El Senado de Brasil suma esfuerzos a la batalla contra la corrupci¨®n
Dilma Rousseff recibe nuevos apoyos en su cruzada para moralizar la pol¨ªtica
Hoy es un d¨ªa significativo para la pol¨ªtica brasile?a. Por primera vez en la historia de la democracia de este pa¨ªs, un presidente de la Rep¨²blica levanta la bandera de la ¨¦tica y la moralidad en la gesti¨®n p¨²blica y expulsa a ministros y decenas de altos cargos p¨²blicos -algunos ya detenidos por la polic¨ªa-, y tambi¨¦n, por primera vez, senadores de diferentes partidos que apoyan al Gobierno, han creado un movimiento de respaldo a la presidenta Dilma Rousseff para que no ceje en su esfuerzo de moralizar la pol¨ªtica.
Al movimiento iniciado por el senador Pedro Simon, del mayor partido aliado del Gobierno, el PMDB, se han adherido ya cerca de una docena de senadores tanto de ese partido como de otros tambi¨¦n de la base gubernamental, entre ellos Cristovam Buarque, del izquierdista PTB y una de las figuras m¨¢s relevantes de la pol¨ªtica brasile?a.
"Con nuestros discursos hoy en esta tribuna, vamos a demostrar a Brasil el pensamiento de una mayor¨ªa del Senado en relaci¨®n con la pol¨ªtica que se est¨¢ viviendo. Se trata de dar fuerza a la presidenta Dilma Rousseff para que realice un Gobierno de integridad moral y ¨¦tica. Vamos a subir a la tribuna para decirle a Dilma: 'Presidenta, cuente con nosotros", se lee en la p¨¢gina web del Senado.
La decisi¨®n, in¨¦dita en la historia del Senado, revela la gravedad de la crisis que est¨¢ viviendo la presidenta, escogida por el expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva como sucesora, con los partidos aliados del Gobierno. Estos han creado en el Congreso un grupo de cinco partidos que, sumados, capitalizan 200 votos y amenazan a la presidenta con boicotear sus propuestas en las votaciones.
El Partido Republicano (PR), que controla 60 diputados y seis senadores y que fue el primero en perder a un ministro, el de Transportes, y a cerca de 30 altos cargos p¨²blicos, decidir¨¢ esta semana si deja de apoyar al Gobierno. Por lo pronto ya ha abandonado el grupo del que formaba parte en la C¨¢mara alta y no asiste a los encuentros de los aliados con la presidenta como se?al de protesta.
Adicionalmente, el mayor partido de la alianza de Gobierno, el PMDB -al que pertenece el vicepresidente de la Republica, Michel Tenmer-, est¨¢ en pie de guerra, porque tambi¨¦n est¨¢ entre los que presentan s¨ªntomas de corrupci¨®n y varios cargos p¨²blicos, entre ellos el viceministro de Turismo, han sido detenidos por la polic¨ªa.
Rousseff est¨¢ entre dos fuegos. Cada vez se es m¨¢s claro que desea continuar enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupci¨®n, apoyada por la opini¨®n p¨²blica, a¨²n a costa de tener que hacer ajustes en la forma de respaldo de los partidos a su Gobierno. La presidenta preferir¨ªa que las organizaciones pol¨ªticas pudieran adherirse con un "proyecto" pol¨ªtico en vez de lo que sucede actualmente -heredado de los Gobiernos Lula-, de ofrecer apoyo al Gobierno a cambio de cargos y prebendas, sin compromisos con un proyecto.
El dif¨ªcil equilibro de Dilma Rousseff ser¨¢ mantener encendida la llama de la limpieza ¨¦tica, asegurando al mismo tiempo una base de Gobierno que le permita llevar a cabo sus compromisos con la sociedad, algo que a los analistas pol¨ªticos les parece tan complicado como la cuadratura del c¨ªrculo, hasta el punto de que se empieza a pensar que de seguir as¨ª, ser¨¢n los mismos partidos aliados los que acaben gritando: "Vuelve, Lula".
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