Celos soberanos
La integraci¨®n europea desborda a la UE, de forma que una decisi¨®n exterior afecta al interior
Pocos pa¨ªses europeos son tan celosos de su soberan¨ªa nacional como los suizos. No forman parte de la Uni¨®n Europea, rechazada en refer¨¦ndum en 2001 por el 76% de los votantes. Tampoco forman parte del Espacio Econ¨®mico Europeo, rechazado en otro refer¨¦ndum en 1992.
Los ciudadanos suizos son los que tienen la ¨²ltima palabra en cuestiones que afectan a la soberan¨ªa, cosa que en otros pa¨ªses, la vecina Alemania por ejemplo, est¨¢ en manos del Tribunal Constitucional. Sus relaciones con la UE se organizan gracias a m¨¢s de 200 tratados bilaterales, acompa?ados de una cl¨¢usula, llamada de guillotina, que otorga el derecho a cualquiera de las dos partes a suspender el entero paquete en caso de incumplimiento o ruptura de uno solo de los acuerdos.
Los suizos votaron en 2005 a favor de su incorporaci¨®n al Tratado de Schengen, que elimina los controles en frontera y garantiza la libre circulaci¨®n de personas; y ratificaron en 2009 su aplicaci¨®n a los rumanos y b¨²lgaros reci¨¦n incorporados a la UE. Todo bajo la amenaza de la guillotina, que si entonces ayud¨® a persuadirles de las bondades de una Europa sin fronteras, ahora no ha sido suficiente para evitar que aprobaran la imposici¨®n de cuotas a trabajadores extranjeros.
A pesar de los celos soberanos y de la democracia directa, que conducen a decisiones como la del domingo, la realidad europea no admite aislacionismos. Europa no es s¨®lo la UE. Hay que contar con los c¨ªrculos conc¨¦ntricos de los tratados e instituciones que la rodean. Cualquier decisi¨®n afecta al conjunto, aunque se tome fuera, precisamente por el car¨¢cter vol¨¢til de esa soberan¨ªa tan apreciada por los suizos.
La idea de una Europa abierta como la que hemos conocido, capaz de seguir integrando a nuevos socios y a nuevos ciudadanos, ha sufrido un severo golpe en Suiza, que los rampantes populismos han acogido con aplausos dentro de la UE. Hasta 2006 la integraci¨®n de Suiza en la UE era considerada un objetivo estrat¨¦gico para su Gobierno, que la releg¨® entonces a una mera opci¨®n entre otras. Ahora han cambiado las tornas y es Suiza, con su capacidad para revertir las pol¨ªticas de integraci¨®n y desaparici¨®n de fronteras, la que exhibe el modelo de una Europa-fortaleza construida frente a la inmigraci¨®n masiva.
El problema de la Europa-fortaleza es que no puede llegar a existir, porque antes de convertirse en fortaleza dejar¨¢ de ser Europa. Una Europa cuarteada como en el pasado y dividida en peque?as fortalezas separadas es la negaci¨®n de Europa. Los suizos han votado en esta inquietante direcci¨®n y ahora solo falta saber ¡ªnos lo dir¨¢n las elecciones al Parlamento Europeo¡ª si el resto de los europeos tambi¨¦n nos apuntamos a la destrucci¨®n de este proyecto de uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha de pueblos y ciudadanos europeos que hasta hace cuatro d¨ªas hab¨ªamos considerado tan exitoso.
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