Hait¨ª: un nombre, una naci¨®n y un destino a cambiar
En este pol¨¦mico ensayo, el historiador de la Universidad Aut¨®noma de la Ciudad de M¨¦xico y ex diplom¨¢tico haitiano Guy Pierre nos habla del drama de su pa¨ªs y de las necesidades acuciantes de un pacto pol¨ªtico popular para construir un futuro diferente y soberano. El terremoto de enero de 2010 ha despertado el inter¨¦s en esta naci¨®n isle?a que lucha por recuperarse. Desde el siglo XVI, Hait¨ª ha sido cruce de culturas, primero entre espa?oles y pueblos ind¨ªgenas, y luego como colonia francesa con una de las poblaciones de origen africana m¨¢s importantes de Am¨¦rica. Hait¨ª fue la primera naci¨®n latinoamericana en alcanzar su independencia en 1804, merced a la lucha de los antiguos esclavos que bautizaron su naci¨®n con un nombre prehisp¨¢nico
Hait¨ª representa territorialmente casi una tercera parte de una de las mayores islas del Caribe, a la cual los espa?oles impusieron el nombre de Espa?ola o Hispaniola a fines del siglo XV, aunque -seg¨²n algunas fuentes- los primeros habitantes o ind¨ªgenas la identificaban con el nombre Hayt¨ª, o seg¨²n otras, Quisqueya. La cuesti¨®n del nombre que llevaba cada territorio de la regi¨®n est¨¢ sujeta a ciertas especulaciones y discrepancias, en especial por la temprana desaparici¨®n de la poblaci¨®n ind¨ªgena local. Conviene recordar que la delimitaci¨®n territorial de la Isla Espa?ola se constituy¨® jur¨ªdicamente en 1697 con el Tratado de Ryswick, por el cual la parte occidental pas¨® a ser propiedad de Francia, que le puso el nombre de Saint Domingue, el mismo que fue cambiado el primero de enero de 1804 por el de Hait¨ª tras unas cruentas guerras que se radicalizaron durante la coyuntura de 1802-1803, en contra de las tropas que Napole¨®n hab¨ªa enviado a la colonia con el objetivo de terminar con el poder de Toussaint Louverture y restablecer el sistema de esclavitud. Pero la lucha del pueblo haitiano impidi¨® el regreso al pasado y logr¨® que su naci¨®n fuera la primera independiente de Am¨¦rica Latina: su significado hist¨®rico se desprende del Acta de Independencia de 1804 y de los primeros art¨ªculos de la Constituci¨®n haitiana de 1805.
La lucha del pueblo haitiano impidi¨® el regreso al pasado y logr¨® que su naci¨®n fuera la primera independiente de Am¨¦rica Latina
La naci¨®n sufri¨® la intervenci¨®n violenta de los 'marines' en 1915, cuando el Gobierno de EE UU alent¨® una expansi¨®n de su influencia en el Caribe y Centroam¨¦rica
Con su independencia y el rechazo del nombre de Saint Domingue y la adopci¨®n del nombre de Hait¨ª, el mundo entero qued¨® sorprendido: vio nacer por primera vez una naci¨®n forjada y gobernada por antiguos esclavos. Eso constituy¨® efectivamente un hecho hist¨®rico totalmente extra?o dado que el sistema capitalista triunfante necesitaba a¨²n la fuerza de trabajo de los negros -bien como esclavos tout court o bien como trabajadores colonizados- para sustentar su din¨¢mica en diversos territorios americanos como el sur de los Estados Unidos, Cuba y Brasil hasta bien entrado el siglo XIX.
La joven naci¨®n de Hait¨ª, sin embargo, se encontr¨® al inicio de su vida soberana en una situaci¨®n que le iba a impedir registrar un cierto proceso de crecimiento sostenido en el siglo XIX, como otras naciones latinoamericanas que obtuvieron su independencia durante el periodo de 1810-1826. En Hait¨ª, el retraso econ¨®mico fue prolongado, aunque se experimentaron algunas breves coyunturas de desarrollo a fines del siglo XIX y entre el fin de la Primera Guerra Mundial y la Guerra de Corea.
Un nacimiento en un contexto favorable
Recordemos que Hait¨ª naci¨® en una coyuntura pol¨ªtica internacional que era favorable para el desarrollo del capitalismo en varias econom¨ªas en Europa y en el joven pa¨ªs de los Estados Unidos de Am¨¦rica, pero mucho menos para otras regiones del mundo. Es cierto que algunos de los espacios econ¨®micos de plantaci¨®n ubicados en el Caribe pudieron aprovechar la coyuntura, aunque, como demuestra el caso de Cuba, s¨®lo si se manten¨ªa el sistema de esclavitud o de trabajo servil. Hait¨ª no recurri¨® a esta opci¨®n porque, al adoptar el Acta de Independencia, se aboli¨® para siempre la esclavitud y se garantiz¨® asimismo la libertad de todos los ciudadanos. Dessalinnes y todos los generales-fundadores y el pueblo se hab¨ªan comprometido a la libertad. La naci¨®n haitiana tuvo as¨ª que escoger una senda propia que carec¨ªa de racionalidad econ¨®mica en un mundo de fuerte competencia internacional. Los distintos gobiernos militares y civiles no lograron encontrar un mejor rumbo y, en realidad, muchos de ellos ni siquiera intentaron pensar en alg¨²n modelo alternativo; se complacieron por el contrario por su alto grado de oscurantismo y de cinismo en ejercer actos de satrap¨ªa. Tampoco pudieron estimular con base en un razonable grado de productividad su crecimiento y tampoco a consolidar los elementos necesarios para aprovechar -como los hizo la Rep¨²blica Dominicana- la belle opportunit¨¦ que el sistema de plantaci¨®n ofreci¨® en el Caribe entre 1900 y 1950.
La primera raz¨®n del atraso se relacionaba con las contradicciones internas y las rivalidades intercolonialistas que surgieron de la ruptura con el modelo de crecimiento colonial -el sistema de plantaci¨®n- que hab¨ªa sido la base de la econom¨ªa de Saint Domingue. A su vez, surgieron fuertes conflictos internos que provocaron su escisi¨®n en mini-estados enemigos durante los tramos temporales de 1806-1820 y 1867-1869, y dos modelos de producci¨®n: el del peque?o cultivador libre y el de la gran propiedad agraria de tipo feudal. Estos modelos econ¨®micos ayudaron a alimentar una fuerte ideolog¨ªa anticolonialista, lo que era necesario para que el Estado haitiano pudiera defender y garantizar su independencia frente a la antigua metr¨®poli y otras potencias colonialistas.
Posteriormente, la naci¨®n sufri¨® la intervenci¨®n violenta de los marines en 1915, cuando el Gobierno de los Estados Unidos alent¨® una expansi¨®n de su esfera de influencia en el Caribe y Centroam¨¦rica. Los nuevos colonialistas remodelaron el Estado central en conformidad con los intereses de la First National City Bank of New York y empujaron la econom¨ªa local a financiarse por medio de un empr¨¦stito (1922) que asent¨® su dependencia de los banqueros norteamericanos.
Lucha contra el ocupante
A pesar de todo, la naci¨®n resisti¨® en tanto una nueva generaci¨®n de patriotas, impregnados de sentimientos nacionalistas, encabezaron las luchas populares contra el ocupante desde 1915 con el objetivo asimismo de reorientar el destino del pa¨ªs. Pero tambi¨¦n es cierto que la misma ocupaci¨®n militar estadounidense gener¨® nuevas condiciones (signadas por fuertes contradicciones) que el pa¨ªs hubiera podido aprovechar para modernizarse. Durante este per¨ªodo se despert¨® un cierto esp¨ªritu empresarial de nuevo cu?o, y una apertura hacia la inversi¨®n externa. Por ejemplo, se aboli¨® un art¨ªculo que todas las constituciones del siglo XIX ven¨ªan reproduciendo y que si bien este instrumento legal era necesario entre 1804 y 1859 para defender la independencia impidiendo a los extranjeros tener "bienes ra¨ªces" (art. 7) o invertir en el pa¨ªs, se hab¨ªa transformado a partir de los a?os 1860-1870 en un obst¨¢culo al crecimiento, aunque pocos gobiernos lo respetaban. Pero no se aprovecharon las nuevas oportunidades durante el periodo bajo consideraci¨®n (1915-1934) y se produjo un crecimiento econ¨®mico mucho m¨¢s lento en el pa¨ªs que en la vecina Rep¨²blica Dominicana.
A decir verdad, otras oportunidades se presentaron posteriormente a la naci¨®n para que pudiera reorientar totalmente su destino, particularmente durante las coyunturas de aumento sostenido de los precios de las materias primas (Segunda Guerra Mundial y Guerra de Corea). Los altos funcionarios del Estado haitiano intentaron algunos proyectos de desarrollo pero les falt¨® algo de visi¨®n para dinamizar el proceso, y esta nueva experiencia se quedo frustrada, pese a registrarse algunos resultados bastante positivos en ciertos campos de la actividad econ¨®mica en el pa¨ªs.
Conviene mencionar que a pesar de todas las dificultades citadas y pese a todos los golpes de Estado que el Ej¨¦rcito ven¨ªa realizando, hubo algunos momentos durante e inmediatamente despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial cuando se produjo un cierto dinamismo econ¨®mico y desarrollo social. Pero esta tendencia fue interrumpida por el largo periodo (1957-1986) de oscurantismo pol¨ªtico durante la dictadura de la satrap¨ªa de los Duvalier. Hait¨ª se hundi¨® totalmente en t¨¦rminos pol¨ªticos y econ¨®micos, aunque con unos a?os de leve recuperaci¨®n econ¨®mica en los setenta, antes de entrar de manera imparable desde los ochenta en ca¨ªda libre.
La salida de Baby Doc
Huelga decir que la naci¨®n probablemente hubiera podido revertir ese proceso de ca¨ªda libre despu¨¦s de la salida de Baby Doc en 1986 de no haber aceptado durante la coyuntura electoral de 1990 el camino trazado por el grupo Aristide-Pr¨¦val. Esta opci¨®n inicialmente despert¨® algunas esperanzas, pero a decir verdad conviene reconocer que no hubiera podido de ninguna manera ayudar a la naci¨®n a salirse del profundo letargo en el que se encuentra desde tiempos atr¨¢s. Ello se manifest¨® en el hecho de que el nuevo grupo gobernante expres¨® una estrategia pol¨ªtica totalmente incoherente y nebulosa con los discursos populistas y mesi¨¢nicos que lanzaba. Tampoco ten¨ªa ninguna visi¨®n clara de lo que requieren la reconstrucci¨®n de un Estado y la modernizaci¨®n econ¨®mica. Pese al alto grado de legitimidad que hab¨ªa alcanzado en los a?os 1994-1996, el nuevo r¨¦gimen pol¨ªtico aceler¨® a¨²n m¨¢s el deterioro de la situaci¨®n y se revel¨® como uno de los mayores fracasos pol¨ªticos que ha registrado la naci¨®n desde que se fund¨® hace ya m¨¢s de dos siglos.
As¨ª pues, para resumir, la naci¨®n haitiana ha dejado pasar un conjunto de posibilidades de crecimiento y de mejor¨ªa social durante los dos siglos pasados. Debe ahora refundarse y reconstruir su destino despu¨¦s del devastador terremoto del 12 de enero pasado. ?Pero c¨®mo? No puede por cierto hacerlo por medio del protectorado que las Naciones Unidas han reforzado a ra¨ªz de los hechos recientes, con el benepl¨¢cito del presidente Pr¨¦val y que constituye una verdadera humillaci¨®n pol¨ªtica. Ning¨²n pa¨ªs puede refundarse y redefinir su destino entregando el control de su aparato de Estado a una instancia pol¨ªtica internacional, es decir liquidando ¨¦l mismo su soberan¨ªa nacional. No puede tampoco hacerlo entregando su direcci¨®n a unos l¨ªderes pol¨ªticos improvisados, o unos partidos pol¨ªticos sin ninguna base popular real y un programa pol¨ªtico coherente. O confi¨¢ndose, en ¨²ltimo caso, en una di¨¢spora atravesada y dominada por el pensamiento imperial y ONGista.
La naci¨®n requiere para refundarse una fuerte movilizaci¨®n patri¨®tica en torno a un programa coherente de pacto nacional, pero un pacto que no debe ser un pacto electoral, sino un pacto program¨¢tico de gobierno amplio, que excluya, sin embargo, la participaci¨®n de todos aquellos l¨ªderes - allegados o no del actual Gobierno- que se alistan para asegurar la continuidad del viejo sistema social y del protectorado de las Naciones Unidas. Es decir un pacto que integra a todas las fuerzas sociales, actores, ciudadanos y ciudadanas que piensan que el nuevo Gobierno que tomar¨¢ el poder el 7 de febrero del 2011 deber¨¢ de manera inmediata:
Puntos del pacto program¨¢tico
-Reconfigurar el aparato de Estado para fortalecerlo, reformando as¨ª el sistema judicial y estableciendo nuevas normas por el funcionamiento de la administraci¨®n p¨²blica; y las ONG, las cuales deben ser reducidas a un cierto n¨²mero determinado y colocadas bajo el control estricto del poder central.
-Reformular el discurso pol¨ªtico general, educando as¨ª al pueblo para que apoye el nuevo proceso de acci¨®n, pero sin llevarle por medio de pr¨¢cticas populistas a ilusionarse sobre el futuro inmediato del pa¨ªs.
-Definir con las Naciones Unidas un calendario para el retiro de la Misi¨®n de Estabilizaci¨®n de las Naciones Unidas en Hait¨ª (MINUSTAH) en un plazo de dos a?os.
-Reformular el discurso pol¨ªtico general, apoy¨¢ndose as¨ª en el pueblo y educ¨¢ndole sin llevarle por medio de la ret¨®rica populista a crearse ilusiones.
-Fortalecer la Polic¨ªa Nacional, tomando medidas eficaces para dotarla de recursos financieros suficientes y de medios modernos por el incremento de su eficacia; aumentar el n¨²mero de agentes en consonancia con el incremento de la demanda de los ciudadanos y ciudadanas en materia de seguridad y de servicios; y elevar el nivel de formaci¨®n de los agentes y su capacidad de comunicaci¨®n y de dialogo con los ciudadanos y las ciudadanas.
-Asentar las bases para implementar de manera progresiva un plan de acci¨®n de largo plazo tendente a apoyar de manera sostenida la educaci¨®n y a reactivar en general la econom¨ªa en un marco distinto del modelo que las organizaciones financieras internacionales lo vienen imponiendo desde los a?os ochenta.
-Reconsiderar con las Naciones Unidas y las potencias tradicionales las condiciones de la ayuda que se ofrece al pa¨ªs a ra¨ªz de los graves da?os sufridos el 12 de enero pasado. Es decir proponer y llevar a las Naciones Unidas y a las potencias aludidas anteriormente a aceptar a transformar la CIRH, con un n¨²mero muy reducido de miembros y en coordinaci¨®n con el Senado, en un comit¨¦ de auditor¨ªa encargado de verificar los gastos realizados para la reconstrucci¨®n con fondos procedentes del extranjero. Todo ello con el entendido de que el comit¨¦ podr¨¢ pedir a las Naciones Unidas suspender el desembolso de los fondos en el caso que se revele que ha habido malversaci¨®n de algunas partidas ya desembolsadas.
Ya es tiempo que el Norte no pida al Sur que se arrodille para ayudarle. O sea, urge despolitizar la solidaridad internacional. Sobre todo en casos de desastres naturales. Es inhumano transformar los acontecimientos dram¨¢ticos del 12 de enero en un momento oportuno para asestar la estocada final al pa¨ªs e incrementar al mismo tiempo contra ¨¦l en algunos medios de comunicaci¨®n una vieja campa?a de denigraci¨®n basada en unos tantos clich¨¦s. Eso cuanto m¨¢s que, como otros pa¨ªses del Sur lo han vivido ya y nosotros tambi¨¦n en muchas ocasiones anteriores, la mayor parte de la ayuda prometida no ser¨¢ transferida a Puerto Pr¨ªncipe sino que ser¨¢ consumida por las ONG y los expertos de los mismos pa¨ªses donadores. He aqu¨ª lo que la naci¨®n debe rechazar para poder recuperar su soberan¨ªa y redefinir su destino. He aqu¨ª tambi¨¦n lo que debe llevar a la naci¨®n a movilizarse contra todas las maniobras de los grupos internos e internacionales por el mantenimiento de la continuidad pol¨ªtica, sea por medio de la banda de Pr¨¦val o sea por medio de unos de los l¨ªderes improvisados, o tambi¨¦n uno de los seudos partidos pol¨ªticos, incluso las bandas de Aristide.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.