Qu¨¦ hacer con la guerra desde el sof¨¢
Leo informaci¨®n sobre cu¨¢ntos palestinos han muerto cada a?o por cada israel¨ª fallecido como si en el fondo existiera alg¨²n tipo de cambio proporcionado para las vidas humanas
Seguramente haya personas que puedan convivir con la actualidad sin considerarla una patolog¨ªa, pero admito que no soy una de ellas. Leo informaci¨®n sobre cu¨¢ntos palestinos han muerto cada a?o por cada israel¨ª fallecido como si en el fondo existiera alg¨²n tipo de cambio proporcionado para las vidas humanas. Me levanto y trato de informarme desde primera hora, como si fuera inmoral no prestar atenci¨®n instant¨¢nea a cada nuevo bombardeo. Algunos d¨ªas, mi necesidad de estar informada llega al paroxismo. Y cuanto m¨¢s me informo, m¨¢s triste me pongo. El mundo nunca ha estado en condiciones de garantizar el equilibrio mental de nadie, pero la guerra en la era de internet es un ant¨ªdoto contra la salud ps¨ªquica de cualquiera.
Estoy en la oficina o en el dentista, bajo el suave hilo musical de una sala de espera o en el confortable chaise longue de mi sal¨®n y s¨¦ que est¨¢n cayendo bombas en el piso de arriba, s¨¦ que nuestros hijos pasan hambre y fr¨ªo, que el futuro es negro como el carb¨®n ah¨ª fuera y que la ciudad con que me encontrar¨¦ al ir al trabajo se habr¨¢ convertido al amanecer en una escombrera. Sin embargo, por la ma?ana, las aceras siguen en su sitio y parece que en Madrid no est¨¦ pasando nada. Y as¨ª, la distancia entre mi sentimiento del mundo y mi realidad tangible se convierte en una herida cada vez m¨¢s profunda.
Es entonces cuando empiezo a anticipar la cat¨¢strofe y a menudo el apocalipsis. Todo lo que pasa a mi alrededor parece abocado al final. Todo es final. Sin embargo hay que vivir, tengo que vivir y adem¨¢s estoy decidida a vivir. Y vivir no puede ser prepararse para la muerte, sino prepararse para la vida. Me pregunto entonces si el elemento depresivo de la actualidad no estar¨¢ relacionado con mi propia pasividad. No es solo que est¨¦n pasando cosas malas todo el tiempo sino que los sujetos que vivimos en el privilegio del bienestar no somos capaces de hacer nada con lo que sabemos. Como si qued¨¢ramos convertidos en meros receptores de la miseria humana. Me da verg¨¹enza hablar de esto, porque no puede haber queja ni tristeza en el privilegio de la paz. Sin embargo, creo que el privilegio pasivo (sea de la paz, del poder, de lo masculino o de la clase social) es una forma de maldad.
Tal vez la miseria humana sea la que recorre la historia de cabo a rabo, pero los seres humanos siempre la han desafiado oponi¨¦ndose a ella. Quiz¨¢ eso no cambie el mundo (aunque ha cambiado muchas cosas), pero desde luego nos cambia a nosotros. A lo mejor puede cambiarme a m¨ª.
Me digo que debo empezar a hacer cosas cada d¨ªa igual que cada d¨ªa soy bombardeada con noticias aciagas de un mundo satisfecho de arrojarse al abismo cada dos por tres. Me digo que cada d¨ªa debo exponer mi radical rechazo y expresar no solo mi contrariedad, sino la convicci¨®n profunda de que no consentir¨¦ que las cosas sigan siendo lo que son. Manifestarme m¨¢s all¨¢ de la diatriba, m¨¢s all¨¢ de la opini¨®n, m¨¢s all¨¢ de este texto. Me digo que es urgente ocupar el espacio p¨²blico de mi vida, de la vida de todos ¡ªen el trabajo, la calle, las redes, la sobremesa, la pol¨ªtica¡ª con actos contra el dolor para que la memoria que permanezca no sea solo la de la pena y la l¨¢stima, sino la de los que hicieron algo contra ella.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.