El primer deber de un ensayista es generar placer
?C¨®mo debe ser un ensayo?, se pregunta el cr¨ªtico irland¨¦s Brian Dillon en su ¨²ltimo libro. Y encuentra en Virginia Wolf parte de la respuesta: debe hechizarnos con la primera palabra y despertarnos, renovados, con la ¨²ltima
El ensayo, como nos informan todos los ar?t¨ªculos, tratados y conferencias sobre el tema, es etimol¨®gicamente una prueba o comentario textual ingenioso sin pretensi¨®n de ser definitivo ni ambici¨®n de agotar su tema. En realidad, este es un t¨®pico tan grande en la ch¨¢chara cr¨ªtica y period¨ªstica sobre la forma que ha terminado ocultando gran parte tanto sobre el ensayo como sobre la naturaleza de la obra y del experimento. El hecho de que el ensayo sea una tentativa o un enfoque provisional est¨¢ m¨¢s que demostrado y, como el definitivamente nada ensay¨ªstico G. W. F. Hegel dijo una vez, lo que se sabe de manera informal no se sabe como es debido para nada. ?C¨®mo llegamos del verbo franc¨¦s essayer a esta forma de pensamiento y palabra m¨¢s o menos consolidada?
Seg¨²n el cr¨ªtico suizo Jean Starobinski en su art¨ªculo ?Se puede definir el ensayo?, de 1983, essayer se remonta al siglo XII y proviene de la ra¨ªz latina exagium, que significa balanza. Starobinski dice: ¡°Intentar¡¯ deriva de exagiare, que significa pesar. Parecido a este t¨¦rmino encontramos ¡®examen¡¯: aguja, tira larga y estrecha en la caja de la balanza, por tanto, consideraci¨®n sopesada, control¡±.
Dicho de otro modo, el ensayo es antes que nada un tipo de medida o de juicio, no tanto una prueba de s¨ª mismo o de sus competencias o de las facultades de su autor como un pesaje de algo exterior a ¨¦l, es decir, ensayar es valorar. (Tambi¨¦n ha significado, hist¨®ricamente, un florecimiento, un pre¨¢mbulo y un ejemplo. Tambi¨¦n el pecho o la pechuga de un ciervo.) Pero estas agujas, los instrumentos de precisi¨®n con los que se supone que el ensayo naciente tiene que hacer su trabajo (al menos seg¨²n la leyenda etimol¨®gica), empiezan a proliferar ahora: ¡°[¡] otro significado de examen designa un enjambre de abejas, una bandada de p¨¢jaros. La etimolog¨ªa com¨²n ser¨ªa el verbo exigo, expulsar, perseguir, requerir luego. ?Qu¨¦ tentador que el significado nuclear de las palabras actuales resultara de sus significados del pasado remoto! El ensayo bien podr¨ªa ser tambi¨¦n un sopesar exigente, un examen atento, aunque tambi¨¦n un enjambre verbal del que uno libera a la creaci¨®n¡±.
El ensayo es diverso y distinto; abunda. Pero, por supuesto, tambi¨¦n prueba. Y renuncia. Son muchos los pasajes en los que los grandes ensayistas anuncian (o denuncian, porque a los ensayistas a veces los averg¨¹enza ser ensayistas) la naturaleza tentativa de su m¨¦todo o forma. Eso le ocurre a sir William Corn?wallis, que public¨® dos recopilaciones de sus ensayos a principios del siglo XVII: ¡°Lo m¨ªo son ensayos, yo que no soy sino un aprendiz reci¨¦n destinado a la inquisici¨®n del conocimiento y uso estas p¨¢ginas como utiliza una tabla el ayudante de un pintor intentando que se compenetren su mano y su imaginaci¨®n. Es una manera de escribir muy acorde con propuestas sin digerir o con una cabeza que no conozca su poder, como un recadero cauteloso se esfuerza al comenzar o la prudencia degusta antes de comprar¡±.
La brevedad de los ensayos, que observa su apogeo formal en los aforismos, tiene para Francis Bacon ¡°[¡] muchas virtudes excelentes, a las cuales no alcanza la escritura sistem¨¢tica. Pues, en primer lugar, pone a prueba al escritor, revelando si es superficial o profundo: porque los aforismos, salvo que sean rid¨ªculos, no se pueden hacer si no es con el meollo y m¨¦dula de las ciencias, ya que no tienen cabida en ellos ni el discurso ilustrativo, ni las enumeraciones de ejemplos, ni el discurso de conexi¨®n y orden, ni las descripciones de pr¨¢ctica¡±.
Pero aqu¨ª surge el conflicto del ensayo como forma: aspira a expresar la quintaesencia o el quid de su asunto, por tanto, a una especie de brillo e integridad y, al mismo tiempo, quiere insistir en que su ¨¢mbito es parcial, que ser incompleto es un valor en s¨ª mismo, ya que refleja mejor la naturaleza valiente y curiosa, si bien vacilante, de la mente escritora.
?Qu¨¦ cohesiona estas tendencias? Lo cl¨¢sico es decir que es el yo que escribe y recurrir tranquilamente a Montaigne, quien asegura en su ensayo Del ejercicio: ¡°No traigo yo aqu¨ª a colaci¨®n mis doctrinas, sino mi particular experiencia, y no debe censur¨¢rseme si la explano: lo que sirve para mi provecho, acaso pueda tambi¨¦n servir para el de otros. Por lo dem¨¢s, ning¨²n perjuicio puede recibir con esta relaci¨®n la experiencia ajena: expongo solo la m¨ªa, as¨ª que, si yo hago el loco, es a mis expensas, sin perjuicio de ning¨²n otro, pues es una locura sin consecuencias que muere en m¨ª¡±.
Este yo es tan contenido como provisional; es tan importante como disperso. Como dice Starobinski, la multiplicidad misma de los ensayos de Montaigne proclama o sanciona algo sobre la forma: que es tanto repetible como m¨²ltiple, seriada y surtida. Porque esa es la naturaleza del s¨ª mismo, como nos dice el ensayo Sobre la experiencia. (¡)
El ensayismo es tentativo e hipot¨¦tico y, sin embargo, es tambi¨¦n un h¨¢bito de pensar, escribir y vivir que tiene fronteras definidas. Esta es la combinaci¨®n que me atrae de los ensayos y los ensayistas: el esp¨ªritu del g¨¦nero dividido entre sus impulsos hacia el azar o la aventura y a la forma concluida, la integridad est¨¦tica. En El ensayo moderno, publicado en 1925, Virginia Woolf se?ala que ¡°la forma, asimismo, admite variedad¡±, pero tambi¨¦n que el ensayo tiene o deber¨ªa tener una compleci¨®n que se deriva del requisito de proporcionarle placer al lector: ¡°El principio que lo controla es simplemente que deber¨ªa dar placer; el deseo que nos impele cuando lo sacamos de la estanter¨ªa es simplemente obtener placer. Todo en el ensayo debe estar supeditado a ese fin. Deber¨ªa hechizarnos con la primera palabra y deber¨ªa despertarnos, renovados, con la ¨²ltima. En el intervalo podemos experimentar las experiencias m¨¢s diversas de diversi¨®n, sorpresa, inter¨¦s, indignaci¨®n; podemos elevarnos hasta las cotas fant¨¢sticas con Lamb o sumirnos en las profundidades de la sabidur¨ªa con Bacon, pero no debemos ser provocados nunca. El ensayo debe sobrepasarnos y correr las cortinas sobre el mundo¡±.
El g¨¦nero puede y debe ser heterog¨¦neo y extra?o a s¨ª mismo, pero su variedad y amplitud no implican que carezca de forma. Una de las cosas que suele contener el ensayo es erudici¨®n o conocimiento, pero ¡°un ensayo debe estar tan fundido con la magia de la escritura que no sobresalga ni un hecho, que ni un dogma desgarre la superficie de su textura¡±.
Los ensayos son ¨ªntegros, sin costuras, de buena factura, salvo cuando no lo son, cuando se fracturan y malogran y se abren a la posibilidad de que no gustar¨¢n. Por supuesto, ambas tendencias pueden convivir en el mismo ensayo, como en el caso de la propia Virginia Woolf.
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