El descontento en Europa parece indicar el fin del consenso socialdem¨®crata
Entre los j¨®venes hay una mengua del apoyo a la democracia, que creen ¡°menos esencial¡±
Alrededor de un 18% de los ciudadanos de algunos pa¨ªses europeos vota a partidos de extrema derecha. Al mismo tiempo, los partidos conservadores tradicionales se escoran, con demasiada frecuencia, hacia estribor. La delgada l¨ªnea que separaba a la derecha tradicional de la extrema derecha ¡ªcomo hemos visto recientemente, por ejemplo en Madrid¡ª es cada vez m¨¢s porosa. A este fen¨®meno se le puede aplicar el concepto de ¡°descivilizaci¨®n¡± que ha puesto en circulaci¨®n Emmanuel Macron, aunque por otros motivos.
El presidente franc¨¦s ha hablado de ¡°descivilizaci¨®n¡± para se?alar los continuos actos de violencia que poco tienen que ver entre s¨ª, pero que al coincidir en el tiempo dan la sensaci¨®n de un pa¨ªs al borde del colapso. Pero la ¡°descivilizaci¨®n¡± es una reflexi¨®n previa motivada por el soci¨®logo alem¨¢n Norbert Elias, en su libro El proceso de la civilizaci¨®n (1939), para describir la tragedia de las sociedades civilizadas que se dejan arrastrar por procesos de destrucci¨®n pol¨ªtica. Por ejemplo, de la Alemania de Weimar a la Alemania de Hitler. Entre Norbert Elias y Macron, la ¡°descivilizaci¨®n¡± ha sido utilizada (como t¨ªtulo de un libro del a?o 2011) por el fil¨®sofo de extrema derecha Renaud Camus, el popularizador de la teor¨ªa del gran reemplazo de una civilizaci¨®n blanca y cristiana por otra mestiza y musulmana en Europa, que tanto ha gustado a los supremacistas blancos de todo el mundo (incluido EE UU).
El giro hacia posiciones m¨¢s derechistas ?es un indicio ya de una salida autoritaria a los problemas o todav¨ªa es una falsa tendencia? El polit¨®logo polaco Adam Przeworski intercala en uno de sus ¨²ltimos textos (La crisis de la democracia, Siglo XXI y Clave Intelectual) una serie de cuestiones a¨²n sin el tiempo necesario para responderlas con rotundidad: ?d¨®nde puede llevarnos el desgaste institucional y la polarizaci¨®n?; el descontento social que se palpa en las calles, ?indica el fin de una era? (la del consenso socialdem¨®crata); ?cu¨¢les son los ¡°desastres¡± que pueden hacer tambalear la continuidad institucional: el colapso econ¨®mico, los conflictos sociales intensos, el alumbramiento de un populismo de extrema derecha, etc¨¦tera?
En esas sociedades que se inclinan del mismo lado hay al menos tres elementos que se repiten: una mengua del apoyo a la democracia, sobre todo entre los j¨®venes, que se manifiesta en todos los sondeos (consideran ¡°menos esencial¡± vivir en una democracia); el ascenso de formaciones xen¨®fobas y nacionalistas (Santiago Abascal recomend¨® recientemente cantar el himno nacional en las escuelas; como ese himno no tiene letra propuso en su lugar El novio de la muerte); y el deterioro de la credibilidad y la erosi¨®n de los partidos tradicionales. Hay algunos pa¨ªses que resisten mejor que otros, pero en todos los casos hay una manipulaci¨®n constante de la realidad a trav¨¦s de las redes sociales y de los conceptos de verdad y mentira; los partidos de extrema derecha explotan el aumento de la desigualdad de los ingresos entre individuos y hogares, as¨ª como una participaci¨®n decreciente de la mano de obra en la econom¨ªa; y utilizan, como verdaderos activistas siempre irritados, el descontento y la indignaci¨®n de la gente.
Empieza a haber la suficiente distancia hist¨®rica para analizar el papel que en esta ¡°ola reaccionaria¡± han jugado las respuestas que se dieron a la Gran Recesi¨®n de 2008 (con una redistribuci¨®n de la renta y la riqueza a la inversa, en una coyuntura de recesi¨®n y sufrimiento) y la etapa de ¡°globalizaci¨®n feliz¡± de la que ha quedado la ¡°curva del elefante¡±: los grandes perdedores han sido los ciudadanos m¨¢s pobres, las clases trabajadores de los antiguos pa¨ªses de Europa del Este y, sobre todo, los asalariados de las econom¨ªas occidentales que se consideraban a s¨ª mismos clase media.
Quiz¨¢ sea pronto para deducir definitivamente la evoluci¨®n pol¨ªtica de los pr¨®ximos tiempos, pero los s¨ªntomas son muy fuertes. La democracia funciona correctamente cuando las instituciones representativas configuran los conflictos, los absorben y los regulan de acuerdo con las reglas del juego. Esto es lo que hay en cuesti¨®n: de la descivilizaci¨®n a la civilizaci¨®n.
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