Un nuevo movimiento por los derechos civiles prende en Arizona
Decenas de miles de personas se manifiestan en Phoenix contra la nueva ley de inmigraci¨®n.- El movimiento se extiende por otros Estados lejanos de gran poblaci¨®n hispana
La referencia no puede ser m¨¢s clara. En la marcha que hoy ha reunido durante todo el d¨ªa decenas de miles de personas en Phoenix contra la nueva ley de inmigraci¨®n de Arizona, las palabras Selma Birmingham o Mart¨ªn Luther King se pronunciaban constantemente. La movilizaci¨®n contra la ley SB 1070 -que comenzar¨¢ a aplicarse el 29 de julio y que permite a la polic¨ªa parar a cualquier persona que sospeche que pueda estar de forma irregular en el pa¨ªs y pedirle sus papeles- ha tomado como modelo el movimiento por los derechos civiles que en los a?os cincuenta y sesenta cambi¨® para siempre este pa¨ªs.
"Lo ten¨ªa en la pared de casa y lo he sacado a pasear", se?ala Beny, de 60 a?os, un estadounidense de origen alem¨¢n, que ha acudido a la marcha con un cartel enmarcado del pastor que inici¨® en Montgomery (Alabama) la lucha por los derechos de los negros. "Peleo tambi¨¦n por los derechos de mis nietos, sospechosos por el color de su cuero. Con esta ley se puede llevar al bote a cualquier persona solo por el color de su cuero", insiste Beny en un colorido castellano. En la parte de abajo del cartel ha colocado una foto de sus dos nietos, mulatos; encima puede leerse una de las frases m¨¢s c¨¦lebres del doctor King: "El odio s¨®lo lleva al odio".
La mayor¨ªa de los asistentes a la marcha era de origen mexicano: en total en Arizona se calcula que hay unos 460.000 inmigrantes irregulares, seg¨²n datos del Pew Hispanic Center (la poblaci¨®n hispana roza el 38% de los seis millones de habitantes del Estado). No obstante, muchos esperan que las cifras del nuevo censo, previsto para este mismo a?o, sean inferiores porque bastantes irregulares preferir¨¢n no abrir sus puertas a cualquiera que se presente con un carn¨¦ oficial. Pero, tambi¨¦n porque muchos mexicanos est¨¢n comenzando a instalarse en Estados vecinos, lejos de las huestes de Joe Arpaio, sheriff del condado de Maricopa (al que pertenece Phoenix), famoso por sus dur¨ªsimos m¨¦todos y uno de los personajes m¨¢s insultados durante la marcha.
"S¨®lo quiero trabajar y vivir en paz", se?ala un joven mexicano, inmigrante irregular, que trabaja desde hace cinco a?os como cocinero. Preguntado por su nombre responde con un cort¨¦s: "Mejor no". "Este es un movimiento que va a ser cada m¨¢s grande, porque esto no se puede parar. Estamos hablando de nuestro trabajo, de nuestros derechos, de nuestro pan", insiste este cocinero. Lo que califica de "hostigamiento" por parte de los oficiales del sheriff ha hecho que los movimientos de cualquier inmigrante indocumentado se reduzcan enormemente. "Por eso no ver¨¢s a muchos hermanos como yo por aqu¨ª", agrega.
Frases impregnadas de la m¨ªstica del movimiento de los derechos civiles -como "De Selma a Phoenix", "Dream" (Sue?o) o "We shall overcome" (venceremos)- aparec¨ªan varias veces en las pancartas que coloreaban esta marcha eminentemente familiar (y tan multi¨¦tnica como la propia sociedad estadounidense) y trazaban un claro paralelismo entre las ciudades del Viejo Sur que encabezaron aquella lucha y lo que ocurre en Arizona desde que, a finales de abril, la gobernadora Jane Brewer firm¨® la ley SB 1070. "Es lo mismo, aunque disfrazado de diferente forma", responde Mart¨ªn, de 38 a?os, cuando es preguntado sobre el movimiento de los derechos civiles.
Esta marcha de Phoenix es la segunda que se produce en estos meses: la ¨²ltima reuni¨® a 25.000 personas, pero lo m¨¢s importante es que el movimiento ha prendido en otros Estados de amplia poblaci¨®n hispana, como Tejas o la vecina California, que tambi¨¦n vivieron manifestaciones masivas. "Queremos evitar que una ley como esta se vote en otros estados", se?al¨® en una breve intervenci¨®n Pablo Alvarado, l¨ªder sindical y uno de los organizadores del movimiento, que tambi¨¦n est¨¢ promoviendo un boicot econ¨®mico contra Arizona.
"Siempre llega un momento en que las minor¨ªas tienen que luchar sus derechos, incluso tienen que imponer su criterio por encima de las mayor¨ªas", explica Marcos Viveros, de 40 a?os, que dirige una de las muchas organizaciones que se est¨¢n empezando a articular en torno a este movimiento, que cada vez est¨¢ cobrando una mayor amplitud. "Gracias a luchas similares, las mujeres lograron el derecho al voto en EE UU y la gente de color acab¨® con la segregaci¨®n. Los padres fundadores hicieron este pa¨ªs bas¨¢ndose en los derechos de los ciudadanos y esta ley va contra ellos", prosigue Viveros, residente legal. Las encuestas revelan que, mientras los hispanos est¨¢n en contra de la ley, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n estadounidense (en torno al 60%) s¨ª apoya este tipo de legislaciones que permiten detener y arrestar a los inmigrantes irregulares.
"Pienso que s¨ª, por eso estamos aqu¨ª", responde Anastasio Madrigal, 60 a?os, cuando es preguntado sobre si cree que marchas como ¨¦sta y la movilizaci¨®n que est¨¢ empapando todo el estado podr¨¢n parar la ley. Madrigal, tocado con un sombrero vaquero y con la piel endurecida por d¨¦cadas de tajo al sol, ha trabajado durante 40 a?os en la construcci¨®n y es ciudadano estadounidense desde los ochenta. "Tengo muchos amigos que no tienen papeles, que tienen miedo a salir a la calle, a ser detenidos, a los agentes del sheriff, pero que trabajan tan duro como yo. Por eso estamos aqu¨ª. David Rom¨¢n, un estudiante de 24 a?os que ha venido desde San Diego para participar en la marcha, afirma: "Por mucho que manden al Ej¨¦rcito, por muchas barreras y leyes que pongas, da igual, la gente va a seguir viniendo mientras no haya trabajo en sus pa¨ªses. Es ley de vida".
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