Amnist¨ªas: historias del olvido pol¨ªtico
Las medidas de gracia se han usado en cientos de ocasiones en Espa?a y en Europa para desactivar conflictos pol¨ªticos, aunque a menudo han sido muy cuestionadas
Los jornaleros andaluces se agolpaban para aclamar a Llu¨ªs Companys al paso del tren donde viajaba de regreso a Madrid desde la c¨¢rcel de El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz). A finales de febrero de 1936, el reci¨¦n formado Gobierno del Frente Popular acababa de amnistiar al l¨ªder de ERC, destituido a?o y medio antes como presidente de la Generalitat y condenado a 30 a?os de prisi¨®n por haber declarado el ¡°Estat catal¨¤¡±. ¡°No me imagino ahora a la gente en Jaca aplaudiendo a Carles Puigdemont si regresase en un tren a Espa?a¡±, dice con sorna el catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Santiago Xos¨¦ Manoel N¨²?ez Seixas, quien evoca la an¨¦cdota de Companys para sentar una idea: ¡°Las amnist¨ªas son m¨¢s o menos digeribles dependiendo del contexto hist¨®rico. Si ahora no existiese Vox, por ejemplo, tal vez las cosas se ver¨ªan de otra forma¡±.
La Espa?a de los a?os ochenta, con la Constituci¨®n reci¨¦n estrenada, ofrece otra muestra sobre la importancia del contexto. Tras cometer 16 asesinatos entre 1977 y 1981, una facci¨®n minoritaria de ETA, la rama pol¨ªtico-militar, los llamados polimilis, que hab¨ªan rehusado acogerse a la amnist¨ªa de 1977, mand¨® el mensaje al Gobierno de que quer¨ªa abandonar las armas. Se puso en marcha sigilosamente una operaci¨®n comandada por Juan Jos¨¦ Ros¨®n, ministro del Interior con UCD, luego completada por el PSOE. No fue una amnist¨ªa como tal, pero entre indultos y beneficios penitenciarios, 300 polimilis regresaron a Espa?a o fueron excarcelados. Ya con Felipe Gonz¨¢lez en La Moncloa, un grupo de ellos preso en Soto del Real (Madrid) pidi¨® al Defensor del Pueblo que mediase ante el Gobierno. El entonces adjunto de la instituci¨®n, ?lvaro Gil-Robles, busc¨® el apoyo del l¨ªder de la oposici¨®n: ¡°Habl¨¦ con Manolo Fraga y me dijo: ¡®Cuenta conmigo¡¯. Y as¨ª fue, no plante¨® ni un problema ni una cr¨ªtica. Todo se hizo con gran discreci¨®n, porque adem¨¢s los etarras pod¨ªan sufrir las represalias de sus antiguos compa?eros¡±. El periodista Luis R. Aizpeolea recordaba en 2022: ¡°Los medios evitaron el sensacionalismo y los exetarras excarcelados escondieron su entusiasmo para no herir a las v¨ªctimas¡±. Hoy, cada simple traslado de un preso de ETA al Pa¨ªs Vasco es piedra de esc¨¢ndalo.
En su libro Los silencios de la libertad (Tusquets), el periodista Guillermo Altares detalla la ¡°primera amnist¨ªa de la historia¡±. Fue en el 403 antes de nuestra era y la decretaron en Atenas los dem¨®cratas que hab¨ªan relevado en el poder a la sangrienta dictadura de los Treinta con una consigna: ¡°Prohibido recordar los males¡±. ¡°Amnist¨ªa viene de amnesia, supone la concesi¨®n del olvido a los delincuentes, aunque no tiene por qu¨¦ ser necesariamente un cheque en blanco¡±, comenta Manuel Torres Aguilar, catedr¨¢tico de Historia del Derecho de la Universidad de C¨®rdoba y autor del libro Historia del indulto y la amnist¨ªa: de los Borbones a Franco (Tecnos).
Desde el mundo antiguo, los soberanos se reservaban el derecho de gracia, una prerrogativa que en la edad contempor¨¢nea pasar¨ªa a los gobiernos y los Parlamentos hasta aplicarse en centenares de ocasiones en los dos ¨²ltimos siglos. Las amnist¨ªas suelen acompa?ar los tr¨¢nsitos de las dictaduras a las democracias, pero no es el ¨²nico contexto en que se ha recurrido a ellas. En general se usan como instrumento para poner fin a un conflicto pol¨ªtico, casi siempre de naturaleza armada. La Convenci¨®n de Ginebra recomienda aplicarlas para zanjar las guerras civiles. ¡°Tienen que ver con el final de un conflicto en el que ninguna de las dos partes ha terminado de ganar del todo¡±, explica Jos¨¦ ?lvarez Junco, catedr¨¢tico em¨¦rito de Historia del Pensamiento en la Universidad Complutense. ¡°Pueden ser guerras civiles u otro tipo de conflictos que no est¨¢n completamente concluidos y en el que las dos partes se comprometen a que no habr¨¢ represalias, a actuar con magnanimidad mutua¡±.
Louise Mallinder, profesora de la Universidad de Edimburgo, ha creado una base de datos sobre amnist¨ªas en el mundo vinculadas a acuerdos de paz o de fin de conflictos. Desde 1990 a 2016 contabiliza 289. A la cabeza, Sri Lanka, con 33, m¨¢s de una por a?o. En Europa registra 28, la mayor¨ªa relacionadas con las guerras en la desaparecida Yugoslavia. Reciente es la que se aprob¨® en Ucrania en 2014, en medio de la revuelta proeuropea conocida como el Euromaid¨¢n, que sirvi¨® para dejar sin responsabilidad penal a los participantes en la protesta. A la lista le falta la ¨²ltima, la que acaba de aprobar el Parlamento brit¨¢nico entre una fuerte controversia porque garantiza la impunidad a los implicados en delitos de sangre durante los a?os m¨¢s violentos en Irlanda del Norte. Las descolonizaciones y los conflictos territoriales son uno de los escenarios que m¨¢s se repiten. En el Reino Unido ya se aplic¨® otra en 1997 tras la disoluci¨®n de los grupos terroristas en el Ulster.
Hay amnist¨ªas que reparan injusticias hist¨®ricas y tienen gran apoyo popular, como otra brit¨¢nica, la ley Turing, en honor al genio de las matem¨¢ticas Alan Turing, encarcelado por homosexual en los a?os cincuenta. Sirvi¨® en 2016 para exonerar a m¨¢s de 65.000 hombres, la mayor¨ªa ya fallecidos, que sufrieron la misma persecuci¨®n. En esa categor¨ªa se podr¨ªa encuadrar la espa?ola de 1977, aunque, como matiza el catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Zaragoza Juli¨¢n Casanova, a la larga, ¡°los grandes beneficiarios fuesen los funcionarios de la dictadura implicados en torturas y delitos contra los derechos humanos¡±. Tampoco faltan los casos de autoamnist¨ªas, tan lacerantes como la que se concedi¨® el chileno Augusto Pinochet tras dar paso a la democracia o el bando franquista al t¨¦rmino de la Guerra Civil. Ni las democracias se libran de episodios parecidos: en 1990 en Francia, con el socialista Fran?ois Mitterrand como presidente e investigaciones judiciales asediando a su partido, se desat¨® un gran esc¨¢ndalo por una ley que amnisti¨® los delitos de financiaci¨®n ilegal de las organizaciones pol¨ªticas.
M¨¢s all¨¢ de la casu¨ªstica, Torres Aguilar explica la posible funcionalidad de las amnist¨ªas: ¡°Algunos las critican diciendo que son pol¨ªticas¡ ?Pues claro! Es el juego de la pol¨ªtica, que utiliza ese recurso para evitar las soluciones violentas y resta?ar heridas. Suelen estar vinculadas a un grave acontecimiento que haya puesto en peligro la convivencia de un pueblo. Y ah¨ª el Estado muestra su poder de perdonar para facilitar la convivencia¡±.
Algunos de los grandes traumas de Francia en el ¨²ltimo siglo intentaron aliviarse con amnist¨ªas. Al final de la II Guerra Mundial, se aprobaron dos, pese a un fuerte rechazo pol¨ªtico, que eximieron a cientos de colaboracionistas con los nazis. La guerra y posterior independencia de Argelia origin¨® cuatro, la ¨²ltima en fecha tan tard¨ªa como 1982, tambi¨¦n con Mitterrand y con resistencias en su propio partido, para eximir a ocho generales promotores de una intentona golpista en 1961. El mismo presidente socialista apadrin¨® en 1990, pese al rechazo del centro y la derecha, un acuerdo de paz en Nueva Caledonia, enclave franc¨¦s en Ocean¨ªa, que libr¨® de responsabilidad penal a activistas por la independencia implicados en acciones armadas.
Con frecuencia, las amnist¨ªas son terreno abonado para la discordia y el combate pasional, como muestra el ejemplo portugu¨¦s. El 2 de marzo de 1996, la Asamblea de la Rep¨²blica acord¨® perdonar a 48 condenados por pertenecer al grupo terrorista For?as Populares 25 de Abril (FP-25). Entre ellos, Otelo Saraiva de Carvalho. Otelo no era cualquiera. Hab¨ªa sido el oficial que dise?¨® en 1974 el plan de operaciones de la Revoluci¨®n de los Claveles para derrocar la dictadura. Pero tambi¨¦n era el militar cada vez m¨¢s radicalizado que se entusiasm¨® con el castrismo y acabar¨ªa implicado en el movimiento que alentar¨ªa a las FP-25. ?l siempre neg¨® su responsabilidad en los atentados que causaron 17 muertes entre 1980 y 1987, pero el considerado juicio del siglo en Portugal acab¨® con su condena a 15 a?os de prisi¨®n.
La amnist¨ªa fue promovida por el presidente de la Rep¨²blica, el socialista M¨¢rio Soares. ¡°Soares hab¨ªa atra¨ªdo al general Sp¨ªnola [fundador de un movimiento terrorista de extrema derecha] para la democracia y quiso hacer lo mismo con Otelo, el s¨ªmbolo de la Revoluci¨®n, rescatarlo de las condenas y abrir camino a una v¨ªa de reconciliaci¨®n¡±, evoca el periodista Eduardo D?maso, entonces redactor de pol¨ªtica del diario portugu¨¦s P¨²blico. ¡°No podemos vivir 20 a?os pensando siempre en el pasado¡±, defendi¨® Soares. Toda la derecha se opuso. Todav¨ªa 25 a?os despu¨¦s, en 2021, el hijo de uno de los asesinados, Manuel Castelo-Branco, escribi¨®: ¡°El dolor de las v¨ªctimas no se agot¨® en el momento de la muerte de su ser querido, al contrario, fue alimentado por la revuelta creciente que fueron sintiendo por la injusticia¡±.
En el Reino Unido se ha suscitado una fuerte divisi¨®n ante la ley promovida por el Gobierno de Rishi Sunak que, paso previo por una especie de comisi¨®n de la verdad, permite amnistiar delitos cometidos durante las tres d¨¦cadas de The Troubles (los disturbios) que se cobraron 3.000 v¨ªctimas en Irlanda del Norte. La oposici¨®n laborista, los principales partidos del Ulster e incluso la Administraci¨®n de Estados Unidos han mostrado su rechazo. La Rep¨²blica de Irlanda amenaza con recurrirla al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
En los convulsos a?os de la II Rep¨²blica espa?ola no falt¨® el ingrediente de las amnist¨ªas. Juli¨¢n Casanova recuerda que el radical Alejandro Lerroux hab¨ªa dado su palabra de amnistiar al general Jos¨¦ Sanjurjo, protagonista de un intento de golpe de Estado en 1932 contra el Gobierno de Manuel Aza?a bautizado precisamente como ¡°la sanjurjada¡±. Lerroux cumpli¨® su promesa tras alcanzar el poder y dar inicio al llamado bienio derechista. El 20 de abril de 1934, el Congreso de los Diputados aprob¨® una ley que, entre otras cosas, dejaba en libertad a Sanjurjo, condenado a muerte y uno de los posteriores cerebros del definitivo golpe de 1936. El choque en el Parlamento fue tumultuoso y repleto de violencia, despu¨¦s de que un grupo comandado por el ultraderechista Jos¨¦ Luis Albi?ana se volviese contra la bancada de la izquierda. Josep Pla lo cont¨® as¨ª en su cr¨®nica para La Veu de Catalunya: ¡°Han comenzado a volar los tinteros de los esca?os, los vasos de los azucarillos y las bandejas de los vasos. En un momento dado, el cuerpo a cuerpo y los esc¨¢ndalos han sido indescriptibles. Los ujieres y los diputados m¨¢s forzudos de la C¨¢mara han intentado separar a los luchadores, cosa que han conseguido tras infinitos esfuerzos y despu¨¦s de haberse visto relucir, desde la tribuna de la prensa, dos o tres pistolas inconfundibles¡±. El socialista Indalecio Prieto acabar¨ªa propinando ¡°un formidable pu?etazo en la cara¡± a Albi?ana.
Al triunfo del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936, le siguieron enormes manifestaciones para exigir una amnist¨ªa a los implicados en la Revoluci¨®n de Asturias de 1934, as¨ª como a Companys y dem¨¢s nacionalistas catalanes que hab¨ªan encabezado su propia revuelta por las mismas fechas. Fue tal la presi¨®n de la calle que, solo cinco d¨ªas despu¨¦s, Aza?a promovi¨® una reuni¨®n de la Diputaci¨®n Permanente del Congreso y, en este caso con ¡°tranquilidad absoluta¡±, seg¨²n Pla, se aprob¨® la amnist¨ªa. ¡°Unas 30.000 personas fueron excarceladas y miles de obreros readmitidos en las empresas que los hab¨ªan despedido¡±, se?ala Casanova. Y aunque la derecha lo rechazase, ¡°nadie puede decir que aquello contribuyese a la Guerra Civil¡±.
Ni Companys ni los revolucionarios asturianos, reprocha hoy ?lvarez Junco, renegaron de sus rebeliones contra la legalidad republicana. Lo que conduce a una de las discusiones que desde el fondo de los tiempos ha acompa?ado a las medidas de gracia: ?hay que exigir arrepentimiento a sus beneficiarios? Llegados a este punto, varios de los consultados para este reportaje se sumergen en una de las cuestiones m¨¢s espinosas ante una posible amnist¨ªa por el proc¨¦s. ¡°Ser¨ªa dif¨ªcilmente digerible para muchos sectores sin un cierto compromiso de los independentistas de que no volver¨¢ a pasar¡±, advierte N¨²?ez Seixas. Su colega Torres Aguilar se declara a favor de la amnist¨ªa, siempre a condici¨®n de que se ¡°ofrezcan garant¨ªas de que van a respetar la legalidad¡±. ¡°No solo no dicen eso, al contrario, afirman que volver¨¢n a hacerlo¡±, refuerza ?lvarez Junco. ¡°Si eso no cambia, no s¨¦ c¨®mo se va a poder explicar¡±. Ni Puigdemont es Companys, ni en Andaluc¨ªa, hoy bajo el mando de la derecha, existen ya jornaleros como los de 1936.
Con informaci¨®n de Tereixa Constenla y Rafa de Miguel.
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