de los combustibles, de los alimentos. Una ciudadan¨ªa exhausta, castigada por una serie de crisis encadenadas, empieza a mostrar a las claras su disgusto. Las ra¨ªces del problema son profundas
El malestar lleva instalado en Espa?a muchos a?os, pero parec¨ªa invisibilizado mediante diversos mecanismos sociales de normalizaci¨®n y ocultaci¨®n. Ahora, despu¨¦s de varias crisis encadenadas, con la pandemia sin resolver, la llegada de la guerra de Ucrania y la inflaci¨®n rampante, parece que ese poso de descontento, esa penuria vivida en silencio por una ciudadan¨ªa exhaus?ta comienza a desbordar, encarnada en las protestas de agricultores, ganaderos, pescadores o transportistas, que dicen haber tocado fondo.
En los ¨²ltimos d¨ªas, se han producido paros y grandes manifestaciones en sectores fundamentales en los que cunde el des¨¢nimo y la rabia por nuevas contrariedades cuando parec¨ªa que ¨ªbamos a dar, si no por cerrada, al menos por encarrilada la ¨²ltima crisis. En la reciente manifestaci¨®n del mundo rural en Madrid, algunos parec¨ªan querer emular al movimiento franc¨¦s de los chalecos amarillos, pero utilizando el color naranja, por el momento sin la misma repercusi¨®n. ¡°Tal vez nos hab¨ªamos desacostumbrado a este tipo de protestas, ya que el ciclo pol¨ªtico anterior estuvo muy dominado por el 15-M y Podemos, las movilizaciones de izquierdas, pero hist¨®ricamente siempre ha habido protestas de este tipo, por ejemplo, tractoradas de agricultores¡±, dice el polit¨®logo Ignacio S¨¢nchez-Cuenca. Ahora han vuelto con fuerza.
La pronunciada inflaci¨®n (sube el combustible, la energ¨ªa, los alimentos, el agua, etc¨¦tera) puede llevar a pique los logros y esfuerzos del Gobierno de izquierdas para suavizar la crisis y puede tambi¨¦n permitir a la derecha y la extrema derecha capitalizar el descontento e instrumentalizar este sufrimiento para sus fines. ¡°Este escenario es frustrante para el Gobierno, que estaba haciendo un esfuerzo considerable para salir de la crisis de forma diferente a 2008¡±, a?ade S¨¢nchez-Cuenca, profesor de la Universidad Carlos III, ¡°ahora es duro asumir que tienen a gente en la calle muy enfadada. Es una situaci¨®n complicada: no se ve que la izquierda tenga capacidad para hacerse cargo de estas demandas, al menos con la celeridad que se requiere¡±. Lo que se requiere es la habilidad para manejar con delicadeza una olla a presi¨®n a punto de estallar.
¡°Espa?a le est¨¢ fallando por completo a buena parte de su sociedad, aquella que vive en la pobreza, cuya situaci¨®n ahora se encuentra entre las peores de la Uni¨®n Europea¡±?Philip Alston, relator especial sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas (ONU)
Pero los problemas son m¨¢s profundos: el malestar espa?ol no es novedoso, aunque no ven¨ªa siendo tan visible, sino todo lo contrario. ?Philip Alston, relator especial sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas (ONU), visit¨® el pa¨ªs poco antes de la pandemia. En su viaje por varias regiones descubri¨® que los espa?oles hab¨ªan aprendido a dejar de ver los problemas de su propia comunidad. El panorama que percibi¨® era desolador: ¡°Espa?a le est¨¢ fallando por completo a buena parte de su sociedad, aquella que vive en la pobreza, cuya situaci¨®n ahora se encuentra entre las peores de la Uni¨®n Europea¡±. Al mismo tiempo, se?al¨®, los grandes ganadores eran las empresas y los m¨¢s ricos, que hab¨ªan obtenido beneficios y que cada vez pagaban menos impuestos, todo ello propiciado por una decisi¨®n pol¨ªtica: la de premiar a los poderosos y olvidar por el camino a buena parte de los ciudadanos, que no se hab¨ªan podido recuperar de la Gran Recesi¨®n.
Recortes en los servicios p¨²blicos, alto desempleo, crisis de vivienda, un sistema fiscal injusto, un sistema de protecci¨®n social inadecuado, un sistema educativo segregado y anacr¨®nico, una mentalidad burocr¨¢tica arraigada, todo ello conduc¨ªa, a juicio de Alston, a una situaci¨®n de ¡°pobreza generalizada¡±. ¡°Espa?a deber¨ªa mirarse de cerca en el espejo¡±, declar¨®, ¡°lo que ver¨¢ no es lo que desear¨ªa la mayor¨ªa de los espa?oles, ni lo que muchos responsables de formular pol¨ªticas ten¨ªan planeado¡±. Un 27% de los espa?oles (uno de cada cuatro) viven en pobreza o riesgo de exclusi¨®n social, seg¨²n datos del a?o 2020 del Instituto Nacional de Estad¨ªstica.
Lo cierto es que Espa?a hab¨ªa encadenado numerosos hitos en la escalera del ¨¦xito. Desde el desarrollismo franquista, la apertura al exterior y la llegada del turismo, la imagen del pa¨ªs, hacia dentro y hacia fuera, no hab¨ªa dejado de mejorar: una Transici¨®n que se publicit¨® como mod¨¦lica, el ingreso en la Comunidad Econ¨®mica Europea, el a?o milagroso de 1992, el ¡°Espa?a va bien¡± del presidente Aznar, el ingreso en la ¡°Champions League¡± del presidente Zapatero¡, as¨ª creci¨® el optimismo espa?ol hasta la debacle de 2008. La econom¨ªa qued¨® muy tocada y nunca volvi¨® a ser la misma. La percepci¨®n del pa¨ªs, sin embargo, no parece haber sufrido tanta mella. La reputaci¨®n general de Espa?a entre los espa?oles, seg¨²n un estudio del Real Instituto Elcano, es de 72 puntos sobre 100, lo que podr¨ªamos calificar como un notable. Espa?a es el pa¨ªs m¨¢s desigual de la Europa occidental y un estudio de Funcas, tambi¨¦n de 2020, arrojaba que, si bien la percepci¨®n de los espa?oles de la desigualdad era alta, estaban poco dispuestos a pagar m¨¢s impuestos para paliarla.
Poco despu¨¦s de que Alston visitase Espa?a lleg¨® el virus y la cosa solo pudo ir a peor. Aunque a principios de 2022 la econom¨ªa parec¨ªa encarrilada, el informe Foessa hac¨ªa hincapi¨¦ en la grave herida que la pandemia dejaba en la sociedad. La exclusi¨®n social grave pas¨® de afectar al 8,6% de los ciudadanos en 2018 a hacerlo al 12,7% en 2020, particularmente a los j¨®venes. Seg¨²n Comisiones Obreras, un 75% de los trabajadores j¨®venes son precarios. Hay m¨¢s de 40.000 personas sin hogar. El ascensor social tiene una molesta aver¨ªa y los t¨¦cnicos de reparaci¨®n no acaban de llegar: cada vez es m¨¢s f¨¢cil morir con el mismo estatus social con el que se nace, o incluso m¨¢s empobrecido. ¡°En Espa?a, nacer en familias de bajos ingresos condiciona las oportunidades de educaci¨®n y desarrollo profesional en mayor medida que en otros pa¨ªses europeos¡±, se puede leer en el informe Espa?a 2050, elaborado por el Gobierno.
Pero, como se?al¨® Alston, la ciudadan¨ªa no parece consciente del malestar social predominante. Ni algunos pol¨ªticos. Fue llamativo, la semana pasada, el caso del portavoz de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio: en una comparecencia p¨²blica, delante de las c¨¢maras y los micr¨®fonos, se giraba sobre s¨ª mismo, muy teatralmente, mirando al suelo, como si hubiese perdido las llaves. Lo que hab¨ªa perdido eran los pobres. Un informe de C¨¢ritas hab¨ªa revelado altas cifras de pobreza en Madrid, pero Ossorio no llegaba a verlas. ¡°?Por d¨®nde estar¨¢n?¡±, se preguntaba, en una comparecencia que gener¨® amplia pol¨¦mica.
¡°A veces la realidad no concuerda con los estereotipos que tenemos adquiridos: solemos vincular la pobreza solo a las personas sin hogar que vemos viviendo en la calle¡±Daniel Rodr¨ªguez y Marina S¨¢nchez-Sierra, soci¨®logos de la Fundaci¨®n Foessa
No es raro: nos cuesta apreciar nuestra precariedad. Por ejemplo, en dos d¨¦cadas el porcentaje de personas que se consideran clase obrera cay¨® del 50% al 16%, seg¨²n una encuesta del CIS. Adem¨¢s, en Espa?a se da un fen¨®meno curioso: disociamos el curso de la sociedad al completo de nuestro futuro individual, como si lo que le pasara a la comunidad no nos fuera a afectar a nosotros mismos y las malas noticias nunca salieran de los peri¨®dicos. El 57% de los ciudadanos es pesimista sobre el devenir del pa¨ªs, pero s¨®lo el 7% espera que su vida personal empeore, seg¨²n una encuesta de la agencia Eurofund de la Uni¨®n Europea. Esto es lo que se llama la brecha de pesimismo, y la espa?ola es una de las mayores de la UE, solo superada por la croata. En la anterior crisis sucedi¨® otro fen¨®meno curioso: cuando el fot¨®grafo Samuel Aranda public¨® en The New York Times una serie de fotograf¨ªas de las consecuencias del desastre financiero en Espa?a, recibi¨® una reacci¨®n furibunda en casa: aquello, los desahucios, la gente buscando en la basura, no pod¨ªa ocurrir aqu¨ª. Espa?a no era eso.
?Por qu¨¦, como ejemplific¨® el portavoz Ossorio, los altos niveles de pobreza no son tan evidentes para la ciudadan¨ªa? ¡°Si uno ve a una persona aseada, relativamente bien vestida, aunque sin grandes marcas, etc¨¦tera, es una persona que consideramos ¡®normal¡¯, pero su nivel de ingresos puede ser bajo. A veces la realidad no concuerda con los estereotipos que tenemos adquiridos: solemos vincular la pobreza solo a las personas sin hogar que vemos viviendo en la calle¡±, dicen Daniel Rodr¨ªguez y Marina S¨¢nchez-Sierra, soci¨®logos de la Fundaci¨®n Foessa, adscrita a C¨¢ritas. Eso invisibiliza la pobreza: algunos de nuestros vecinos pueden tener dificultades para pagar el alquiler, estar amenazados de desahucio o sufrir dificultades para poner la comida sobre la mesa. El que sufre la pobreza tiende a ocultarlo: ¡°Si hay miseria, que no se note¡±, como escribi¨® Jorge Luis Borges. El que mira desde fuera puede no identificarla: vivimos en una sociedad hiperconectada, pero, en realidad, no hemos generado tantos v¨ªnculos, una relaci¨®n m¨¢s profunda que vaya m¨¢s all¨¢ de la mera conexi¨®n y que suponga cierto compromiso. La segregaci¨®n urbana, muy notoria en las grandes urbes espa?olas, hace que personas de diferente condici¨®n socioecon¨®mica vivan en diferentes partes de la ciudad, y tambi¨¦n influye en que los privilegiados no tengan demasiadas noticias de los m¨¢s humildes, que permanecen lejos. Esa falta de contacto, adem¨¢s, puede debilitar la empat¨ªa y el inter¨¦s de los que mejor viven por las pol¨ªticas sociales.
Escapar de la palabra pobreza
¡°Hay rechazo a utilizar la palabra pobreza, se prefiere todo tipo de eufemismos¡±, dice Carlos Sus¨ªas, presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusi¨®n Social (EAPN-ES), ¡°nos dicen, adem¨¢s, que hablar de la pobreza es antiguo, pero la que es antigua es la propia pobreza, que es persistente y renuente a desaparecer¡±. Se habla de pobreza infantil, energ¨¦tica, tecnol¨®gica, farmacol¨®gica, alimentaria, etc¨¦tera, pero son todas consecuencia de una misma pobreza que est¨¢ detr¨¢s de todos esos apellidos. ¡°Debemos tener cuidado con fragmentar la pobreza¡±, opina Sus¨ªas, ¡°los eufemismos y la fragmentaci¨®n tambi¨¦n son una forma de invisibilizaci¨®n. Es como si habl¨¢semos de pobreza manzanil para aquellos tan pobres que no tienen para comprar manzanas¡±. Seg¨²n los estudios de la EAPN, los pobres severos no solo son esas personas sin hogar que vemos por las calles, muchas de ellas migrantes, sino que tambi¨¦n encontramos ciudadanos nacidos en el territorio nacional, que tienen estudios medios o han ido a la universidad, que trabajan, que tienen familia y, al menos por el momento, un lugar donde vivir.
Adem¨¢s de la buena imagen cosechada por Espa?a en las ¨²ltimas d¨¦cadas, y la idea de progreso y modernidad que se pudo generar, en este fen¨®meno pueden operar otras causas. El consumismo low cost (ropa barata, comida barata, servicios baratos, Netflix, comida a domicilio y una botellita de agua en un veh¨ªculo VTC) puede contribuir a generar una sensaci¨®n de falso bienestar. El creciente precariado puede ver romantizada su situaci¨®n: en ciertos anuncios, trabajar como rider precario se pinta como una experiencia arriesgada y liberadora, mientras que se difunden como atractivos t¨¦rminos como trabacaciones, es decir, la imposici¨®n de trabajar en el periodo vacacional, o coliving, la necesidad de compartir piso vista como una opci¨®n vital llena de glamur contempor¨¢neo.
¡°Los eufemismos y la fragmentaci¨®n tambi¨¦n son una forma de invisibilizaci¨®n. Es como si habl¨¢semos de pobreza manzanil para aquellos tan pobres que no tienen para comprar manzanas¡±Carlos Sus¨ªas, presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusi¨®n Social (EAPN-ES)
El pensamiento positivo y la cultura del esfuerzo propios del dogma econ¨®mico sirven como engrasante del malestar y las desigualdades. ¡°Este tipo de pensamiento positivo saca aspectos como la injusticia, la pobreza, la desigualdad o la precariedad de la ecuaci¨®n de la felicidad y del ¨¦xito, que, seg¨²n se dice, solo dependen de uno mismo, sin contar las condiciones sociales o la coyuntura pol¨ªtica en la que vive cada uno¡±, dice el psic¨®logo Edgar Cabanas, coautor, junto a Eva Illouz, del libro Happycracia (Paid¨®s), ¡°por consiguiente, estos problemas se difuminan y se vuelven menos visibles, precisamente por entenderse como poco determinantes¡±. Una falsa meritocracia lo achaca todo al esfuerzo individual, y no a la cuna, a la suerte o la coyuntura econ¨®mica, premiando as¨ª a¨²n m¨¢s a los ganadores de la competici¨®n social y logrando mayor conformismo en los perdedores, como ha observado el fil¨®sofo Michael Sandel. Las ideas meritocr¨¢ticas pueden ser muy ¨²tiles a la hora de que los m¨¢s desfavorecidos se resignen a aceptar su papel en el juego social.
Pero llega un momento en el que la pobreza acaba por aflorar, y no solo en las recientes movilizaciones. El presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, se?al¨® en enero lo que es evidente a cualquier paseante: que en las calles de Madrid cada vez se nota m¨¢s la desesperaci¨®n, encarnada en las personas sin hogar o las que piden una ayuda para sobrevivir. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel D¨ªaz Ayuso, respondi¨® a la muy espa?ola manera del avestruz: ¡°La izquierda se empe?a en creer que Madrid es Cuba¡±. Curiosamente, con respecto a 2022, Espa?a lidera el optimismo en la Uni¨®n Europea: un 50% de la poblaci¨®n piensa que las cosas ir¨¢n a mejor, seg¨²n la Encuesta Mundial de Final de A?o de Gallup International. En contraste, cada vez somos menos felices: desde 2019 el ¨ªndice de felicidad ha bajado 20 puntos. Un contraste entre realidad y expectativas muy t¨ªpico de los espa?oles del siglo XXI.
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