¡°Entre m¨¢s alto pongan el cerco, m¨¢s alta ser¨¢ la escalera¡±
Viaje a Nogales, la tercera ciudad de M¨¦xico por donde m¨¢s migrantes deporta Estados Unidos
Afuera revienta la luz blanca del mediod¨ªa en Nogales. Dentro del bar del hotel Fray Marcos, el m¨¢s reputado de este pueblo grande de frontera, hay una penumbra agradable coloreada por los tonos discotequeros de los focos del techo, verdes y azules. En una mesa alargada un grupo de periodistas comparte un coloquio-desayuno con el alcalde, Ram¨®n Guzm¨¢n. El bar tiene unas sillas acolchadas que est¨¢n tapizadas con un forro de pl¨¢stico que imita la piel de las v¨ªboras.
El alcalde habla de la reforma migratoria de Estados Unidos. Dice que si regularizan a 11 millones de indocumentados, como se prev¨¦, entonces habr¨¢ menos sin papeles y no deber¨ªan de llegar a Nogales tantos deportados. Tambi¨¦n dice que a lo mejor la gente se piensa que hay barra libre de papeles y empiezan a llegar m¨¢s migrantes a intentar ¡°brincar¡± la frontera.
En cualquier caso, si alguna certeza tiene Ram¨®n Guzm¨¢n es que por mucho que el vecino blinde la frontera, por m¨¢s que doble el n¨²mero de agentes y que extienda el muro, como tambi¨¦n se prev¨¦, el ansia de los migrantes no se va a rebajar. Uno de los comensales, un se?or de cintura abudante sentado en una de las sillas con piel de v¨ªbora de mentira, resume en una imagen el discurso del alcalde.
¨CEntre m¨¢s alto pongan el cerco, m¨¢s alta ser¨¢ la escalera.
Estamos en el norte de M¨¦xico. En la frontera con Estados Unidos. En el tercer municipio mexicano por el que el vecino deporta a m¨¢s migrantes: 450 al d¨ªa, en 2012, unos 5.000 a la semana, m¨¢s de 20.000 al mes, alrededor de un cuarto de mill¨®n al a?o. Los detienen en Estados Unidos, cargan un cami¨®n, llegan a una garita fronteriza y ah¨ª se los dejan, sean mexicanos o no. Todo suyo, se?ores.
Nogales es un municipio dividido entre dos pa¨ªses, como Berl¨ªn durante la Guerra Fr¨ªa pero con un poco m¨¢s de calor. El viernes la temperatura en esta zona serrana del desierto de Sonora subi¨® de los 40 grados. Al sur est¨¢ la Nogales mexicana, una ciudad sube y baja construida sobre colinas y en crecimiento constante, en parte por los migrantes deportados que se quedan a vivir aqu¨ª. El ayuntamiento calcula que ya son 320.000 habitantes. Al norte est¨¢ la Nogales de Arizona, Estados Unidos, que se ve mucho menos habitada a trav¨¦s de los barrotes del muro de acero que recorre los nueve kil¨®metros fronterizos del municipio.
El muro en Nogales es como una cuchilla que se ondula de cerro en cerro. Parece imposible de saltar para un humano. Pero resulta que es posible si ese humano tiene una especial necesidad de saltarlo.
En una tienda de comestibles que est¨¢ delante de un tramo de la Muralla China gringa explican c¨®mo lo hacen. ¡°C¨®mo el hombre ara?a¡±, dice la propietaria de la tienda. Un se?or que est¨¢ con ella lo describe con detalle. El muro est¨¢ formado por barrotes rectangulares que permiten ver el otro lado de la frontera pero que son demasiado estrechos para que se cuele una persona. ?l dice que los hombres ara?a atraviesan los pies en ese hueco, se agarran al filo de los barrotes y van trepando hacia arriba.
Hay otras opciones para pasar. Escondidos en veh¨ªculos. Con papeles falsificados. Tambi¨¦n se puede caminar hasta m¨¢s all¨¢ del municipio de Nogales e intentar entrar por zonas que por ahora no tienen el muro alto, sino cercos m¨¢s modestos. O directamente poner a escondidas una escalera contra el muro y subir pelda?o a pelda?o hacia Estados Unidos.
Otro m¨¦todo es buscar ¨¦xito bajo tierra. Los dos lados de la ciudad comparten el mismo sistema de drenaje, y cuando no llueve algunos migrantes se meten por las bocas m¨¢s grandes de la red y rebuscan tubos por los que salir al otro lado. Si una alcantarilla de Arizona se abre sola no es que se est¨¦ dando un fen¨®meno paranormal. Debajo viene un migrante. La voluntad de llegar al para¨ªso hace que cualquier v¨ªa sea v¨¢lida.
La Biblia de Daniel Enem¨ªas Guzm¨¢n
En Nogales hay una entidad p¨²blica de ayuda a los migrantes que se llama Grupo Beta. Al lado de la oficina hay un cami¨®n de la Cruz Roja que atiende a los que llegan heridos o enfermos. El viernes por la ma?ana andaban deambulando por all¨ª dos hondure?os. Melvin Antonio Acosta, 33 a?os, tres hijos, desaseado y con gafas de sol. Daniel Enem¨ªas Guzm¨¢n, 27 a?os, dos hijos, desaseado y con unas zapatillas de deporte a las que le bailaban las suelas.
Los dos eran de Tegucigalpa, seg¨²n dijeron. Hab¨ªan salido de all¨ª hace m¨¢s de un mes y se hab¨ªan conocido en el camino. Guzm¨¢n le llamaba ¡°John Lennon¡± a su compa?ero Acosta porque no se quitaba sus gafas de sol. Explicaron que se hab¨ªan ido de su pa¨ªs por lo inseguro que es, no tanto por buscar un empleo. ¡°M¨¢s que todo nos fuimos por la violencia, porque trabajo siempre se encuentra, pap¨¢¡±, dice Acosta, que all¨¢, por lo que coment¨®, era carpintero. Guzm¨¢n dijo que era ¡°piloto¡± de autob¨²s.
Debajo de sus lentes de estrella de rock, Acosta trae un ojo morado. Seg¨²n su parte de viaje en tren, los asaltaron en dos ciudades de paso mexicanas, Orizaba y Mazatl¨¢n. En esta ¨²ltima Acosta cuenta que le dieron una paliza y que le robaron todo lo que llevaba. Dice que las gafas no se las robaron porque las tra¨ªa envueltas en un calcet¨ªn. Los dos est¨¢n sonrientes, pero comentan que el viaje no es una broma. ¡°Ah, es duro eso¡±, dice Melvin Antonio Acosta, ¡°se ve mucha cosa¡±. Ellos cuentan que vieron c¨®mo el tren ¡°troz¨®¡± a una muchacha y que en Palenque, M¨¦xico, a otras dos las mataron a machetazos.
Ahora mismo ellos lo que quieren es que les den algo de comer. Llegaron por la noche. Dicen que no tienen ni una moneda. Un coyote, o un pollero, como se le llama a los gu¨ªas de las rutas clandestinas, puede costar 1.000 d¨®lares o unos 3.000, seg¨²n a qui¨¦n se le pregunte. Ellos dos dicen que van a intentar ¡°colear¡± a alg¨²n grupo, seguir sus pasos de lejos. Lo que m¨¢s les preocupa es que en el camino los asalten y los maten. ¡°Dicen que por ah¨ª andan los bajadores [los ladrones]¡±, comenta Guzm¨¢n. ¡°Primeramente Dios que no nos los topemos¡±. Si los evitan, a¨²n tendr¨¢n otros peligros que superar: el principal, hacer decenas de kil¨®metros bajo el sol sin deshidratarse. Seg¨²n un informe del Instituto Binacional de Migraci¨®n, en los ¨²ltimos 22 a?os han muerto m¨¢s de 2.200 migrantes en el desierto de Arizona.
A Guzm¨¢n y a Acosta tambi¨¦n les han dicho que Estados Unidos va a construir a¨²n m¨¢s muro. Tony Estrada, sheriff del condado de Santa Cruz, al que pertenece la Nogales estadounidense, comenta por tel¨¦fono que en su zona de momento no se han empezado nuevas obras para extender la barrera, y que tampoco han mandado m¨¢s agentes de la Border Patrol, el grupo de vigilancia fronterizo.
Estrada dice que en los ¨²ltimos tiempos ha bajado el n¨²mero de migrantes que intentar entrar por su zona, y que entre ellos cada vez hay menos mexicanos y m¨¢s centroamericanos. Pero lo que m¨¢s le ha sorprendido ¨²ltimamente es que desde principios de junio han aparecido unos 50 migrantes de India tratando de pasar a Estados Unidos desde M¨¦xico, una rareza in¨¦dita en sus 45 a?os de servicio en la frontera.
En cuanto al endurecimiento del muro y de la vigilancia, opina que las rutas clandestinas se har¨¢n m¨¢s caras y m¨¢s peligrosas para los migrantes, y que probablemente el beneficio para Estados Unidos no sea muy significativo. El sheriff Estrada, de origen mexicano, asume que un pa¨ªs debe tener una frontera segura, pero cree que ninguna barrera frenar¨¢ la dinamo de desesperados que mueve la pobreza de los pa¨ªses del sur.
A las cinco de la tarde, los dos hondure?os segu¨ªan en el entorno del centro de apoyo a migrantes. Estaban con dos salvadore?os, apoyados contra la tapia de un cementerio. Se hab¨ªan ba?ado y les hab¨ªan dado ropa nueva. Ahora Guzm¨¢n ten¨ªa unas zapatillas blancas relucientes y con la suela pegada a la base. A John Lennon le hab¨ªan dado una camisa caqui de manga corta. No se hab¨ªa quitado sus gafas de sol. Segu¨ªan sonriendo. Dijeron que al d¨ªa siguiente lo iban a intentar. De golpe, Guzm¨¢n le hizo una pregunta al reportero.
¨C?Usted es cristiano?
¨C?Por?
¨CPor si ten¨ªa una Biblia para regalarnos.
Su compa?ero de viaje dice que ¨¦l tra¨ªa una. Al parecer tambi¨¦n se la robaron en Mazatl¨¢n. A un d¨ªa de embarcarse en la fase final de su viaje, Melvin Antonio Acosta y Daniel Enem¨ªas Guzm¨¢n estaban aseados, pero no ten¨ªan ni una moneda ni tampoco la palabra de Dios.
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