Nuestros recuerdos tienen la llave de nuestra superviviencia
Los hechos traum¨¢ticos o realmente emocionantes son como la salsa picante: logran que nos enderecemos y prestemos atenci¨®n, cuenta el neurocient¨ªfico estadounidense Charan Ranganath, experto en plasticidad cerebral
Conoc¨ª a L. C. mientras gestionaba las admisiones en el Hospital de D¨ªa de la Veterans Administration, un programa intensivo para pacientes ambulatorios destinado a los veteranos que atravesaban un momento cr¨ªtico. (¡) Le formul¨¦ una serie de preguntas para hacerme una idea de su estado emocional y sus escuetas respuestas me indicaron que no se sent¨ªa c¨®moda reconociendo ning¨²n tipo de vulnerabilidad, y menos a¨²n pidiendo ayuda a nadie. Que estuviera hablando conmigo en el hospital indicaba que se hab¨ªa quedado sin opciones. Me dijo que ten¨ªa siempre los nervios a flor de piel, que apenas dorm¨ªa y que, cuando lo hac¨ªa, la desvelaban unas pesadillas espantosas. Hab¨ªa estado viviendo al borde del precipicio y ten¨ªa pensamientos suicidas. Yo sab¨ªa que no hab¨ªa participado en combate activo y no le gustaba demasiado hablar acerca del tiempo que pas¨® en la guerra, de manera que mi desaf¨ªo consist¨ªa en ganarme su confianza para que me contara algunas de sus experiencias.
(¡) Al final L. C. me revel¨® que la hab¨ªan destinado a una unidad funeraria durante su despliegue en Irak. Su trabajo consist¨ªa en amortajar a los cad¨¢veres de los soldados muertos para enviarlos de regreso junto a sus familias (¡). L. C. describi¨® de manera v¨ªvida el hedor a muerte en el ambiente y el espanto de haber tenido que manejar cuerpos descuartizados por artefactos explosivos improvisados. Desde que su misi¨®n hab¨ªa concluido y hab¨ªa regresado a casa, sent¨ªa una angustia permanente y la acechaban recuerdos recurrentes de los cad¨¢veres de los soldados ca¨ªdos. Al no haber presenciado los combates, ni a ella ni a la Veterans Administration se les hab¨ªa ocurrido que pudiera tener un trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico (TEPT). Pero era evidente que sus vivencias en la guerra la hab¨ªan expuesto a un trauma extremo. La tremenda intensidad de las emociones con las que L. C. breg¨® a diario durante su servicio no la dejaba vivir.
Me gustar¨ªa poder decir que la experiencia de L. C. era un caso aislado, pero la mayor¨ªa de mis pacientes en la Veterans Administration presentaba alguna forma de TEPT. Mientras que a muchos nos frustra nuestra incapacidad para recordar el pasado, las personas con TEPT acusan precisamente el peso de recordarlo demasiado bien. Experimentan su trauma de manera reiterada mediante ¡®flashbacks¡¯ y pesadillas. (¡)
El TEPT tiene consecuencias tanto personales como sociales. Provoca altos ¨ªndices de alcoholismo, drogadicci¨®n, desempleo e indigencia entre quienes lo padecen mientras intentan batallar con un trauma debilitante. El caso de L. C. es un ejemplo extremo, pero a muchos de nosotros nos afectan recuerdos angustiosos que nos acompa?an y que pueden influir en nuestro ¨¢nimo, en nuestro pensamiento y en nuestras acciones presentes.
Ese poder de influencia de las emociones en la memoria no siempre es negativo. La agitaci¨®n emocional tambi¨¦n funciona en sentido inverso. Piense en cuando conoci¨® al amor de su vida o en el nacimiento de un hijo y notar¨¢ la intensidad emocional que permea las vivencias m¨¢s memorables. Pero ?c¨®mo y por qu¨¦ ti?en nuestras emociones nuestro recuerdo del pasado? Y lo que es m¨¢s importante, ?c¨®mo nos afectan experiencias emocionales pasadas en el aqu¨ª y el ahora? Como veremos, los mecanismos cerebrales para recordar lo ocurrido son distintos de los responsables de los sentimientos que afloran cuando recordamos, y esa distinci¨®n tiene importantes implicaciones para nuestra percepci¨®n del pasado y para las decisiones que adoptemos en el futuro
?Por qu¨¦ el recuerdo de nuestras experiencias emocionales m¨¢s intensas, los momentos en los que nos hemos sentido furibundos, petrificados por el miedo o conmocionados al presenciar algo horrible, parece indeleble? La respuesta a esa pregunta es fundamental para entender por qu¨¦ evolucion¨® nuestra capacidad para recordar: nuestros recuerdos tienen la llave de nuestra supervivencia.
Tal como hemos visto, el cerebro prioriza continuamente lo que considera importante y nos permite olvidar lo que no. De ah¨ª que sea l¨®gico que tendamos a recordar hechos asociados con emociones intensas. Pero eso es solo parte de la cuesti¨®n. Las emociones, los sentimientos conscientes que experimentamos en funci¨®n de un sinf¨ªn de combinaciones de factores internos y coyunturales, son centrales para la experiencia humana, pero en s¨ª mismas no son esenciales para nuestra supervivencia; sentirse un poco culpable o abochornado no va a poner un plato en la mesa ni un techo sobre nuestras cabezas. M¨¢s bien, esa influencia fundamental que las vivencias emocionales tienen en la memoria guarda relaci¨®n con lo que el neurocient¨ªfico Joe LeDoux denomina ¡°circuitos de supervivencia¡±.
Nuestras emociones, as¨ª como las acciones y decisiones en las que influyen, a menudo est¨¢n modeladas por circuitos de supervivencia b¨¢sicos del cerebro que nos motivan a evitar amenazas, hallar sustento y reproducirnos. Cuando estos circuitos se sobrecargan, acostumbramos a sentir emociones intensas, como euforia, lujuria, p¨¢nico, ansiedad o disgusto. Y es l¨®gico que sean estas las experiencias que recordamos de manera m¨¢s n¨ªtida. Nos conviene recordar los hechos que activan de manera intensa nuestros circuitos de supervivencia porque suelen proporcionarnos informaci¨®n valiosa que podemos usar en el futuro para protegernos, prosperar y reproducirnos. Quiz¨¢ no habr¨ªamos sobrevivido como especie si a nuestros antepasados cavern¨ªcolas no les hubieran parecido memorables sus tropiezos con tigres dientes de sable.
Cuando un circuito cerebral de supervivencia se revoluciona, por ejemplo por el terror que provoca un encuentro cara a cara con un depredador o por la dicha de sostener por primera vez a un hijo reci¨¦n nacido en brazos, el cerebro se inunda de neuromoduladores. Los neuromoduladores son sustancias qu¨ªmicas que influyen en el funcionamiento de las neuronas, si bien no se limitan a incrementar o reducir la actividad neuronal. Los neuromoduladores tienen efectos m¨¢s complejos que modifican de manera fundamental c¨®mo procesan las neuronas la informaci¨®n. Algunos neuromoduladores son como la salsa picante de unos tacos: cambian el sabor, a?aden pungencia y nos hacen enderezarnos en nuestros asientos y prestar atenci¨®n. Los neuromoduladores tambi¨¦n propician la ¡°plasticidad¡±, lo cual significa que posibilitan cambios significativos y duraderos en las conexiones internas de las asambleas neuronales que se activan cuando aprendemos algo nuevo.
La noradrenalina (tambi¨¦n llamada norepinefrina) es un neuromodulador estudiado en profundidad que influye en nuestra manera de aprender y recordar. Probablemente haya o¨ªdo hablar de la reacci¨®n de lucha o huida. Ante una amenaza, las gl¨¢ndulas suprarrenales nos movilizan a reaccionar bombeando adrenalina, que acelera la frecuencia card¨ªaca, la presi¨®n arterial y el ritmo respiratorio. A su vez, se libera noradrenalina en todo el cerebro. La adrenalina y la noradrenalina son las coprotagonistas qu¨ªmicas de la reacci¨®n de lucha o huida, pues potencian la sensaci¨®n de agitaci¨®n e inmediatez que experimentamos al hacer ¡®puenting¡¯ o al enzarzarnos en una discusi¨®n a gritos con un conductor que acaba de cortarnos el paso.
La psic¨®loga Mara Mather ha demostrado que la activaci¨®n emocional incrementa nuestra capacidad de atenci¨®n y potencia nuestra percepci¨®n de los aspectos destacados que son importantes o que sobresalen en alg¨²n sentido. De manera que esa activaci¨®n influye en el resultado de las ¡°elecciones neuronales¡± que determinan qu¨¦ percibiremos canalizando recursos hacia los candidatos m¨¢s s¨®lidos.
Dado que la activaci¨®n emocional limita aquello a lo que le prestamos atenci¨®n, ser¨ªa l¨®gico pensar que cambiar¨¢ lo que recordaremos y no solo con qu¨¦ intensidad. Por ejemplo, si a una persona la atracan a punta de pistola, ser¨¢ el arma lo que capte su atenci¨®n, posiblemente a expensas de fijarse en qu¨¦ calzado lleva el atracador. Tal como aumentar el contraste de una fotograf¨ªa hace destacar una informaci¨®n y env¨ªa otra a segundo plano, la noradrenalina realza el contraste de nuestros recuerdos y destaca los detalles m¨¢s significativos.
Los efectos de la noradrenalina se prolongan incluso despu¨¦s de que el hecho emocionalmente intenso haya concluido. Durante unas horas, la noradrenalina detona un estallido de eventos en las asambleas neuronales que han permanecido activas durante el evento y activan los genes que fabrican las prote¨ªnas que acabar¨¢n por consolidar las conexiones entre esas neuronas para que el recuerdo se mantenga robusto con el paso del tiempo. Si presencia usted una atroz colisi¨®n de veh¨ªculos frente al supermercado del barrio, la liberaci¨®n de noradrenalina estimular¨¢ cambios en las conexiones de sus c¨¦lulas cerebrales para que su memoria de esa salida de hacer la compra se le quede m¨¢s grabada que si hubiera salido de la tienda sin incidentes. Este es un motivo clave por el que resulta f¨¢cil olvidar experiencias m¨¢s mundanas y, en cambio, tan dif¨ªcil desprenderse de un recuerdo traum¨¢tico: nuestro cerebro est¨¢ dise?ado para retener los eventos que nos han revolucionado, supuestamente porque recordarlos tiene un valor para nuestra supervivencia.
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