"Aqu¨ª no todos hemos muerto"
Los supervivientes del terremoto de Hait¨ª conviven con el horror de la destrucci¨®n y la miseria y con el temor del abandono de su Gobierno y de la comunidad internacional
Guerda Anier estaba sentada en la misma plaza de los Campos de Marte, bajo la misma bandera, hace exactamente un a?o atr¨¢s, en el minuto siguiente al terremoto que estremeci¨® Puerto Pr¨ªncipe a las 16:53 del 12 de enero de 2010. Poco antes hab¨ªa sentido c¨®mo las columnas de la planta baja de su casa en la Rue L'Enterment se desmoronaban bajo sus pies. Ese d¨ªa perdi¨® todo lo que con trabajo puede volver a recuperar y en compensaci¨®n, la tierra dej¨® a salvo a su esposo y a sus cinco hijos. Desde hace meses hab¨ªa estado guardando la botella de champa?a, que le cost¨® ocho d¨®lares en un mercado de Santo Domingo, que ayer descorch¨® para celebrarlo. "Ten¨ªa que tom¨¢rmela para ponerme el coraz¨®n contento".
Por su calle pasaban legiones de evang¨¦licos en procesi¨®n. "Ven, arrepi¨¦ntete / No digas que no tienes tiempo/ Ma?ana puede ser demasiado tarde / No hay ma?ana para ti". Era lo que cantaban una y otra vez, a ratos abrazando sus biblias, frotando las palmas de las manos; a ratos dando saltos, sacudiendo hombros y cabeza. Siempre con los ojos cerrados, sin levantar la mirada para ver los pocos globos blancos que el Gobierno de Hait¨ª lanz¨® a esa hora al cielo, sin guardar el anunciado minuto de silencio.
Sin presencia institucional
La ceremonia en honor a las v¨ªctimas del se¨ªsmo del 12 de enero ocurri¨® tal y como lo habr¨ªa pedido Marie Rose Sinestile, una mujer de 48 a?os, que ahora vive de lavar la ropa usada que sol¨ªa vender en un puesto callejero, antes que el terremoto la dejara en la calle y sin dinero. As¨ª, sin el presidente Ren¨¦ Preval, sin pol¨ªticos que vinieran a prometerle lo que nunca han podido darle. "Aqu¨ª no todos hemos muerto. Hoy es el d¨ªa de dar gloria a dios".
Ya a las 18.00, las ¨²nicas luces que quedaban en la avenida eran las que alumbraban los proyectos para la reconstrucci¨®n de Hait¨ª, colgados en forma de carteles sobre una de las rejas que rodea las ruinas del Palacio Nacional. En las im¨¢genes hechas con ordenador, los motorizados del nuevo barrio de Fort-National o de la Villa Zoranje del futuro, por ejemplo, pasean en Vespas y no en motos chinas; las familias viven en apartamentos amueblados de 50 metros cuadrados y no en tiendas de campa?a donde cabe un colch¨®n en el que duermen seis; y las calles est¨¢n repletas de ni?os que s¨ª lucen saludables y que s¨ª van a la escuela.
"No s¨¦ si todo eso que est¨¢ en los carteles va a hacerse realidad. Lo que s¨¦ es que si depende de los gobernantes haitianos, nunca va a ocurrir. Todo ese trabajo s¨®lo lo har¨ªa un Gobierno extranjero". Es lo que dice Fritz Polidor, de 53 a?os, mientras ve el futuro a trav¨¦s de los barrotes del Palacio Nacional, donde ya una agrupaci¨®n de parada ha arriado la bandera de Hait¨ª que el d¨ªa entero estuvo izada a media asta.
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