El golpismo de la dictadura terrorista
Lo que viene ocurriendo con el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional es un s¨ªntoma de una democracia mediocre
Cualquiera que haya salido a la calle habr¨¢ notado que la sociedad espa?ola no sufre ninguna crisis existencial. La gente va y viene, se aglomera en las aceras c¨¦ntricas, gasta dinero si puede y goza o sufre, seg¨²n, de estos d¨ªas viscosos que se alargan hasta bien entrado enero. Quien no vive de la pol¨ªtica es ya inmune a la repetici¨®n de palabras huecas, con la misma vacuidad sem¨¢ntica (aunque con mucha menos gracia) que una retah¨ªla de insultos del Capit¨¢n Haddock: ¡°?Anacoluto, mercantilista, ostrogodo, cole¨®ptero, bachibuzuk!¡±.
El diccionario nos dice que un anacoluto es una incoherencia gramatical en una frase. Y que un bachibuzuk era un mercenario del antiguo Ej¨¦rcito otomano. No hace falta consultarlo para saber que una dictadura es una cosa atroz (hemos pasado por eso), que el terrorismo mata y aterroriza (hemos pasado por eso) y que un golpe de Estado es un acto pol¨ªtico de extrema violencia respaldado por las armas (no hace tant¨ªsimos a?os que sufrimos un intento fallido, y aunque sigamos sin saber qui¨¦n lo patrocin¨® realmente, no hemos olvidado en qu¨¦ consiste).
Habr¨¢ ciudadanos de a pie, de tal ideolog¨ªa o de tal otra, que usen con soltura palabras como ¡°dictadura¡± o ¡°golpismo¡±. De la misma forma que podr¨ªan decir ¡°bachibuzuk¡±. Simples interjecciones.
Lo que ha venido ocurriendo con el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional no es m¨¢s que un s¨ªntoma, el en¨¦simo, de un sistema pol¨ªtico de mediocre calidad. Un sistema democr¨¢tico, sin embargo. Con toda la injusticia econ¨®mica y social que ustedes quieran, con graves deficiencias, con ins¨®litos alardes de cinismo por parte de quienes lo manejan. Es una democracia imperfecta, como lo son todas, en mayor o menor grado. Pero es una democracia.
Al igual que en otras democracias que solemos considerar m¨¢s o menos avanzadas (Estados Unidos, Francia o Reino Unido, por ejemplo), el ciudadano no vota a favor, sino en contra. Hace ya tiempo que los partidos juegan a eso que llamamos polarizaci¨®n y que en realidad consiste en la descalificaci¨®n del adversario. El juego requiere figuras tot¨¦micas a las que se pueda odiar y amar de una forma tan profunda como irracional; disponemos de varias de ellas. Dejando de lado a Irene Montero y Pablo Iglesias, por escasez de peso electoral, el juego lo protagonizan Pedro S¨¢nchez e Isabel D¨ªaz Ayuso.
Perm¨ªtanme una opini¨®n muy subjetiva: hay un se?or gallego que dice mandar en el PP, pero cada vez que le oigo creo escuchar a la presidenta de Madrid. El PP ofrece un discurso ayusista pronunciado por alguien que no tiene ni la desfachatez ni el ¨¢nimo asesino (pol¨ªticamente) que caracteriza a D¨ªaz Ayuso. Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa se corrija esa anomal¨ªa.
Mejor no tomarse las cosas a la tremenda. Seamos conscientes de que dentro de a?os o d¨¦cadas Isabel D¨ªaz Ayuso ser¨¢ una mujer muy rica (no lo duden) dedicada a otras cosas, y Pedro S¨¢nchez mandar¨¢ en algo internacional y ser¨¢ un poco menos rico (no mucho menos) que ella. El juego seguir¨¢, con otros personajes entra?ablemente odiosos y, disculpen el pesimismo, con las mismas instituciones mediocres. Y con una democracia imperfecta que, ojal¨¢, seguir¨¢ permiti¨¦ndonos calificarla de dictadura o de bachibuzuk: para entonces ser¨¢n sin¨®nimos.
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