Israel aboga por sanciones draconianas

Hoy, silencio. Cuando las potencias occidentales hablan sobre el programa nuclear iran¨ª, el Gobierno israel¨ª acostumbra a callar. Cualquier otro d¨ªa, las declaraciones, alguna apocal¨ªptica, son moneda corriente. Y para la diplomacia hebrea es el asunto con may¨²sculas. Sin descartar un ataque a¨¦reo contra las instalaciones at¨®micas persas -dif¨ªcil de ejecutar sin el respaldo de EE UU-, el plan at¨®mico iran¨ª sale a colaci¨®n en toda cita con l¨ªderes extranjeros. En todo caso, no parece que sea suficiente para Israel que el presidente Mahmud Ahmadineyad acceda a que el uranio se enriquezca en Rusia y Francia. El primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu, no cree en la negociaci¨®n con Ir¨¢n y se esfuerza en persuadir a las capitales europeas para que apliquen inmediatamente sanciones draconianas contra el r¨¦gimen persa, y para que fuercen a las grandes multinacionales -algunas con vastos intereses en Ir¨¢n- a cortar relaciones con Teher¨¢n.

Ahmadineyad es equiparado a Adolf Hitler y es frecuente escuchar a dirigentes hebreos decir que no se permitir¨¢ un segundo Holocausto. Poco importa que el ministro de Defensa, Ehud Barak, asegure que Ir¨¢n no supondr¨ªa una amenaza existencial para Israel incluso en el supuesto de que se hiciera con la bomba at¨®mica.