Un gemido, no una explosi¨®n
Lo peor de las cr¨ªticas apocal¨ªpticas al Gobierno de S¨¢nchez es que llevan impl¨ªcitas la deslegitimaci¨®n de un gobierno democr¨¢tico
El poeta brit¨¢nico T. S. Eliot (nacido en Estados Unidos) escribi¨® que el fin del mundo no llegar¨ªa con una explosi¨®n, sino con un gemido. En Espa?a, desde luego, lo que existe desde hace meses es lo contrario, una explosi¨®n de cr¨ªticas al Gobierno de Pedro S¨¢nchez, con un tono cada vez m¨¢s apocal¨ªptico, que se va contagiando hasta instalarse en lugares insospechados. Las recientes reformas del C¨®digo Penal (delitos de sedici¨®n y malversaci¨®n) ya no se critican en esos c¨ªrculos como errores gubernamentales, sino como cataclismos insoportables que acabar¨¢n con el pa¨ªs. Lo peor de este tono de hecatombe es que lleva impl¨ªcito algo que es bastante m¨¢s peligroso que lo que se denuncia: la deslegitimaci¨®n de un gobierno elegido democr¨¢ticamente en las urnas. Eso y el deterioro de las instituciones, impidiendo su correcto funcionamiento, son los verdaderos da?os insoportables en las democracias.
En realidad, lo m¨¢s grave que ocurre en Espa?a es el bloqueo de las instituciones, la imposibilidad de renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por el veto que mantiene el principal partido de la oposici¨®n, el PP, y la consiguiente imposibilidad de que el Tribunal Supremo haga su trabajo con normalidad. Lo m¨¢s grave en una democracia no suele ser una reforma del C¨®digo Penal, por muchas quejas razonables que suscite, sino que las instituciones dejen de funcionar. Los vocales del CGPJ tienen caducado su mandato desde hace m¨¢s de cuatro a?os y, aun as¨ª, no hay forma de convencer al PP para que permita su renovaci¨®n. El Tribunal Supremo, m¨¢ximo tribunal de casaci¨®n, que tiene encomendada la aplicaci¨®n uniforme de las leyes en todo el pa¨ªs, dejar¨¢ de dictar, seg¨²n sus propios c¨¢lculos, 1.200 sentencias este a?o porque, al no renovarse el Consejo, no se podr¨¢n cubrir las 24 plazas vacantes, m¨¢s de un 30% del total. Ese bloqueo es el que produce mayor da?o en las instituciones, porque, adem¨¢s, no se trata de un eventual error, sino de una voluntad deliberada.
El apocalipsis que esos c¨ªrculos anuncian en Espa?a, con la destrucci¨®n del Estado, ocultan silencios clamorosos sobre esos otros da?os que son bien reales y evidentes. Ni la situaci¨®n pol¨ªtica ni la econ¨®mica, ni la posici¨®n internacional de Espa?a (sensiblemente mejoradas las dos ¨²ltimas bajo la presidencia de S¨¢nchez) auguran una hecatombe. Habr¨¢, seguramente, serios problemas, pero ni la situaci¨®n en Espa?a ni la situaci¨®n en Europa permiten hacer grandes comparaciones con el pasado hist¨®rico reciente. Espa?a no camina son¨¢mbula hacia su destrucci¨®n porque sigue en vigor su Constituci¨®n, su Tribunal Constitucional y su Parlamento, y existe un fuerte entramado de instituciones que cumplen correctamente su cometido. Europa tampoco se encamina son¨¢mbula, como ocurri¨® en la I Guerra Mundial, a un enorme conflicto, entre otras cosas, precisamente porque existen nuevas instituciones multilaterales (las de la Uni¨®n Europea y las de la Alianza Atl¨¢ntica, especialmente) que funcionan con razonable eficacia. Una vez m¨¢s, en Europa como en Espa?a, el principal riesgo ser¨ªa, precisamente, que esas instituciones se bloquearan.
Lo que m¨¢s inquietud produce, adem¨¢s del posible deterioro institucional, es la extrema polarizaci¨®n en el debate pol¨ªtico, no solo en Espa?a, sino en toda Europa. La radicalizaci¨®n se est¨¢ produciendo dentro de cada marco nacional, no en el debate estrictamente europeo. Lo cierto es que, poco a poco y en muchos pa¨ªses de la UE, va desapareciendo la voluntad de compromiso interno y van surgiendo nuevos modos de enfrentamientos pol¨ªticos radicales, unos contra otros, que s¨ª recuerdan a viejos tiempos.
La debilidad de los partidos pol¨ªticos, tanto los tradicionales como los relativamente nuevos, en su papel constitucional de instrumento fundamental de participaci¨®n pol¨ªtica es otro de los elementos de preocupaci¨®n en Espa?a y en Europa. La Constituci¨®n espa?ola les reserv¨® un protagonismo fundamental (su existencia se configura nada menos que en el art¨ªculo 6) como expresi¨®n de pluralismo y mecanismos para la formaci¨®n y manifestaci¨®n de la voluntad popular, pero es evidente que la mayor¨ªa de ellos (y muy especialmente el PSOE) han sufrido un proceso de endeblez notable. Quiz¨¢s esa falta de resistencia y solidez del partido del Gobierno sea lo que deja tanto espacio a las voces apocal¨ªpticas.
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