El ¡°compromiso hist¨®rico espa?ol¡±
Ning¨²n partido cuenta por s¨ª solo con respuestas y fuerzas suficientes para salir de esta crisis
El pleno del Congreso de los Diputados del mi¨¦rcoles se desarroll¨® con la misma polarizaci¨®n de siempre, como si no hubieran entrado en la vida cotidiana elementos tan explosivos como un rapid¨ªsimo crecimiento exponencial de los precios y las primeras consecuencias de la invasi¨®n de Ucrania, con expectativas de desabastecimiento de bienes y servicios y m¨¢s inflaci¨®n. Debate crispado, partidos desunidos, situaci¨®n excepcional.
El pacto de rentas que intentaba el Gobierno con los agentes econ¨®micos y sociales se ha quedado corto. Se vuelve a entrar en el bucle de los Pactos de la Moncloa que, como se banaliza con demasiada frecuencia, no fueron tan solo un plan de estabilizaci¨®n, sino que a las medidas de saneamiento se unieron algunas de las reformas capitales que necesitaba el pa¨ªs para pasar de una econom¨ªa franquista a una econom¨ªa social de mercado. Sacrificios salariales a cambio de pago de impuestos.
Los dos principios clave que comprendieron aquellos pactos siguen vigentes en esta coyuntura: exigir de cada grupo social la asunci¨®n de sus responsabilidades frente a la crisis, y que ninguna ideolog¨ªa o partido pol¨ªtico cuenta con respuestas y fuerzas suficientes para imponerse al resto de la sociedad y superar las dificultades.
Las ¨²ltimas generaciones, a diferencia de las de sus padres y abuelos, no han tenido que preocuparse hasta ahora de los aumentos fuertes de precios, aquellos que agostan el poder adquisitivo de los salarios de los que tienen empleo, y reducen la capacidad de resistencia de los desempleados (seguro de paro) y de los m¨¢s vulnerables (ingreso m¨ªnimo vital).
Durante los meses centrales del a?o 1977, al principio de la Transici¨®n ¡ªy sin haberse firmado a¨²n la Constituci¨®n¡ª, la inflaci¨®n superaba en Espa?a el inconcebible porcentaje del 47%, propio de algunos pa¨ªses latinoamericanos que no hab¨ªan sobrevivido a golpes de Estado militares. En octubre de ese a?o todos los partidos pol¨ªticos parlamentarios (desde los posfranquistas hasta los comunistas) firmaron los Pactos de la Moncloa. Las medidas de saneamiento fueron, fundamentalmente, las siguientes: una pol¨ªtica de rentas basada en el principio de que el crecimiento de los salarios se pactar¨ªa en funci¨®n de la inflaci¨®n prevista y no de la inflaci¨®n pasada (la c¨¦lebre ¡°desindiciaci¨®n¡±); una pol¨ªtica monetaria basada en el control de la cantidad de dinero en circulaci¨®n; una pol¨ªtica presupuestaria que redujese el crecimiento de los gastos p¨²blicos y orientara los gastos de inversi¨®n hacia una reducci¨®n del d¨¦ficit; la fijaci¨®n de un tipo de cambio realista de la peseta, etc¨¦tera.
Las reformas comprometidas fueron muy significativas: en primer lugar, la reforma fiscal y de la administraci¨®n tributaria para que todos los ciudadanos pagasen impuestos; la de los Presupuestos Generales del Estado y el gasto p¨²blico, para lograr la universalizaci¨®n de los primeros y el control del segundo; la del sistema financiero a trav¨¦s de la competencia, supervisando la solvencia y la liquidez de los bancos y las cajas de ahorro; el marco de relaciones laborales con un Estatuto de los Trabajadores, etc¨¦tera.
Los Pactos de la Moncloa fueron calificados como el ¡°compromiso hist¨®rico espa?ol¡±, en analog¨ªa al propugnado en Italia por Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista: una pol¨ªtica de alianzas con las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas (socialistas y democristianos, sobre todo) para superar la crisis pol¨ªtica y econ¨®mica y profundizar en la democracia.
En el mes de marzo de este a?o la inflaci¨®n se ha disparado casi al 10% y todav¨ªa no est¨¢n recogidos todos los efectos del aumento desaforado de los precios energ¨¦ticos ni de los cuellos de botella surgidos en las cadenas de distribuci¨®n y en algunas f¨¢bricas de producci¨®n. El mainstream de los economistas que trabajan en los gobiernos, bancos centrales, organismos multilaterales, servicios de estudio, empresas privadas, universidades¡ consensu¨® que la inflaci¨®n era un problema acotado en el tiempo. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, fue de los primeros en reconocer que estaban equivocados, y que hab¨ªa que retirar del lenguaje corriente el concepto de ¡°inflaci¨®n transitoria¡±.
Lo que no dijo es que la inflaci¨®n mata gobiernos. Lo avala la historia.
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