Reconocemos y rechazamos, a la vez, la emergencia clim¨¢tica
La reciente dana y otras tragedias de devastaci¨®n planetaria nos abruman. Inconscientemente caemos, a menudo, en la inacci¨®n ante el calentamiento global o en teor¨ªas conspiranoicas. Queremos saber, pero no demasiado
?La peor gota fr¨ªa del siglo es consecuencia de la cat¨¢strofe clim¨¢tica? Mientras la tragedia aumenta y empezamos a hacer balance de la p¨¦rdida de vidas humanas, quienes niegan la emergencia clim¨¢tica califican este suceso de fen¨®meno meteorol¨®gico extremo. ?De d¨®nde surge esa resistencia a reconocer la gravedad de la situaci¨®n actual y actuar en consecuencia, tanto a nivel particular como en todas las instancias de la Administraci¨®n?
Se ha hablado y escrito mucho sobre las razones por las que la gente se niega a reconocer la realidad del cambio clim¨¢tico. Por ejemplo, como concepto, es m¨¢s bien abstracto y est¨¢ sujeto a la interpretaci¨®n, a diferencia del tiempo atmosf¨¦rico, que tiene una expresi¨®n emp¨ªrica clara e inmediata. Adem¨¢s, para comprender la crisis clim¨¢tica hay que pensar m¨¢s a largo plazo de lo que la mayor¨ªa de la gente est¨¢ acostumbrada. Sin embargo, aunque estas explicaciones son razonables, por s¨ª solas son insuficientes. Es m¨¢s: no solo no revelan nada, sino que ocultan el verdadero elefante en una habitaci¨®n sobrecalentada e inundada, que es el inconsciente.
Tras a?os de desarrollo de un pensamiento ecol¨®gico ¡ªsobre todo, con filosof¨ªas de la vida vegetal y de la energ¨ªa¡ª, me he dado cuenta de que no habr¨¢ progreso ninguno sin un compromiso paciente y sostenido con el inconsciente. Los seres humanos hemos reprimido culturalmente durante milenios (en la filosof¨ªa, las sociedades y las instituciones occidentales) el fundamento de la vida y del pensamiento que comparten las plantas y los seres humanos. La capa exterior de esa represi¨®n es el sentido com¨²n, que dicta que las plantas son criaturas inm¨®viles, descerebradas y autom¨¢ticas. Por eso, para cambiar la concepci¨®n predominante de las plantas y reconocer que tienen un modo cognitivo propio, hemos de dirigirnos en primera y ¨²ltima instancia al inconsciente, para desmantelar poco a poco las resistencias y los mecanismos psicol¨®gicos. Es la misma estrategia que resulta indispensable para hacer frente a la cat¨¢strofe clim¨¢tica y a las crisis planetarias asociadas de la reducci¨®n de la biodiversidad, las inmensas emisiones de gases t¨®xicos y de carbono, la deforestaci¨®n y el aumento de los desiertos marinos, la erosi¨®n de la capa terrestre y la acidificaci¨®n del suelo.
Volviendo a las inundaciones, una persona que se deje llevar ¨²nicamente por un punto de vista racionalista y cient¨ªfico llegar¨ªa a la conclusi¨®n de que lo que les pasa a los negacionistas del cambio clim¨¢tico es que se equivocan al designar las causas de la cat¨¢strofe. Pero, si se tiene en cuenta el inconsciente, la situaci¨®n adquiere nuevas honduras y pone de manifiesto la dificultad de corregir una afirmaci¨®n que no es un mero error de juicio. Es como si, desde el punto de vista del inconsciente, lo que est¨¢ ocurriendo delante de nuestros ojos no estuviera ocurriendo.
La conmoci¨®n y el dolor son las primeras emociones que nos invaden. Pero no hay nada capaz de sustituir a la reflexi¨®n
No somos m¨¢quinas calculadoras desapasionadas que emiten juicios cognitivos sobre cosas, personas y sucesos; por el contrario, las opiniones que alcanzan el nivel de juicios son las que pueden llegar hasta ah¨ª porque se lo permiten unas fuerzas que nos resultan, en gran parte, opacas. Siempre que sabemos, esperamos o tememos algo o actuamos de alguna forma, hay en nosotros un otro disperso, tentacular y esencialmente impersonal que gu¨ªa y subvierte esos conocimientos y acciones, temores y esperanzas. Mientras la acci¨®n clim¨¢tica y el pensamiento ecol¨®gico no acepten a ese otro (o, para ser exactos, mientras no reconozcan verdaderamente que siempre hemos tenido y tendremos a ese otro dentro de nosotros), su lucha ¡ªincluso su lucha con y contra s¨ª mismos¡ª ser¨¢ en vano.
Quiero dejar una cosa muy clara: el negacionismo no es resistencia. Al contrario, el ¡°no¡± a la realidad del calentamiento global y el cambio clim¨¢tico es un s¨ªntoma de su reafirmaci¨®n inconsciente. En un breve ensayo sobre la negaci¨®n, Freud interpreta que la afirmaci¨®n de un paciente sobre una mujer en su sue?o, ¡°Esta no es mi madre¡±, significa exactamente lo contrario en el lenguaje del inconsciente: ¡°Esta es mi madre¡±. ?No ocurre lo mismo con la negaci¨®n del cambio clim¨¢tico?
En el anverso de la misma moneda psicol¨®gica, la autosubversi¨®n inconsciente tambi¨¦n afecta de manera muy intensa a la conciencia ecol¨®gica y el ecoactivismo. Los llamamientos urgentes a actuar, sin tiempo para pensar, son, en el fondo, llamamientos a montar una escena en lugar de trabajar a trav¨¦s del terrible estado del mundo y desbrozar la espesa maleza de los complejos psicol¨®gicos y las fuerzas que gu¨ªan las acciones, entre las que quiz¨¢ est¨¢ incluso la pulsi¨®n de muerte. La aparatosa destrucci¨®n de obras de arte, por muy simb¨®lica que sea, es un s¨ªntoma inconsciente de complicidad con aquello contra lo que se lucha.
Nos encontramos en medio de una grave crisis medioambiental, que no va a perdonar a ning¨²n pa¨ªs, regi¨®n ni ciudad
Para el ciudadano medio (?qui¨¦n es ese exactamente?), la regla del juego psicol¨®gico es negar, reconocer y rechazar al mismo tiempo la terrible realidad del cambio clim¨¢tico. Es una cuesti¨®n de filtros inconscientes: saber lo suficiente sobre lo que ocurre para no querer saber m¨¢s, para no dejar que ese conocimiento influya en nuestra manera de comportarnos ni creer en ¨¦l. Una explicaci¨®n a?adida es que, de forma consciente, nos abruman la idea y las perspectivas de una devastaci¨®n planetaria. La consecuencia es un equivalente cognitivo del trauma, en el que unos poderosos est¨ªmulos externos arrollan la experiencia consciente, eluden la representaci¨®n y se graban directamente en el inconsciente.
En una situaci¨®n como la actual, la conmoci¨®n, la incredulidad y el dolor son las primeras emociones y los primeros estados psicol¨®gicos que nos invaden. Pero no hay nada capaz de sustituir a la reflexi¨®n: pensar a trav¨¦s de y con el inconsciente y ver c¨®mo desbarata las respuestas eficaces al problema general del cambio clim¨¢tico catastr¨®fico. Es hora de darnos cuenta de que nos encontramos en medio de una grave emergencia clim¨¢tica, que no va a perdonar a ning¨²n pa¨ªs, regi¨®n ni ciudad del planeta. Pero esta toma de conciencia tendr¨¢ que ir acompa?ada de una introspecci¨®n constante que indague en todos los mecanismos de defensa, distorsiones y s¨ªntomas psicol¨®gicos que impiden que se convierta en un punto de partida y una gu¨ªa eficaz para actuar.
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