El ¡®caso Truss¡¯
En unos meses sabremos si los sistemas europeos resisten a la crisis o si se aproximan al disparate de las democracias m¨¢s antiguas
Lo de Liz Truss es interesante. No puede ser culpada, supongo, de que tras el primer encuentro se le muriera la reina, que hab¨ªa soportado con buena salud a los anteriores 15 primeros ministros. Pero lo de hundir la econom¨ªa brit¨¢nica en menos de una semana y con una sola ley, la primera de su Gobierno, constituye un hito hist¨®rico. Y sus entrevistas radiof¨®nicas del jueves a una serie de emisoras locales parecieron confirmar lo que ven¨ªa sospech¨¢ndose: en Downing Street se aloja una mujer que cree ser Margaret Thatcher igual que otros, generalmente en un sanatorio, se creen Napole¨®n.
(Un inciso. Cuando Thatcher lleg¨® al poder, los m¨¢s ricos pagaban a Hacienda el 83% de sus ingresos; ella redujo la tasa m¨¢xima al 60% y la m¨ªnima al 30%. Cuando Truss lleg¨® al poder, o sea, hace unas semanas, los m¨¢s ricos pagaban, si no recurr¨ªan a para¨ªsos fiscales, un m¨¢ximo del 37%: lo dicho, un asunto patol¨®gico).
Cabe reconocer que, desde el Brexit, el Reino Unido ha gozado de dirigentes muy discutibles: David Cameron, el que se dispar¨® un refer¨¦ndum en el pie; Theresa May, la que no supo qu¨¦ hacer con el pie herido, y Boris Johnson, el que proclam¨® que la cojera le sentaba maravillosamente al pa¨ªs y se fue de fiesta. En ese sentido, Liz Truss s¨®lo representa un paso m¨¢s (con el pie malo) en la degradaci¨®n de los tories.
Tampoco Estados Unidos lleva una temporada muy lucida. Recuerden a George W. Bush. A Barack Obama, simp¨¢tico y elegante, s¨ª, pero ineficiente. A Donald Trump, inenarrable de principio a fin. Y ah¨ª est¨¢ ahora Joe Biden, que quiz¨¢ podr¨ªa haber sido un presidente potable 10 a?os atr¨¢s, cuando a¨²n no se le iba la cabeza. Durante este proceso, el Partido Republicano ha enloquecido.
Los sistemas pol¨ªticos brit¨¢nico y estadounidense muestran muchas similitudes. El sistema electoral mayoritario impone (Escocia aparte) el bipartidismo, propenso a deslizarse hacia los extremos en ¨¦pocas de polarizaci¨®n como la actual. Los partidos de ambos pa¨ªses dependen en gran medida de las donaciones de magnates, lo cual tiende a alejarlos del ciudadano com¨²n. Y en ambos casos, por razones tal vez relacionadas con lo dicho antes, los partidos (en especial los del flanco conservador) parecen haber decidido elegir candidatos cada vez m¨¢s mediocres.
En comparaci¨®n, los sistemas continentales, generalmente m¨¢s complicados (proporcionalidad electoral, federalismos y autonomismos), resisten por ahora bastante bien. Italia incluida, a la espera de ver qu¨¦ da de s¨ª Georgia Meloni. Puede temerse un eje Roma-Varsovia-Budapest que complique la vida a la Comisi¨®n Europea y dificulte el consenso socialdem¨®crata frente a una guerra que se perfila larga y en la que Estados Unidos, con intereses propios, no siempre juega a favor de sus aliados. Por otra parte, los errores de Vlad¨ªmir Putin (la tiran¨ªa es siempre el peor sistema) pueden tener efectos disuasorios para quienes se vean tentados por el autoritarismo.
En no demasiados meses sabremos si Bruselas y los sistemas europeos resisten la crisis o se deshilachan y se aproximan al disparate de las democracias m¨¢s antiguas, la brit¨¢nica y la estadounidense. Nada est¨¢ garantizado.
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