Sexo y ¨¦tica: m¨¢s all¨¢ del consentimiento
La ley de libertad sexual, pendiente de aprobaci¨®n en el Congreso, ha puesto el consentimiento en el centro de un debate que va mucho m¨¢s all¨¢ de las leyes: las mujeres (y los hombres) pueden consentir al sexo cuando en realidad no lo quieren, porque creen que es lo que se espera de ellos
La educadora sexual Eli Soler suele empezar sus charlas con los ni?os de primeros cursos de la ESO, de 12 y 13 a?os, hablando de macarrones. Les dice: ¡°Si cuando salimos de aqu¨ª vamos a un restaurante, lo normal es que cada uno pida una cosa. Unos querr¨¢n hamburguesa, otros pizza¡ ?Verdad que no ser¨ªa normal obligar a alguien a comer macarrones si no los quiere?¡±. Y de ah¨ª pasa a ponerles el famoso v¨ªdeo/meme del t¨¦, ese que explica el consentimiento sexual con dos monigotes, uno de los cuales ofrece al otro una taza de t¨¦. Si primero dice que s¨ª la quiere y luego cambia de idea, est¨¢ bien y hay que respetarlo. Si el segundo monigote est¨¢ inconsciente, no va a querer t¨¦. Si un d¨ªa dijo que quer¨ªa t¨¦, no significa que lo vaya a querer todos los d¨ªas.
Al contrario que a casi todos los mayores de 20 a?os, a Soler no le sorprendi¨® en absoluto el v¨ªdeo que circul¨® a principios del verano del tiktoker mallorqu¨ªn Naim Darrechi, con 26 millones de seguidores en sus distintas plataformas, que presumi¨® en un v¨ªdeo con otro influencer, conocido como Mostopapi, de enga?ar a sus parejas sexuales para practicar sexo sin preservativo.
La difusi¨®n del v¨ªdeo llev¨® al Ministerio de Igualdad a presentar una denuncia contra ¨¦l ante la Fiscal¨ªa. ¡°Es un chico de 19 a?os que no tiene la madurez para saber que est¨¢ hablando de una agresi¨®n sexual¡±, cree la educadora. ¡°Me encuentro cada d¨ªa a much¨ªsimos chicos que intentan lo mismo y a chicas que acceden a practicar sexo sin preservativo o a hacer pr¨¢cticas sexuales que realmente no quieren hacer porque lo han visto en la pornograf¨ªa¡±, explica esta psic¨®loga especializada en adolescentes que trabaja en la provincia de Girona.
El esc¨¢ndalo en torno a Darrechi y, antes, de manera mucho m¨¢s dram¨¢tica, el caso de La Manada de Pamplona y sus ramificaciones judiciales pusieron de manifiesto que el debate sobre el consentimiento sexual se est¨¢ produciendo en tres planos muy separados, que apenas se tocan. Por un lado, est¨¢ el filos¨®fico o conceptual, donde se discute si la cultura del consentimiento deja suficiente espacio para explorar el placer femenino y el placer a secas. Por otro lado, el judicial, que ha puesto la cuesti¨®n del consentimiento en el centro de la nueva ley de libertad sexual, pendiente de aprobaci¨®n en el Congreso y el Senado. Y lejos, a veces muy lejos de estos debates te¨®ricos, hay todo un mundo de relaciones sexuales en las que poca gente tiene claro todav¨ªa que s¨ª es s¨ª y no es no. ¡°Y menos a¨²n lo que es el consentimiento expl¨ªcito o el consentimiento entusiasta¡±, como apunta Xavi Tall¨®n, que tambi¨¦n imparte talleres a j¨®venes con la fundaci¨®n Sexus.
De entrada, en el plano puramente intelectual, el lugar en el que se encuentran la ¨¦tica y el sexo vuelve, como en los setenta, a congregar a algunas de las mentes m¨¢s brillantes en activo, que tratan de discernir c¨®mo se asienta el nuevo contrato sexual. Una de ellas es la de la fil¨®sofa estrella Amia Srinivasan, que a los 36 a?os es a la vez la persona m¨¢s joven y la primera mujer no blanca en ocupar la c¨¢tedra Chichele de Teor¨ªa y Pol¨ªtica Social en el All Souls College de Oxford, la misma que antes ocup¨® Isaiah Berlin.
Srinivasan ha escrito The Right to Sex: Feminism in the Twenty-First Century (el derecho al sexo: feminismo en el siglo XXI) (editado por Farrar, Straus and Giroux), una colecci¨®n de ensayos que la revista Another ha llamado ¡°el ensayo m¨¢s polarizante de 2021¡±. All¨ª argumenta que, de alguna manera, la idea de consentimiento se queda peque?a para aclarar muchas de las fricciones que surgen en el sexo. ¡°En los a?os setenta, las feministas tuvieron que luchar muy duramente para hacer que fuera la falta de consentimiento, y no la violencia, la condici¨®n determinante del abuso sexual¡±, dice la fil¨®sofa en la misma revista. ¡°Fue un giro legal importante, pero a consecuencia de eso nuestras conversaciones sobre el sexo se enfocan de manera monomaniaca en el consentimiento como si fuera el ¨²nico paradigma ¨²til para pensar sobre ¨¦tica sexual o pol¨ªtica sexual y el Me Too lo ha subrayado. Pero a veces se tienen objeciones sobre sexo que no es no-consensuado, es sexo problem¨¢tico por otra raz¨®n. Creo que las mujeres y los hombres pueden consentir al sexo cuando en realidad no lo quieren, pero creen que se espera de ellos. En esos casos, el sexo es consensuado, pero tambi¨¦n est¨¢ pasando algo problem¨¢tico¡±.
La escritora y acad¨¦mica Katherine Angel, experta en historia de la psiquiatr¨ªa y la sexolog¨ªa, tambi¨¦n problematiza la noci¨®n habitual de consentimiento en otro libro con su dosis de controversia, El buen sexo ma?ana (Alpha Decay). ¡°Tendemos a pensar que el consentimiento es ¡®el¡¯ lugar en el que todos los problemas de nuestra cultura sexual se van a resolver, y no es as¨ª¡±, aclara Angel por correo electr¨®nico. ¡°La idea legal de consentimiento ha empantanado nuestras ideas sobre el sexo y nos ha hipnotizado cuando tratamos de entender qu¨¦ es lo que hace que el sexo sea bueno o malo. Mucho sexo consentido es doloroso y poco placentero para las mujeres, o est¨¢ consentido porque las desigualdades dificultan a muchas mujeres decir s¨ª o no, y es f¨¢cil poner el placer femenino en segundo plano. El consentimiento no refleja una realidad, que es que los hombres y las mujeres llegan al sexo con distintas expectativas y experiencias¡±.
Para la escritora Shaina Joy Machlus, autora del libro La palabra m¨¢s sexy es s¨ª (Vergara), contraponer consentimiento y deseo femenino plantea una falsa dicotom¨ªa. ¡°Creo en eso de que la revoluci¨®n sea irresistible. El consentimiento sexual es una receta para un sexo alucinante, y punto¡±. Machlus recuerda tambi¨¦n que el concepto de consentimiento es siempre ¡°algo que se da libremente, sin presi¨®n, reversible, espec¨ªfico, claro y continuado¡±.
Mientras en la literatura acad¨¦mica y en la filosof¨ªa m¨¢s o menos mass market se discute si el consentimiento se pasa o se queda corto a la hora de generar buen sexo para el mayor n¨²mero de personas posible, en el terreno judicial el debate es otro. En el largo proceso de redactado de la ley de libertad sexual, conocida en los medios como ley del solo s¨ª es s¨ª, que aprob¨® el Consejo de Ministros el pasado julio y est¨¢ pendiente de ratificaci¨®n en el Congreso y el Senado, las reticencias del Consejo General del Poder Judicial y el tira y afloja entre ministerios se centraron sobre todo en una cuesti¨®n, la llamada inversi¨®n de la carga de prueba. Es decir, para algunos jueces el problema de la ley tal y como se planteaba en el anteproyecto de marzo de 2020 radicaba en que el agresor se convert¨ªa en un presunto culpable y no en un presunto inocente.
Mar¨ªa Acale, jurista que ha participado en la redacci¨®n de la ley, cree que con las ¨²ltimas modificaciones en la letra de la ley se acaban las dudas y, sobre todo, se protege a las v¨ªctimas: ¡°Si esta calla o grita de dolor o llora en las concretas circunstancias en las que se produce el acto sexual, esas l¨¢grimas o gritos son pruebas de la falta de consentimiento¡±. Acale, que es catedr¨¢tica de Derecho Penal en la Universidad de Jerez, defiende que el esp¨ªritu de la ley es el que recoge su nombre oficial, la protecci¨®n de la libertad sexual ¡°frente a todo tipo de ataques¡±, sin ignorar que son las mujeres quienes suelen sufrir de manera desproporcionada la violencia sexual. ¡°No se trata de firmar una suerte de acta notarial¡±, como se ha querido ridiculizar a menudo, pintando el nuevo contrato sexual como un contrato literal, una instancia de varias p¨¢ginas que deben firmar los participantes antes de ponerse a la tarea, como hace Christian Grey con Anastasia al principio de Cincuenta sombras de Grey. ¡°Se trata de atender a la espontaneidad inherente de las relaciones sexuales consentidas¡±, aclara la jurista.
En t¨¦rminos de derecho comparado, la ley espa?ola se asemeja a la ley sueca, reformada en 2018, que subraya que si una agresi¨®n sexual se produce aprovechando que la v¨ªctima est¨¢ drogada, bebida, sometida por alguna circunstancia o incluso ¡°aprovechando una situaci¨®n de dependencia¡± (y por tanto no puede pronunciar el famoso ¡°no¡±), sigue consider¨¢ndose agresi¨®n.
Para la abogada feminista Carla Vall i Duran, la entrada en vigor de la ley supondr¨¢ que las v¨ªctimas ya no tengan que someterse tanto a seg¨²n qu¨¦ interrogatorios en las vistas. ¡°Siempre se les pregunta por lo que no hicieron para preservar su integridad y no por lo que hicieron¡±. Las famosas preguntas que todav¨ªa constan en muchas actas judiciales: si la v¨ªctima pidi¨® auxilio de manera clara, si cerr¨® las piernas, si hab¨ªa ¡°jolgorio y regocijo¡± en el ambiente, como escribi¨® el magistrado Ricardo G¨®mez en su voto particular en la sentencia de La Manada. ¡°Lo m¨¢s frecuente en una agresi¨®n es que el cuerpo se bloquee. No te puedes mover, no puedes gritar, no puedes huir ni responder f¨ªsicamente a la agresi¨®n. Esto nos permitir¨¢ no tener que empezar cada proceso recordando premisas b¨¢sicas de victimolog¨ªa¡±, cree la abogada.
En el debate medi¨¢tico, alentado por una escuela de columnismo de corte canallita, la introducci¨®n de la ley de libertad sexual se aprovech¨® para lamentar que, seg¨²n algunos, se legislase a favor de un tipo de sexo pacato y mojigato, ajeno a cualquier arrebato. Eso es lo que buscaba transmitir la diputada del PP Cayetana ?lvarez de Toledo cuando en un debate de las elecciones catalanas pregunt¨® a sus adversarias de la izquierda: ¡°?Ustedes dicen s¨ª, s¨ª, s¨ª, todo el rato hasta el final?¡±.
¡°No s¨¦ qu¨¦ tipo de relaciones tiene la se?ora ?lvarez de Toledo, y me sabe mal por ella¡±, responde Vall i Duran, ¡°pero hemos de pensar que el C¨®digo Penal habla de violencia y no de sexo. El sexo es importante para los humanos y no creo que nos conformemos con un sexo no delictivo. Lo queremos placentero. No decir solo s¨ª, s¨ª, s¨ª, sino aqu¨ª, all¨¢, de esta manera y de esta otra¡±. No solo si quieres la hamburguesa o el t¨¦, sino c¨®mo los quieres, que dir¨ªa Eli Soler a sus alumnos.
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