¡°S¨ª¡± es s¨ª y ¡°no¡± es no: la frontera que separa el sexo de la violencia
Es dif¨ªcil hacer justicia a la idea de consentimiento sin el requisito de que sea expreso, defiende la fil¨®sofa Martha C. Nussbaum. En su nuevo libro, del que ¡®Ideas¡¯ publica este adelanto, analiza la historia y los avances de la lucha contra los abusos

Bajo la presi¨®n de la cr¨ªtica feminista, el derecho en materia de violaci¨®n ha cambiado de forma considerable y ha incorporado cada vez m¨¢s los principios de que (1) el no de una mujer significa que no consiente, y no que ¡°le gusta jugar¡± ni que ¡°en el fondo¡± lo est¨¢ deseando; y (2) su historial sexual previo es irrelevante para dirimir la cuesti¨®n del consentimiento en una ocasi¨®n concreta. Ese cambio ha sido lento y quedan muchos problemas por resolver con vistas a crear una cultura jur¨ªdica que proteja de verdad la igualdad de autonom¨ªa de las mujeres, y reconozca sus deseos y sentimientos subjetivos genuinos (y no falsas proyecciones de estos), y que, al mismo tiempo, respete las garant¨ªas procesales de las personas acusadas.
A?os y a?os de insistencia en que ¡°no es no¡± no han posibilitado a¨²n que la ley d¨¦ siempre una respuesta satisfactoria a aquellos casos en los que la v¨ªctima calla por miedo durante la agresi¨®n (como se puede ver en la sentencia de Warren, el caso de la ciclista de complexi¨®n menuda de Illinois. [Un hombre ¡ª30 cent¨ªmetros m¨¢s alto y casi el doble de peso¡ª la asalt¨® en una senda para bicis y le pidi¨® que le hiciera una felaci¨®n: ¡°no quiero hacerte da?o¡±, le dijo. Seg¨²n el tribunal, nada indicaba que ¡°la denunciante hubiera sido obligada a ceder¡±. Y lo absolvi¨®]). Sigue existiendo cierta tendencia a confundir el silencio con una expresi¨®n de consentimiento. Y eso que jam¨¢s se nos ocurrir¨ªa pensar que el silencio de un paciente a una pregunta sobre si quiere someterse o no a un procedimiento m¨¦dico es una prueba de que ha consentido que lo sometan al mismo; a un m¨¦dico que, en una situaci¨®n as¨ª, procediera sin m¨¢s (argumentando que el paciente, con su silencio, dio su consentimiento) se lo considerar¨ªa culpable. De hecho, la gran revoluci¨®n en el campo de la ¨¦tica m¨¦dica de los ¨²ltimos cien a?os ha sido ese renovado ¨¦nfasis en la autonom¨ªa del paciente. Los facultativos sol¨ªan pensar que solo ten¨ªan que atender a su propio criterio de qu¨¦ es lo mejor para un paciente. Ahora, la norma es el consentimiento informado expl¨ªcito.
?Por qu¨¦ se necesita un consentimiento informado expl¨ªcito para seguir adelante con una colonoscopia o cualquier otro procedimiento m¨¦dico y no se trata con ese mismo respeto y cortes¨ªa la elecci¨®n ¨ªntima de una mujer sobre si practicar sexo o no? La antigua actitud de los m¨¦dicos manifestaba una desconsideraci¨®n por la autonom¨ªa y la subjetividad del paciente, una postura sabelotodo de superioridad que se asemeja en muchos sentidos a la actitud de los varones autoritarios con las mujeres (aunque con la diferencia de que los doctores y doctoras normalmente trabajan por el bien de los pacientes, seg¨²n ellos entienden ese bien). En ese caso, ?por qu¨¦ los estadounidenses hemos puesto efectivamente fin al r¨¦gimen de autoridad de los sabelotodo en el ¨¢mbito de la medicina, pero nos hemos quedado rezagados en el terreno sexual?
En parte, esta asimetr¨ªa se debe al mito social heredado seg¨²n el cual, en situaciones as¨ª, una mujer decente lucha hasta el m¨¢ximo de sus fuerzas, y que, por lo tanto, si no hay lucha, se entiende autom¨¢ticamente que ha habido consentimiento. En otros casos se explica m¨¢s bien por cierta concepci¨®n infantilizada de las mujeres, a las que se tiene por ni?as que no saben realmente lo que quieren. Tambi¨¦n hay que a?adir el problema de cierta visi¨®n rom¨¢ntica del sexo como algo que no se decide, sino que nos ¡°arrebata¡±. Aunque en muchos campus universitarios y en, al menos, unas cuantas legislaciones estatales se insiste en la necesidad de que haya una manifestaci¨®n afirmativa de consentimiento (mediante palabras o gestos) para validar el sexo, sigue sin existir un consenso claro en cuanto a si esa es la forma aconsejable de proceder en las relaciones sexuales, y eso que hace ya tiempo que s¨ª existe tal unanimidad a la hora de entender que una persona necesita el consentimiento afirmativo de otra para poder llevarse una propiedad de esta para que no se considere hurto. Muchas personas piensan que la insistencia en un s¨ª continuado mata la pasi¨®n. Pero, ?qu¨¦ expresi¨®n m¨¢s profunda de la autonom¨ªa personal puede haber que la intimidad sexual? (¡).
Dif¨ªcilmente puede el derecho articular esa idea del consentimiento para que proteja la autonom¨ªa de una mujer en casos como el de Warren sin imponer el requisito de un consentimiento afirmativo. No se trata, obviamente, de obligar a sellar un contrato formal. Pero, ante la elevada probabilidad de que se den lecturas e interpretaciones err¨®neas en este terreno, un s¨ª nunca es demasiado pedir, y no cabe temer que por ello vaya a decaer la pasi¨®n. Y, de hecho, no ser¨ªa malo que decayera si es la de alguien que estar¨ªa dispuesto a seguir adelante aun sin un s¨ª expreso para hacerlo. Pese a ello, son muy pocos los Estados que han adoptado el est¨¢ndar del consentimiento afirmativo.
La autonom¨ªa y la subjetividad sexuales son cuestiones complejas. No obstante, no parece probable que, en una cultura hipersexualizada como la nuestra, el deseo sexual corra peligro de extinguirse si la ley y los tribunales comienzan a regirse por la regla del consentimiento afirmativo. Como ya ocurre con el consentimiento informado en medicina, desde el momento en que se promulgue esa norma, lo m¨¢s probable ser¨¢ que todo el mundo acabe por interiorizarla y por estar sobre aviso de que ¡°solo s¨ª es s¨ª¡±.
El uso extorsionista del poder
La regla del ¡°no es no¡± tampoco nos permite tratar correctamente las situaciones de uso extorsionista del poder. A veces existe algo parecido a un s¨ª, pero contaminado por una situaci¨®n de poder asim¨¦trico. Recordemos el caso del director de instituto que exig¨ªa sexo a cambio de su graduaci¨®n a una alumna. A diferencia de la v¨ªctima del caso de Warren, aquella estudiante no tem¨ªa que el agresor fuera a usar la fuerza f¨ªsica contra ella, y, de hecho, ella ¡°accedi¨®¡± expresamente a tener sexo. Pero lo hizo sometida a una petici¨®n abusiva, extorsionadora, que habr¨ªa sido claramente ilegal en el ¨¢mbito econ¨®mico. La extorsi¨®n sexual es dif¨ªcil de teorizar. La ley no puede examinar cada posible escenario yendo caso por caso, pregunt¨¢ndose si existe una asimetr¨ªa de poder en cada uno. Lo que s¨ª debe hacer es preguntarse qu¨¦ relaciones presentan una asimetr¨ªa de poder inherente.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.