El mundo de Joe Arpaio, el 'sheriff' m¨¢s duro del oeste y maestro de las relaciones p¨²blicas
Una de sus 'haza?as' es la c¨¢rcel de tiendas de campa?a, en la que los presos, condenados generalmente por delitos menores, son obligados a llevar ropa interior de color rosa y trajes a rayas
Joe Arpaio, el sheriff del condado de Maricopa, en Arizona (cuatro millones de habitantes), cultiva una imagen de dureza. Bueno, en realidad, lo que hace ante todo es cultivar una imagen porque es una aut¨¦ntica oficina de relaciones p¨²blicas. Acusado de acosar a los inmigrantes hispanos, de racismo, de estar obsesionado con la persecuci¨®n de los sin papeles, se ha convertido en uno de los personajes m¨¢s citados, a favor y en contra, en todo el debate en torno a la ley de inmigraci¨®n de Arizona, la SB 1070, que a partir del 29 de julio permitir¨¢ a la polic¨ªa pedir los papeles a personas que, por su aspecto, pueda parecer que residen ilegalmente en el pa¨ªs.
Arpaio, de 77 a?os, ex agente de la DEA durante un cuarto de siglo, lleva siendo reelegido como sheriff -uno de los muchos cargos que se votan en Estados Unidos- desde 1992. En aquellos tiempos el condado de Maricopa contaba con un mill¨®n de habitantes, hoy tiene cuatro millones de almas: Phoenix, que forma parte de su territorio, es la ciudad que m¨¢s r¨¢pidamente ha crecido en EE UU y ya es la quinta urbe del pa¨ªs. Es un tipo directo, al que le encanta recibir a la prensa -apenas han pasado unas horas desde que se pide una entrevista hasta que se consigue- y que hace exhibici¨®n de dureza, empezando por su pisa corbatas con una pistola, una dureza grotesca, casi de caricatura, pero que le ha convertido en un personaje muy conocido a nivel nacional y que le hace ganar unas elecci¨®n tras otra. Incluso se lleg¨® a hablar de la posibilidad de que se presentase a gobernador.
Entre sus muchas haza?as, que exhibe a la prensa sin complejos, est¨¢ la c¨¢rcel de tiendas de campa?a. Situada junto a la prisi¨®n del Sheriff, en una de las inmensas avenidas que componen Phoenix (una ciudad que crece y crece y crece en medio de la nada), la Tent City de Arpaio es una c¨¢rcel formada por tiendas de campa?a, en la que los presos, condenados generalmente por delitos menores, son obligados a llevar ropa interior de color rosa y trajes a rayas, como los de los apandadores. En la garita m¨¢s alta, un cartel, como si se tratase de un motel, reza: "Habitaciones libres". "La idea es que aqu¨ª en Arizona, todo el mundo cumple la condena, ¨ªntegra. Si la haces, la pagas", explica el sargento que ense?a las dependencias. "En otros Estados, como las prisiones est¨¢n llenas, los liberan antes. Aqu¨ª, no. Aqu¨ª todo el mundo cumple la condena ¨ªntegra, porque basta con montar nuevas tiendas para que haya sitio", prosigue.
Preguntado por las acusaciones de violaciones de los derechos de los presos, Arpaio, en su oficina del centro de Phoenix, responde tranquilamente: "Una c¨¢rcel no es el Hilton". En su despacho, que tiene una vista magn¨ªfica sobre la ciudad, junto a su mesa, exhibe un cartel enorme sobre su Tent city: "Si no quieres cumplir la condena, no cometas el crimen". La oficina del sheriff es un lugar donde fluyen la testosterona y las armas. Su jefe de gabinete, sin ir m¨¢s lejos, luce dos pistolas, una en cada sobaquera, que no se quita ni dentro de las dependencias.
Para las organizaciones que est¨¢n promoviendo la creciente movilizaci¨®n en contra de la SB 1070, una protesta que cada vez m¨¢s analistas comparan con el movimiento por los derechos civiles de los negros en los a?os cincuenta y sesenta y que se est¨¢ convirtiendo en un fen¨®meno nacional, Arpaio simboliza lo peor de un Estado en el que la tradici¨®n racista ha convivido con una creciente poblaci¨®n de origen mexicano. Los latinos son acosados a menudo por parte de los agentes del sheriff, que se enfrentan a decenas de demandas cada a?o. Si antes de la SB 1070, Arpaio era un personaje temido por la comunidad mexicana, cuando comience a aplicarse la ley las cosas ir¨¢n a peor, mucho.
El martes por la ma?ana cuatro muchachos que participaron en una marcha desde Miami hasta Washington fueron a visitar al sheriff, a pesar de que tres de ellos residen ilegalmente en el pa¨ªs. Se trata de los defensores del llamado Dream Act, inmigrantes que llegaron sin papeles siendo ni?os a EE UU porque les trajeron sus padres y que, a pesar de ser totalmente estadounidenses, de haber estudiado aqu¨ª, de hablar castellano con acento ingl¨¦s, no tienen la nacionalidad. Desde hace un a?o, una legislaci¨®n espera en el Congreso para ser votada y permitir¨ªa que se les conceda la nacionalidad, bajo ciertas condiciones. Su causa cuenta incluso con la simpat¨ªa de sectores de la derecha.
"En todo Estados Unidos, muchos inmigrantes ven a Arpaio como el rostro del terror y no queremos que nuestras comunidades vivan con miedo", afirm¨® uno de ellos, Juan Rodr¨ªguez, el ¨²nico que ha conseguido ser naturalizado. Los cuatro se plantaron en la oficina del sheriff, vestidos con camisetas rosas y acompa?ados por numerosos activistas que lucha contra la SB 1070. Pero Arpaio es un maestro de las relaciones p¨²blicas y detenerlos estaba fuera de cuesti¨®n. Mont¨® una rueda de prensa, los abraz¨® y pareci¨® emocionado cuando le contaron su historia. Y esta ma?ana estaba en todos los informativos.
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