Colombia: victoria sin derrota
El candidato uribista compet¨ªa con el establecimiento y solo perdi¨® por un mill¨®n de votos; Santos, mejor presidente que candidato, compet¨ªa con el mayor animal pol¨ªtico que conoce
Tanto el presidente colombiano Juan Manuel Santos, reelegido para un segundo mandato, como el aspirante Oscar Iv¨¢n Zuluaga, pueden estar satisfechos, aunque en proporciones distintas, del resultado de las elecciones presidenciales del domingo. El candidato uribista, porque sin la maquinaria electoral del jefe del Estado, con la pr¨¢ctica totalidad en contra de lo que se llama el ¡®establecimiento¡¯, ha perdido por menos de un mill¨®n de votos, aupado ¨²nicamente por el poderos¨ªsimo im¨¢n que ejerce sobre la opini¨®n su jefe, ?lvaro Uribe V¨¦lez, al que la Constituci¨®n imped¨ªa ser candidato. Y Santos, mucho mejor presidente que pol¨ªtico de campa?a, con obvias dificultades para parecerle suficientemente del terru?o al segmento m¨¢s castizo del electorado, ha vencido al mayor animal pol¨ªtico que conoce Colombia desde hace d¨¦cadas. Lo que sus votantes pueden considerar el triunfo de la raz¨®n sobre la pasi¨®n.
Pero a una victoria que com¨²nmente se identifica con el proceso de paz, hay que hacerle matizaciones. Ni siquiera en una coyuntura excepcional en la que se decid¨ªa sobre el proceso negociador de La Habana, la afluencia al voto, aunque ha aumentado siete puntos, ha llegado al 50%, lejos de la mejor marca contempor¨¢nea del 59% en segunda vuelta, con que Andr¨¦s Pastrana venci¨® a Horacio Serpa en 1998; y la victoria presidencial se ha tenido que deber en gran medida a los votos de la izquierda; los sufragios del Polo, cuya candidata era Clara L¨®pez, y en menor medida, los progresistas del alcalde Petro, han inclinado la balanza d¨¢ndole a Santos una ventaja de 900.000 votos, cuando hab¨ªa perdido por 458.000 en primera vuelta. Aparte de la costa Caribe donde la maquinaria, sobre todo del partido liberal, hizo que m¨¢s que se doblara la votaci¨®n, fue Bogot¨¢ donde la izquierda aport¨® bastante m¨¢s que un grano de arena. M¨¢s que el uribismo, el derrotado ha sido el partido conservador oficial, que se hab¨ªa decantado por Zuluaga, con la evidencia de que su voto se dividi¨® entre los dos candidatos, aunque en proporciones dif¨ªciles de precisar.
E incluso al hecho de que la paz ha ganado le convienen retoques. La victoria de Santos tranquiliza pero no amansa a la otra parte negociadora, las FARC. Queda a¨²n negociaci¨®n por delante y si hoy parece probable que algo acabe por firmarse en la capital cubana, el enfrentamiento electoral no habr¨¢ tocado a su fin. Un 45% del voto se ha expresado en contra de ese tipo de paz, fundament¨¢ndose en que la impunidad no puede ser el precio a pagar por el fin de las hostilidades; y esa marea, profundamente uribista, no va a dejar de serlo. El expresidente tiene un esca?o y 19 devotos correligionarios en el Senado, y desde all¨ª y la plaza p¨²blica no va a dejar de atacar con el verbo dram¨¢tico que le caracteriza esa paz que estima injusta y traicionera. Y un d¨ªa habr¨¢, probablemente, que votar en refer¨¦ndum sobre lo que se acuerde en Cuba. Por eso es tan importante que la paz empiece a notarse cuanto antes.
El mayor error en el que se podr¨ªa caer hoy es en que la firma, o incluso una paz real lo cambiar¨ªan todo. Es un lugar com¨²n que una Colombia sin conflicto tendr¨ªa un futuro radiante, lo que no es falso; pero la paz no solo se firma sino que se hace, y si el pa¨ªs muestra deficiencias de funcionamiento, por ejemplo, una necesidad galopante de modernizaci¨®n del Estado, no es por culpa de los insurgentes. Todos los pa¨ªses son los principales responsables de s¨ª mismos, como le ocurre a la Espa?a de la grav¨ªsima crisis, econ¨®mica pero sobre todo pol¨ªtica, que sufre. Y Colombia no es excepci¨®n.
Lo mejor del triunfo de la coalici¨®n santista ser¨ªa que Colombia se quedara sin coartada. La paz, si se ratifica, habr¨¢ que construirla y con ella una nueva Colombia. El presidente Juan Manuel Santos lo ha apostado todo a esa carta.
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