Carolyn Steel, arquitecta: ¡°Una sociedad buena es aquella en la que todo el mundo se alimenta bien¡±
Esta brit¨¢nica ha pasado de preguntarse c¨®mo se alimentan las ciudades, a concluir que la sociedad ideal se construye desde lo que comemos en casa
Carolyn Steel (Londres, 1965) vive en un peque?o apartamento del barrio de Marylebone, en el oeste de Londres. Hay que subir cuatro plantas por escaleras estrechas ¡ªla mayor¨ªa de las residencias de la zona son antiguas casas divididas en cuatro y cinco viviendas¡ª para llegar a su refugio. Decenas de libros, apropiadamente ordenados; un piano, una min¨²scula cocina desde la que se divisan los tejados de arquitectura eduardiana. Y un t¨¦, para charlar sobre la pasi¨®n de esta arquitecta que en su primer libro, Ciudades hambrientas, investig¨® c¨®mo las grandes urbes se alimentan a s¨ª mismas y en el reciente Sitop¨ªa, ambos editados por Capit¨¢n Swing, ha ido m¨¢s lejos: somos lo que comemos. La comida condiciona nuestra vida personal, social, pol¨ªtica y econ¨®mica.
PREGUNTA.?Al final, la pregunta cuya respuesta persigue no es tanto qu¨¦ debemos comer, sino en qu¨¦ consiste una buena vida.
RESPUESTA.?Una de las cosas que nos ense?¨® la pandemia es qu¨¦ es lo que realmente necesitamos, bien porque nos los ofreci¨® de un modo inesperado o porque nos lo arrebat¨®. Cada vez me interesa m¨¢s la cuesti¨®n de qu¨¦ significa nuestra condici¨®n de humanos. Y cada vez leo m¨¢s sobre las sociedades de cazadores y recolectores. El 95% de nuestra existencia en la tierra ha sido en esas condiciones. Nuestros cerebros y nuestros cuerpos siguen dise?ados en gran medida para un estilo de vida completamente diferente del que llevamos ahora. No estamos bien adaptados al mundo que hemos creado. En vez de evolucionar de un modo acompasado con nuestro entorno, hemos creado un mundo complejo que somos incapaces de manejar.
P.??No pretender¨¢ sugerir que la soluci¨®n est¨¢ en volver a esa etapa?
R.?Lo que pretendo decir es que hay muchas cosas de aquel mundo de cazadores y recolectores con las que nos podemos identificar de un modo muy consistente. Por ejemplo, cercan¨ªa con aquellos que amas y que son tu familia. Viv¨ªan en grupos reducidos. Cercan¨ªa con la naturaleza. Viv¨ªan un mundo que les suministraba lo que necesitaban y les transmit¨ªa una sensaci¨®n de abundancia. O sentido de la existencia. Se identificaban con el paisaje que les rodeaba, imbuido del esp¨ªritu de sus antecesores.
P.?Insisto. ?No es un romanticismo exagerado esa comparaci¨®n y ese anhelo de regresar a aquello?
R.?No, no, pero perm¨ªtame concluir. Ten¨ªan una salud de hierro, con un complejo sistema inmunol¨®gico. Gozaban de m¨²ltiples habilidades. Y una noci¨®n muy relajada del tiempo. Probablemente no ten¨ªan el mismo concepto del tiempo que tenemos hoy.
¡°Una sociedad buena es aquella en la que todos nos alimentemos bien. Pero no vamos en esa direcci¨®n¡±
P.?En definitiva, son esas cualidades las que hemos perdido.
R.?Ahora junta todo eso y observa lo que sucedi¨® durante la pandemia. ?Cu¨¢l fue nuestra principal causa de sufrimiento durante el confinamiento? La incapacidad de estar cerca de aquellos a los que amamos, de tocarlos. ?Qu¨¦ era lo que m¨¢s echaban de menos todos aquellos que viv¨ªan en ciudades abarrotadas de gente? El acceso a la naturaleza. ?Cu¨¢les eran las condiciones subyacentes en Occidente que provocaron tantas muertes por la covid-19? La falta de un buen sistema inmunol¨®gico, una salud muy debilitada por culpa de nuestro tipo de dieta. Y, finalmente, tiempo. Fueron muchos los que, al recuperarlo, sintieron que no quer¨ªan volver a su vida anterior. Conclusi¨®n: todas aquellas cosas que podr¨ªan constituir una buena vida tienen un componente muy animal.
P.?Quiz¨¢ la pandemia despertara en muchos esos anhelos y les hiciera pensar de otro modo. Pero luego lleg¨® de nuevo la cruda realidad.
R.?Mi visi¨®n de una sociedad buena es aquella en la que todo el mundo se alimente bien. Ya lo s¨¦, no es nada f¨¢cil. Pero no es f¨¢cil vivir bajo la condici¨®n humana. Lo que afirmo es que es posible, pero no estamos apuntando en esa direcci¨®n. Y ese es el problema.
P.?Hacerlo de un modo individual tiene algo de compromiso, pero ?no lo tiene tambi¨¦n de elitismo? No todo el mundo se lo puede permitir.
R.?Debe ser un prop¨®sito de toda la sociedad. Se puede intentar llevar a cabo de un modo individual, pero, bajo las restricciones y ataduras del capitalismo actual, la mayor¨ªa de nosotros no tenemos esa opci¨®n. Vivimos atrapados bajo un proyecto dise?ado hace un cuarto de siglo, cuando todo era diferente. Los recursos de la naturaleza, se entend¨ªa entonces, eran infinitos. Y todo era gratis. La sociedad viv¨ªa en peque?os grupos y se negociaba con aquellos a los que conoc¨ªas. Hab¨ªa un cierto equilibrio entre la sociedad y los mercados que ya no existe. Sin embargo, seguimos atados a la misma l¨®gica de entonces. Ese es el problema.
¡°Vivimos atrapados bajo un proyecto dise?ado hace un cuarto de siglo, cuando todo era diferente¡±
P.?El problema detr¨¢s de muchas penalidades: el estr¨¦s, la mala salud, la angustia¡ Y usted ve la soluci¨®n en la alimentaci¨®n.
R.?Al haber dedicado los ¨²ltimos 20 a?os a estudiar el modo en que nos alimentamos y en averiguar de qu¨¦ forma la comida condiciona nuestras vidas, me di cuenta de que el modo m¨¢s directo para alcanzar la meta que buscamos es construir una sociedad en la que todos nos alimentemos bien. El resto vendr¨¢ a partir de ah¨ª.
P.?Usted misma lo reconoce: a la gente le molesta que le digan c¨®mo comer. Siente atacada su libertad.
R.?No les convences a partir de argumentos pol¨¦micos o autoritarios, sino a base de darles la oportunidad de hacer las cosas de un modo diferente. Yo estoy envuelta en varios proyectos de huertos y granjas comunitarias en Londres. Son proyectos a muy peque?a escala, pero cuando existen este tipo de cosas despiertas el inter¨¦s de la gente. Se enfrentan a los alimentos de un modo diferente, al cultivarlos, al cocinarlos, al compartirlos de un modo completamente nuevo para ellos.
P.?No es comer para seguir adelante, es vivir alrededor de la comida.
R.?En mi libro confronto los planteamientos del programador Robert Rhinehart, de 33 a?os, y de Epicuro. Rhinehart es un tipo muy inteligente y tiene una frase que es una de mis favoritas: ¡®Preocuparse por algo tan simple como la comida durante la era digital es algo extra?o¡¯. Sintetiza exactamente su pensamiento. La comida es algo aburrido y de poca importancia. De hecho, invent¨® un sustituto alimenticio llamado Soylent. Del otro lado tenemos al fil¨®sofo Epicuro, que nos dice que estamos hechos para el placer. ?Por qu¨¦ no organizar nuestra vida en torno a lo que nos proporciona un placer natural, como comer, beber, dormir o hacer ejercicio? Yo a eso lo llamo abrazar todo aquello que es necesario. Esa es la gran cuesti¨®n: c¨®mo alimentarnos. Podemos escapar de nuestra propia naturaleza y usar nuestra inteligencia y la tecnolog¨ªa a nuestro alcance para resolverlo. De ese modo podremos alimentarnos mientras, qu¨¦ s¨¦ yo, seguimos jugando al ¨²ltimo videojuego, o podemos aferrarnos al placer que nos proporciona la comida. Recuperar ese v¨ªnculo con la naturaleza y con la sociedad que nos proporciona, por ejemplo, cocinar para otros y compartir la mesa.
P.?Nosotros hablamos de la Espa?a vaciada. No es f¨¢cil ese retorno a otro tipo de vida.
R.?Ahora tenemos esta cosa maravillosa llamada internet. Ahora puede estar en medio de la nada siendo historiador, abogado o escritor. Ha supuesto un cambio en las reglas del juego. Es verdad que el mundo rural se ha venido abajo, en parte por esta loca idea de que la buena vida es la vida urbana. Aunque esa es una idea m¨¢s propia de hace 50 a?os. Tambi¨¦n tiene mucho que ver con que ya nadie paga lo suficiente por los alimentos. Conozco a granjeros y agricultores a los que les va bien y producen para gente como yo, que valoramos la comida. En los ¨²ltimos 100 a?os hemos desarrollado la idea de que los alimentos deber¨ªan ser lo m¨¢s baratos posible, algo de lo que no tuvi¨¦ramos ni que preocuparnos.
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