?C¨®mo puede la corriente dominante ignorar las crueldades sistem¨¢ticas de Israel?
El ensayista de origen indio Pankaj Mishra ahonda en la respuesta Occidental a la Guerra de Gaza en un ensayo in¨¦dito que adelanta ¡®Ideas¡¯
Cuando hace poco recurr¨ª a mis libros para preparar este art¨ªculo, descubr¨ª que ya hab¨ªa subrayado muchos de los pasajes que cito aqu¨ª. En mi diario hay l¨ªneas copiadas de George Steiner ¡ª¡±el Estado-naci¨®n erizado de armas es una amarga reliquia, un absurdo en el siglo de los hombres api?ados¡±¡ª y Abba Eban ¡ª¡±Ya es hora de que nos paremos sobre nuestros propios pies y no sobre los de los seis millones de muertos¡±¡ª. La mayor¨ªa de estas anotaciones se remontan a mi primera visita a Israel y sus territorios ocupados, cuando trataba de responder, en mi inocencia, a dos preguntas a todas luces desconcertantes: ?c¨®mo ha llegado Israel a ejercer un poder tan terrible, de vida o muerte, sobre una poblaci¨®n de refugiados? ?C¨®mo puede la corriente pol¨ªtica y period¨ªstica dominante en Occidente ignorar, incluso justificar, crueldades e injusticias claramente sistem¨¢ticas?
Yo hab¨ªa crecido en una familia de nacionalistas hind¨²es de casta alta en la India que practicaban una suerte de sionismo reverencial. Tanto el sionismo como el nacionalismo hind¨² surgieron a finales del siglo XIX de una experiencia de humillaci¨®n; muchos de sus ide¨®logos anhelaban superar lo que percib¨ªan como una vergonzosa falta de hombr¨ªa entre jud¨ªos e hind¨²es. Y para los nacionalistas hind¨²es de la d¨¦cada de 1970, impotentes detractores del entonces gobernante Partido del Congreso, una fuerza pro palestina, los sionistas intransigentes como Begu¨ªn, Ariel Sharon y Yitzhak Shamir parec¨ªan haber ganado la carrera hacia la naci¨®n muscular. Recuerdo que ten¨ªa una foto en la pared de Moshe Dayan, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel y ministro de Defensa durante la guerra de los Seis D¨ªas; e incluso mucho despu¨¦s de que se desvaneciera mi encaprichamiento infantil con la fuerza bruta, no dej¨¦ de ver a Israel de la forma en que sus l¨ªderes hab¨ªan empezado a presentar el pa¨ªs desde la d¨¦cada de 1960: como la redenci¨®n de las v¨ªctimas de la Sho¨¢ y una garant¨ªa inquebrantable contra su repetici¨®n.
Era consciente de lo superficialmente que la grave situaci¨®n de los jud¨ªos, quienes hab¨ªan sido utilizados como chivos expiatorios durante el colapso social y econ¨®mico de Alemania en las d¨¦cadas de 1920 y 1930, hab¨ªa impactado en la conciencia de los l¨ªderes de Europa Occidental y Estados Unidos. Incluso los supervivientes del Holocausto fueron recibidos con frialdad y, en Europa Oriental, enfrentaron nuevos pogromos. [¡]
No era tan ingenuo como para creer que el sufrimiento ennobleciera o dotara de poder moral a las v¨ªctimas de una atrocidad significativa para actuar con superioridad ¨¦tica. Que las v¨ªctimas de ayer se conviertan frecuentemente en los verdugos de hoy es una lecci¨®n de la violencia organizada en la antigua Yugoslavia, Sud¨¢n, Congo, Ruanda, Sri Lanka, Afganist¨¢n y demasiados otros lugares. A¨²n me horrorizaba la interpretaci¨®n sombr¨ªa que el Estado israel¨ª hab¨ªa derivado del Holocausto, y luego institucionalizado en un aparato represivo. Los asesinatos selectivos de palestinos, los controles de seguridad, las demoliciones de casas, la expropiaci¨®n de sierras, las detenciones arbitrarias e indefinidas y la tortura generalizada en las c¨¢rceles parec¨ªan proclamar un ethos nacional implacable: que la humanidad se divide entre fuertes y d¨¦biles, y aquellos que han sido v¨ªctimas o anticipan serlo deben aplastar preventivamente a sus supuestos enemigos.
A pesar de haber le¨ªdo a Edward Said, me sorprendi¨® descubrir por m¨ª mismo la sutileza con la que los defensores de Israel en Occidente encubren la ideolog¨ªa nihilista de supervivencia del m¨¢s apto, perpetuada por todos los reg¨ªmenes israel¨ªes desde el de Begu¨ªn. En su propio beneficio, se enfocan en los cr¨ªmenes de los ocupantes, sin prestar atenci¨®n al sufrimiento de los despose¨ªdos y deshumanizados; sin embargo, ambos han sido ignorados en gran medida por la prensa respetable del mundo occidental. Aquellos que destacan el espect¨¢culo del compromiso incondicional de Washington con Israel son etiquetados de antisemitas y acusados de ignorar las lecciones del Holocausto. Y una percepci¨®n distorsionada del Holocausto asegura que cada vez que las v¨ªctimas de Israel, incapaces de tolerar m¨¢s su miseria, se rebelan contra sus opresores con la ferocidad esperada, son denunciados como nazis, empe?ados en perpetrar otro Holocausto.
Al leer y reflexionar sobre los escritos de Am¨¦ry, Levi y otros, intentaba aliviar de alguna manera el opresivo sentimiento de injusticia que me embargaba despu¨¦s de haber sido expuesto a la tenebrosa interpretaci¨®n israel¨ª del Holocausto y a los certificados de alto m¨¦rito moral otorgados al pa¨ªs por sus aliados occidentales. Buscaba el consuelo de personas que hab¨ªan experimentado, en sus propios cuerpos fr¨¢giles, el terror monstruoso infligido a millones por un Estado-naci¨®n europeo supuestamente civilizado, y que hab¨ªan decidido estar eternamente vigilantes contra la distorsi¨®n del significado del Holocausto y el abuso de su memoria.
A pesar de sus crecientes dudas sobre Israel, la clase pol¨ªtica y medi¨¢tica de Occidente ha suavizado constantemente la cruda realidad de la ocupaci¨®n militar y la anexi¨®n desenfrenada por parte de l¨ªderes etnonacionalistas: el argumento repetido es que Israel, como la ¨²nica democracia en Oriente Pr¨®ximo, tiene el derecho de defenderse, especialmente contra aquellos calificados de genocidas brutales. Como consecuencia, las v¨ªctimas de la violencia israel¨ª en Gaza ni siquiera logran que las ¨¦lites occidentales reconozcan directamente su atroz situaci¨®n, mucho menos recibir ayuda. En los ¨²ltimos meses, miles de millones de personas alrededor del mundo han sido testigos de un asalto extraordinario cuyas v¨ªctimas, en palabras de Blinne N¨ª Ghr¨¢laigh, abogada irlandesa que representa a Sud¨¢frica ante el Tribunal Internacional de Justicia en La Haya, ¡°transmiten su propia destrucci¨®n en tiempo real, con la esperanza desesperada, hasta ahora infructuosa, de que el mundo pueda intervenir¡±.
Pero el mundo, o m¨¢s espec¨ªficamente Occidente, no act¨²a. Peor a¨²n, la destrucci¨®n de Gaza, aunque claramente descrita y difundida por sus perpetradores, se oscurece y niega cotidianamente por los instrumentos de hegemon¨ªa militar y cultural de Occidente: desde el presidente de Estados Unidos que acusa a los palestinos de mentir y los pol¨ªticos europeos que afirman el derecho de Israel a defenderse, hasta los prestigiosos medios de comunicaci¨®n que emplean la voz pasiva para describir las masacres en Gaza. Nos encontramos ante una situaci¨®n sin precedentes. Nunca antes tantos hab¨ªan sido testigos en tiempo real de un exterminio en masa. Sin embargo, la insensibilidad, la cautela y la censura dominantes invalidan y se burlan de nuestra consternaci¨®n y dolor. Muchos de nosotros, que hemos visto algunas de las im¨¢genes y v¨ªdeos provenientes de Gaza ¡ªescenas infernales de cuerpos desfigurados y enterrados en fosas comunes, cuerpos de ni?os llevados por padres desconsolados o dispuestos en filas ordenadas¡ª, hemos estado enloqueciendo en silencio durante los ¨²ltimos meses. Cada d¨ªa se ve emponzo?ado por la conciencia de que, mientras continuamos con nuestras vidas, cientos de personas comunes como nosotros est¨¢n siendo asesinadas o forzadas a presenciar el asesinato de sus hijos.
[¡] La terca malevolencia y crueldad de Biden hacia los palestinos es solo uno de los muchos enigmas horribles presentados por pol¨ªticos y periodistas occidentales. El Holocausto traumatiz¨® al menos a dos generaciones de jud¨ªos, y las masacres y toma de rehenes en Israel el 7 de octubre por parte de Ham¨¢s y otros grupos palestinos reavivaron el temor al exterminio colectivo entre muchos jud¨ªos. Pero era evidente desde el principio que los l¨ªderes israel¨ªes m¨¢s fan¨¢ticos en la historia no vacilar¨ªan en explotar un sentimiento general de violaci¨®n, duelo y horror. Habr¨ªa sido f¨¢cil para los l¨ªderes occidentales moderar su impulso de solidaridad incondicional con un r¨¦gimen extremista y, al mismo tiempo, reconocer la necesidad de perseguir y juzgar a los responsables de cr¨ªmenes de guerra del 7 de octubre.
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