Ver o no ver el Mundial: el dilema ¨¦tico del aficionado
La cita mundialista, que arranca ma?ana en Qatar, plantea cuestiones morales, entre otros: ?es correcto contemplar un espect¨¢culo organizado por un pa¨ªs donde han muerto 6.500 trabajadores inmigrantes a lo largo de una d¨¦cada?
El Mundial de f¨²tbol de Qatar est¨¢ planteando a muchos aficionados un dilema ¨¦tico: ?seguir la competici¨®n les convierte de alg¨²n modo en c¨®mplices de un r¨¦gimen que vulnera los derechos humanos?
Estas vulneraciones incluyen la discriminaci¨®n de las mujeres, de las personas LGTB+ ¡ªcon penas de c¨¢rcel¡ª y de los trabajadores inmigrantes: seg¨²n una investigaci¨®n publicada por The Guardian, m¨¢s de 6.500 murieron en Qatar entre 2010 y 2020.
La acusaci¨®n a la que se enfrentan tanto los gobernantes de este pa¨ªs como la FIFA es la del llamado blanqueamiento deportivo. Es decir, estar¨ªan usando el Mundial para desviar la atenci¨®n y promover una imagen positiva del r¨¦gimen, a menudo con ayuda de caras reconocidas, como influencers a sueldo o David Beckham, embajador de la Copa del Mundo.
Y esto explica el dilema de los aficionados: disfrutar de un partido de f¨²tbol, que no tiene nada de malo, puede contribuir a minimizar la importancia y el alcance de los atropellos catar¨ªes. Con lo que el Mundial se convierte, como titulaba Natalia Junquera en un reportaje de EL PA?S, en ¡°la campa?a de imagen m¨¢s cara de la historia¡±.
Jake Wojtowicz, fil¨®sofo brit¨¢nico especializado en deportes, recuerda en conversaci¨®n telef¨®nica que estos debates no son nuevos: ya se dieron, por ejemplo, con la elecci¨®n de Rusia como sede del Mundial de 2018, una decisi¨®n tambi¨¦n criticada por la discriminaci¨®n hacia las personas LGTB+. Y a?ade que, por supuesto, es el r¨¦gimen de Qatar el que viola los derechos humanos y es la FIFA la que ha escogido esta sede con la oposici¨®n de much¨ªsimos aficionados. ¡°Dicho esto, lo que no podemos hacer es ignorarlo. Hemos de ser conscientes de que tenemos una responsabilidad¡±. El blanqueamiento pervierte una pasi¨®n sincera y bienintencionada, y la usa para limpiar una reputaci¨®n m¨¢s que dudosa. Quiz¨¢s haya voces que aseguran que el f¨²tbol no se deber¨ªa politizar, pero quienes lo han politizado han sido Qatar y la FIFA, no los aficionados.
La sensaci¨®n que tienen muchos seguidores de que algo falla con esta Copa del Mundo y de que est¨¢n siendo utilizados por un r¨¦gimen brutal es, pues, m¨¢s que comprensible. De hecho, podr¨ªan incurrir en la llamada ¡°complicidad de tolerancia¡±. Sasha Mudd, fil¨®sofa de la Universidad Cat¨®lica de Chile, explica por correo electr¨®nico que los aficionados no son responsables de los abusos de Qatar, pero los toleran, normalizan o ignoran cuando siguen la competici¨®n, dando ¡°una aprobaci¨®n t¨¢cita a todo el espect¨¢culo¡±.
Hay que apuntar que seguir el Mundial no es el ¨²nico acto de complicidad en el que caemos. Ocurre algo parecido cuando compramos ropa fabricada por trabajadores de otros pa¨ªses que no cuentan con condiciones de seguridad m¨ªnimas, por ejemplo. Y estamos hablando del Mundial, pero parece que no se llevan las mismas cr¨ªticas los acuerdos comerciales con Qatar, que es el quinto proveedor de gas natural de Espa?a.
Tanto Wojtowicz como Francisco Javier L¨®pez Fr¨ªas, profesor de Filosof¨ªa del Deporte en la Universidad de Penn State (Estados Unidos), a?aden varios matices que explican el mayor alcance del debate sobre la Copa del Mundo, sin que eso suponga minimizar el resto de decisiones de consumo: el deporte no solo tiene un alcance global (o casi), sino tambi¨¦n un destacado valor simb¨®lico.
Como explica L¨®pez Fr¨ªas en conversaci¨®n telef¨®nica, ¡°el deporte forma parte de nuestra identidad, no cambiamos de selecci¨®n o de equipo igual que cambiamos de camisa¡±. Podemos (y a veces debemos) optar por otro proveedor de gas o de marca de ropa, pero no hay un Mundial alternativo, por ejemplo. Esta apropiaci¨®n del evento hace mucho da?o a los aficionados porque resta valor a algo que es importante y ¨²nico para ellos.
Boicoteos y debates
Ante esta situaci¨®n, hay dos opciones de protesta. La primera: el boicoteo. L¨®pez Fr¨ªas apunta que los seguidores tienen un poder del que a veces no son conscientes: ¡°Si, por ejemplo, un 30% de los aficionados dejan de ver los partidos, la FIFA se dar¨ªa cuenta y se ver¨ªa obligada a seguir criterios ¨¦ticos en los procesos de selecci¨®n de sede¡±. Mudd coincide y recuerda que las protestas y boicoteos ¡°han sido, hist¨®ricamente, una herramienta eficaz para aplicar presi¨®n moral¡±. Es decir, aunque seguir la competici¨®n no sea una acci¨®n incorrecta, no ver los partidos podr¨ªa ser una acci¨®n positiva, teniendo en cuenta las consecuencias.
Pero esta renuncia no es f¨¢cil: el mismo L¨®pez Fr¨ªas se lo est¨¢ planteando, ¡°pero creo que mi pasi¨®n me empujar¨¢ a ver alg¨²n partido¡±. Wojtowicz tambi¨¦n seguir¨¢ la competici¨®n, aunque asegura que no sabe ¡°si es lo correcto¡±. De hecho, en un art¨ªculo escribi¨® que quiere que la selecci¨®n inglesa gane la Copa del Mundo, pero quiz¨¢s no esta Copa: ¡°Ni siquiera estoy seguro de querer que juegue¡±.
El boicoteo no es la ¨²nica alternativa. Otra posibilidad es plantear el debate y mostrar nuestra oposici¨®n a lo que han hecho Qatar y la FIFA. Como apunta L¨®pez Fr¨ªas, ¡°la discusi¨®n de cuestiones ¨¦ticas es una resistencia indirecta, a largo plazo. Ayuda a que tomemos un papel m¨¢s activo¡±. Wojtowicz coincide en la importancia de esta cr¨ªtica p¨²blica, que puede ir desde las conversaciones con amigos, para que no cale el mensaje propagand¨ªstico catar¨ª, hasta la responsabilidad de los medios de no olvidar estos asuntos una vez que empiece la competici¨®n. Mudd a?ade que el Mundial ¡°es una oportunidad excelente para centrar la atenci¨®n en los derechos humanos¡±, incluyendo el trato a los trabajadores migrantes, y el desarrollo sostenible.
En este sentido son importantes gestos como el de Ibai Llanos, que asegur¨® haber rechazado una oferta para ir a Qatar durante la competici¨®n, o el de Rod Stewart, que renunci¨® a actuar en el Mundial (y al mill¨®n de euros que le habr¨ªa reportado). A lo que podemos sumar las pocas acciones de jugadores y selecciones, como las camisetas de Dinamarca con el logo y el escudo desdibujados, o la decisi¨®n de los capitanes de equipos como Inglaterra, Francia o Alemania de lucir brazaletes con los colores de la bandera LGTB+ y el mensaje ¡°One Love¡±.
L¨®pez Fr¨ªas a?ade que cada vez hay m¨¢s debate en torno al blanqueamiento deportivo y cita como ejemplo las cr¨ªticas de los aficionados de la Premier League a los millonarios que compran equipos de f¨²tbol con la oposici¨®n de las bases. Tambi¨¦n recuerda una visita reciente a la Universidad de Lovaina (B¨¦lgica), en la que coincidi¨® con otros fil¨®sofos especializados en ¨¦tica deportiva: en todas las conversaciones sal¨ªa el tema del Mundial y todos se preguntaban si estar¨ªa bien seguirlo o si merec¨ªa la pena boicotearlo.
Este fil¨®sofo cree que los cambios pueden ser duraderos y que algunos profesionales del sector se van concienciando: ¡°A veces solo por una cuesti¨®n econ¨®mica y de patrocinios, pero tambi¨¦n dan m¨¢s importancia a asuntos que antes pasaban inadvertidos¡±. Lo interesante, a?ade, ser¨¢ ver ¡°qu¨¦ pasa cuando acabe el Mundial, si empieza la Liga y todo el mundo se olvida, o si el debate evoluciona y los jugadores tambi¨¦n participan¡±. De momento, s¨ª va quedando clara la idea de que la elecci¨®n de Qatar, como apunta Mudd, ha sido ¡°moralmente grotesca¡±: ¡°No hay nada que podamos hacer para redimir todo el da?o que se ha hecho, pero nunca es tarde para alzar la voz¡±.
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