Hay que dar una lecci¨®n de humildad a Rusia
La agresi¨®n de Putin debe quedar castigada en el escenario internacional. El escarmiento es el camino m¨¢s recto para enterrar sus ansias imperiales
La muerte de dos civiles a consecuencia de un ataque con misiles en el este de Polonia este martes muestra que la invasi¨®n de Ucrania por parte de Rusia tiene posibilidades de extenderse hasta territorios de la UE y la OTAN. Sea cual sea el origen del misil (ruso o ucranio), la causa original del ataque es la salvaje ofensiva de Rusia contra objetivos civiles, contraviniendo la Convenci¨®n de Ginebra. As¨ª es como responde el Kremlin a su expulsi¨®n de Jers¨®n, la ¨²nica capital de provincia que ha ocupado desde febrero. Y ocurri¨® a pesar del generoso gesto humanitario de Ucrania, que permiti¨® a las fuerzas rusas replegarse y cruzar el r¨ªo Dni¨¦per la pasada semana sin someterles a un intenso bombardeo.
Estos acontecimientos desbaratan los argumentos de analistas en Occidente que sostienen que la guerra no debe acabar con una ¡°humillaci¨®n¡± del presidente, Vlad¨ªmir Putin, o de Rusia. De hecho, es justo lo contrario: la deplorable agresi¨®n de Putin deber¨ªa dejar a Rusia como un paria en el escenario mundial.
M¨¢s all¨¢ de la inmoralidad de este llamamiento unilateral a ofrecer a Putin una salida digna (nadie parece estar pidiendo que el posible acuerdo de paz no humille a Ucrania), ?cabe justificar este argumento por el peso de la historia o por la l¨®gica implacable de que estamos tratando con una superpotencia nuclear? (incluso cuando ha quedado demostrado que Rusia solamente es una superpotencia en este aspecto).
Para responder a esa pregunta hay que comenzar con el hecho de que cualquier derrota en una guerra ser¨¢ siempre profundamente humillante para el lado perdedor, independientemente de que sea el agresor o la v¨ªctima. La guerra siempre implica humillaciones al menos para una de las partes¡ y, a veces, para ambas. Quienes sostienen que no hay que humillar a Rusia suelen se?alar primero lo que ocurri¨® despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial. Seg¨²n ellos, el Tratado de Versalles impuso condiciones tan humillantes para Alemania que llev¨® al ascenso de Hitler una d¨¦cada m¨¢s tarde y, luego, a la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, Alemania solo sufri¨® p¨¦rdidas territoriales moderadas en Versalles. La obligaron a devolver Alsacia-Lorena (que le hab¨ªa quitado a Francia en 1871) y los territorios polacos de los que se hab¨ªa apoderado durante las divisiones del siglo XVIII. Otros, como los imperios ruso, austroh¨²ngaro y otomano, perdieron territorios mucho mayores que Alemania.
Fueron las cl¨¢usulas sobre reparaciones del Tratado de Versalles, no el acuerdo territorial, lo que pudo haber contribuido al ascenso de Hitler. Las reparaciones ciertamente eran justas, considerando que fueron proporcionales a las p¨¦rdidas de guerra francesas y a las reparaciones que Francia pag¨® a Alemania despu¨¦s de la guerra de 1870. Pero, como afirm¨® John Maynard Keynes (y muchos historiadores m¨¢s adelante), es posible que los pagos de Alemania por reparaciones hayan contribuido a las dificultades que sufri¨® su poblaci¨®n durante la hiperinflaci¨®n de principios de la d¨¦cada de 1920 y la Gran Depresi¨®n, a inicios de la d¨¦cada de 1930.
Este punto sobre el impacto econ¨®mico del Tratado de Versalles se entiende con los acontecimientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania volvi¨® a ceder Alsacia (nuevamente, a Francia) y perdi¨® una cuarta parte de su territorio a manos de Polonia y del r¨¦gimen t¨ªtere ruso de Alemania Oriental. La sensaci¨®n de humillaci¨®n, en todo caso, debi¨® ser mucho mayor que despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial. La derrota de los nazis, en cambio, result¨® enormemente beneficiosa tanto para Alemania como para sus vecinos. La asistencia que recibi¨® de Estados Unidos gracias al Plan Marshall m¨¢s que compens¨® las reparaciones que Alemania Occidental tuvo que pagar, y la econom¨ªa alemana florece desde entonces. Se reunific¨® pac¨ªficamente con Alemania Oriental cuando cay¨® el comunismo y nunca m¨¢s insisti¨® en una pol¨ªtica exterior revanchista.
Alemania tampoco es el ¨²nico ejemplo de pa¨ªses que se hayan beneficiado de su derrota y humillaci¨®n en la guerra: Jap¨®n tambi¨¦n renunci¨® al imperialismo y al militarismo despu¨¦s de rendirse en la Segunda Guerra Mundial; Francia qued¨® en mejor situaci¨®n despu¨¦s de perder la guerra de Argelia, porque esa derrota le permiti¨® a Charles de Gaulle encaminar a su pa¨ªs para convertirlo en una naci¨®n moderna y econ¨®micamente din¨¢mica, profundamente integrada con el resto de Europa; de igual modo, despu¨¦s de su derrota y humillaci¨®n en Vietnam, EE UU se reinvent¨® econ¨®mica y tecnol¨®gicamente con Ronald Reagan para convertirse en ganador indiscutido de la Guerra Fr¨ªa.
Rusia tambi¨¦n vivi¨® experiencias de este tipo. Su derrota y humillaci¨®n en la guerra de Crimea llev¨® a la abolici¨®n de la servidumbre en 1861, cuando liber¨® a 23 millones de personas (casi seis veces m¨¢s que EE UU despu¨¦s de la Proclamaci¨®n de Emancipaci¨®n de 1863). Disfrut¨® despu¨¦s 40 a?os de r¨¢pido desarrollo econ¨®mico. Luego su derrota y humillaci¨®n en la guerra ruso-japonesa la llevaron ese mismo a?o a una revoluci¨®n, en 1905, y a establecer (aunque temporalmente) una monarqu¨ªa constitucional.
En 1916 las derrotas de Rusia frente a Alemania aceleraron la ca¨ªda del zar y el establecimiento del Gobierno liberal provisorio de Aleksandr K¨¦renski en febrero de 1917. Desafortunadamente, K¨¦renski no estaba dispuesto a aceptar la humillaci¨®n y continu¨® con la guerra, lo que llev¨® a p¨¦rdidas a¨²n mayores y a la catastr¨®fica revoluci¨®n bolchevique en noviembre de 1917. Pero entonces, la derrota y humillaci¨®n sovi¨¦ticas en la guerra polaca de 1921 impulsaron a Vlad¨ªmir Lenin a introducir la Nueva Pol¨ªtica Econ¨®mica, basada parcialmente en el mercado. Con ella se acabaron las hambrunas masivas y Rusia pudo haber encontrado el camino sostenible hacia el desarrollo econ¨®mico¡ si el posterior ascenso de I¨®sif Stalin no lo hubiera impedido.
Finalmente, la derrota y humillaci¨®n en la guerra de Afganist¨¢n llevaron a la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y a un periodo demasiado corto de democratizaci¨®n, durante el cual Rusia al menos mostr¨® respeto por sus vecinos. Nuevamente, como ocurri¨® con Alemania despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial, la vuelta del revanchismo ruso no se debi¨® a la p¨¦rdida de territorios o de su condici¨®n de gran potencia, sino a las dificultades posteriores al colapso del sistema econ¨®mico sovi¨¦tico.
?Se equivoc¨® Occidente al no brindar un mayor apoyo a la Rusia de Boris Yeltsin? Creo que s¨ª, aunque tambi¨¦n hubo poderosas fuerzas locales a favor del modelo cleptocr¨¢tico que termin¨® por imponerse. En ¨²ltima instancia, tal vez una transici¨®n m¨¢s ordenada y menos dolorosa, como la de los pa¨ªses del bloque sovi¨¦tico en Europa Central, no hubiera sido posible.
De todas formas, hay amplia evidencia hist¨®rica de que la humillaci¨®n en retribuci¨®n a las pol¨ªticas imperiales o agresivas suele conllevar beneficios significativos en el medio a largo plazo, tanto para los pa¨ªses en cuesti¨®n como para sus vecinos. Hay quienes sostienen que los riesgos a corto plazo de humillar a una de las principales potencias nucleares del mundo son excesivos, pero ese argumento ignora la probabilidad de que si Putin tiene ¨¦xito con el chantaje nuclear despu¨¦s de la invasi¨®n, volver¨¢ a intentarlo una y otra vez.
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