El c¨¢ncer no es prueba de un fracaso vital, ya lo dec¨ªa Susan Sontag
Cuando le descubrieron un tumor en la mama, la pensadora estadounidense reflexion¨® sobre la enfermedad y rechaz¨® esa visi¨®n que a¨²n lo trataba como un castigo moral. As¨ª lo explica el fil¨®sofo alem¨¢n Wolfram Eilenberger en su nuevo libro, del que ¡®Ideas¡¯ adelanta un extracto
![Susan Sontag](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YCI7AGFCDVAJZMULKQZQNNKYJU.jpg?auth=c443b4bdd81fb3c24b1dbc4555a03a8be57398455128254da7079aaa5071c0e8&width=414)
En lugar de confiar en los procedimientos establecidos, como le aconsejaron los m¨¦dicos estadounidenses, Sontag hab¨ªa decidido probar una nueva forma de quimioterapia [para su c¨¢ncer de mama] que a¨²n no hab¨ªa sido autorizada en Estados Unidos, tras una intensa indagaci¨®n. Solo estaba disponible en Francia.
Como trabajadora estadounidense aut¨®noma, Sontag no contaba con un seguro m¨¦dico. Los costes de su tratamiento (150.000 d¨®lares de la ¨¦poca, equivalente a unos 800.000 euros en la actualidad) se sufragaron mediante donativos que sus amigos de Par¨ªs y Nueva York solicitaron en sus c¨ªrculos particulares. Para recobrar fuerzas, Sontag viaj¨® constantemente en el Concorde entre Nueva York y Par¨ªs durante los ciclos del tratamiento.
En aquella fase de m¨¢ximo debilitamiento y aparente desesperanza, hab¨ªa encontrado una nueva voz y renovados conocimientos como escritora. Tras dos a?os de una terapia muy agresiva (¡°Me siento como en la guerra de Vietnam [¡] Est¨¢n utilizando armas qu¨ªmicas conmigo. Tengo que gritar hurra¡±) y cuatro operaciones m¨¢s, se la consider¨® curada. Una vez m¨¢s, hab¨ªa demostrado c¨®mo era posible abrir nuevos caminos utilizando la propia mente. Y, de paso, ilustr¨® a sus contempor¨¢neos sobre las contradicciones y los desarrollos de su presente que hab¨ªan quedado postergados. Un logro nada desde?able en el ruido blanco del a?o 1977.
As¨ª que cualquiera que en Nueva York (y en otros lugares) se preguntara qu¨¦ le promet¨ªa el presente cuando, tras el aterrizaje en la Luna con la misi¨®n Voyager, se envi¨® una sonda a los confines del sistema solar, y por qu¨¦ en lugar del yey¨¦ y las arc¨¢dicas canciones folcl¨®ricas eran ahora el hip hop y el punk rock lo que hac¨ªa temblar el hormig¨®n y tocaba la fibra sensible de los j¨®venes esp¨ªritus en sus clubes, y qu¨¦ significaba el paso de Una odisea del espacio de Stanley Kubrick a La guerra de las galaxias de George Lucas, y con qu¨¦ habr¨ªa que contar 10 a?os despu¨¦s de introducirse la calculadora de mano de Texas Instruments, cuando ya se anunciaba un ordenador personal llamado Apple II para uso dom¨¦stico general, parec¨ªa que deb¨ªa esperar a escuchar de nuevo la voz clarificadora de Sontag. Por no hablar de la cuesti¨®n de qu¨¦ pod¨ªa prometer el t¨¦rmino ¡°socialismo¡± cuando las mentes cr¨ªticas le¨ªan el Archipi¨¦lago Gulag de Solzhenitsyn en lugar de la biblia de Mao. Porque s¨ª, tambi¨¦n entonces ve¨ªa Sontag m¨¢s claras las derivas de la pol¨ªtica: ¡°Mi postura pol¨ªtica: siempre en contra. Estoy en contra de: 1) la violencia, especialmente las guerras colonialistas y las intervenciones imperialistas. Sobre todo, contra la tortura; 2) la discriminaci¨®n sexual y racial; 3) la destrucci¨®n de la naturaleza y del paisaje (espiritual, arquitect¨®nico) del pasado; 4) todo lo que obstaculice o censure la circulaci¨®n + el transporte de personas, arte, ideas¡±. (¡)
Si la confianza de Sontag en s¨ª misma pudo haber sido inquebrantable, eso no val¨ªa para la imagen que ten¨ªa de s¨ª misma, sobre todo de su cuerpo y de su imagen corporal. La enfermedad le hab¨ªa dejado cicatrices y causado humillaciones. No se trataba principalmente del hecho de que estuviera gravemente enferma. Aunque, por supuesto, como ser moderno de carne y hueso, tambi¨¦n hab¨ªa dejado antes a un lado su susceptibilidad y vulnerabilidad esenciales: ¡°Todo el que nace tiene dos ciudadan¨ªas, una en el reino de los sanos y otra en el de los enfermos. Y aunque todos prefiramos utilizar solo la buena fama, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado, al menos durante un tiempo, a identificarse como ciudadano de ese otro lugar¡±.
No, la verdadera humillaci¨®n asociada a su enfermedad consist¨ªa en las interpretaciones y los modos de comunicar un diagn¨®stico de c¨¢ncer como si fueran necesarios ¡ªcomo una sentencia de muerte segura¡ª, as¨ª como en la exigencia de responsabilidad personal ante ese diagn¨®stico y la tutela simult¨¢nea por parte de los m¨¦dicos. (¡) As¨ª que su nuevo tema fue ¡°el c¨¢ncer¡±. Y no la enfermedad en s¨ª, sino las formas en que se hablaba del c¨¢ncer, c¨®mo se trataba a los enfermos de c¨¢ncer y c¨®mo se expresaban la esperanza y la resignaci¨®n tras un diagn¨®stico de c¨¢ncer. Especialmente como consecuencia del psicoan¨¢lisis, argumentaba Sontag, en el mundo occidental, y muy en particular en Estados Unidos, prevaleci¨® una tendencia interpretativa en s¨ª misma arcaica que ¡°sugiere una conexi¨®n entre una enfermedad mortal y el car¨¢cter de una persona que ha sido degradada por esa enfermedad¡±. (¡) La tuberculosis (de la que hab¨ªa muerto el padre de Sontag) hab¨ªa sido en su d¨ªa el principal ejemplo de ello, pero cuando la tuberculosis era ya curable y sus causas estaban claramente identificadas, el c¨¢ncer tom¨® su relevo: ¡°As¨ª, hoy en d¨ªa muchos creen que el c¨¢ncer es una enfermedad de la pasi¨®n insuficiente, que aflige a quienes est¨¢n sexualmente reprimidos, inhibidos y son poco espont¨¢neos e incapaces de expresar la ira [¡] El c¨¢ncer [es] hoy el precio de la represi¨®n¡±. (¡)
La tendencia apuntalada por el psicoan¨¢lisis de cargar de s¨ªmbolos la enfermedad tambi¨¦n caracterizaba la reflexi¨®n biogr¨¢fica de los que murieron de c¨¢ncer. Su muerte por c¨¢ncer se ve¨ªa com¨²nmente como una consecuencia del fracaso existencial, el malogro y la represi¨®n. Ya se tratara de hombres de acci¨®n o de esp¨ªritu: ¡°De Napole¨®n, Ulysses S. Grant, Robert A. Taft y Hubert Humphrey se ha concluido que su c¨¢ncer debe entenderse como una reacci¨®n al fracaso pol¨ªtico y a la falta de ambiciones. Los c¨¢nceres de quienes son menos f¨¢ciles de catalogar como perdedores, como Freud y Wittgenstein, han sido diagnosticados de crueles castigos impuestos por una renuncia de por vida a los impulsos¡±.
?Susan Sontag, la antigua promesa de genio de toda una generaci¨®n, la que parec¨ªa que iba a morir en el a?o 1975, no se habr¨ªa incluido inevitablemente en ese linaje de incorregibles? ?Como autora sin una obra perdurable, como mujer que amaba a las mujeres sin una confesi¨®n p¨²blica, como cineasta fracasada, posiblemente incluso como acad¨¦mica ¡ªy madre¡ª fracasada?
Publicado a finales del oto?o de 1978 con el t¨ªtulo La enfermedad y sus met¨¢foras, el ensayo de Sontag era una poderosa deconstrucci¨®n del discurso predominante sobre el c¨¢ncer y sus efectos demasiado cotidianos en la medicina, los cuidados y hasta la pol¨ªtica. As¨ª como una consolidaci¨®n p¨²blica m¨¢s de la imagen de s¨ª misma como resistente cr¨ªtica cuya voluntad de ver las cosas con claridad no ser¨ªa quebrantada por nada ni por nadie. (¡)
Susan Sontag continu¨® su labor como cr¨ªtica, autora y activista, y sigui¨® siendo una de las intelectuales globalmente m¨¢s influyentes. A finales de los a?os ochenta, cuando era presidenta de PEN Am¨¦rica [que defiende la libertad de expresi¨®n y los derechos humanos a trav¨¦s de la literatura], Sontag conoci¨® a la fot¨®grafa Annie Leibovitz, a la que permaneci¨® unida hasta el final de su vida. En 1992, tras numerosos intentos fallidos, public¨® la novela El amante del volc¨¢n, su obra de mayor ¨¦xito, tambi¨¦n comercial. En el verano de 1993, Sontag vol¨® a la sitiada Sarajevo, en plena guerra de Yugoslavia, para representar Esperando a Godot, de Beckett, con aficionados. En el a?o 2000 recibi¨® el National Book Award por su novela En Am¨¦rica.
Susan Sontag falleci¨® en Nueva York el 28 de diciembre de 2004 de un c¨¢ncer sangu¨ªneo. Contra el consejo de los m¨¦dicos que la trataban, se hab¨ªa empe?ado en agotar todas las opciones terap¨¦uticas disponibles hasta el final.
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