Los cachorros de la Camorra
Dos mil j¨®venes, casi adolescentes, luchan a tiro limpio en N¨¢poles
La pancarta que unos adolescentes acaban de colocar sobre la fachada de la iglesia de San Vincenzo dice que ¡°Genny vive¡±, pero no es verdad. A Gennaro Cesarano, 17 a?os reci¨¦n cumplidos, lo mat¨® hace un par de domingos aqu¨ª mismo, junto al olivo enano, en medio de la madrugada, a¨²n no se sabe si una bala perdida o un proyectil disparado con mucha punter¨ªa. La polic¨ªa italiana calcula que unos 2.000 j¨®venes napolitanos, distribuidos en 34 grupos de corte mafioso, protagonizan en la actualidad una lucha encarnizada por el control del negocio de la droga y la extorsi¨®n tras la ca¨ªda en los ¨²ltimos a?os de los grandes jefes de la Camorra.
Genny estaba pasando el rato con sus amigos cuando una pandilla de chavales de su misma edad, a bordo de ciclomotores y empu?ando armas semiautom¨¢ticas, hicieron lo que ya se est¨¢ convirtiendo en costumbre en los barrios bravos de N¨¢poles: irrumpieron en la plaza, dispararon hasta vaciar sus cargadores y se fueron por donde hab¨ªan venido sin que ni la polic¨ªa ¡ªque no suele aparecer por el barrio¡ª ni los vecinos de La Sanit¨¤ acertaran a ver un rostro, una matr¨ªcula, algo. Si hay una cosa que funciona a la perfecci¨®n en los barrios dominados por la Camorra ¡ªla mafia napolitana¡ª es el silencio. Un silencio que vale oro donde la vida no vale nada.
Tonino Cesarano recibe de pie, vestido de negro, en un cuarto piso sin ascensor de una calle famosa porque en 1898 naci¨® Antonio De Curtis, Tot¨°, uno de los genios m¨¢s queridos de la cinematograf¨ªa italiana. ¡°Yo estaba en Roma por un asunto de trabajo¡±, recuerda el padre de Genny, ¡°y a¨²n no hab¨ªa amanecido cuando son¨® el tel¨¦fono y me dijeron que hab¨ªan matado a mi hijo. Esta es la ¨²nica verdad. Todo lo dem¨¢s que se dice por ah¨ª son tonter¨ªas¡±. Lo que se dice es que tal vez no se trat¨® de una bala perdida ¡ªla consecuencia dram¨¢tica del peligroso juego que se ha puesto de moda en N¨¢poles¡ª, sino que quiz¨¢s los sicarios buscaban a Genny, quien pese a su juventud ya hab¨ªa tenido alg¨²n encontronazo con la ley. ¡°La del ajuste de cuentas¡±, dice el padre al borde de las l¨¢grimas, ¡°es la versi¨®n m¨¢s c¨®moda. As¨ª ni la polic¨ªa ni la prensa ni nadie tiene que entrar en el fondo del problema¡±.
El fondo del problema es que en La Sanit¨¤, como en tantos otros barrios de N¨¢poles, el Estado apenas existe. ¡°De los 70.000 vecinos¡±, explica el padre Alex Zanotelli, un misionero comboniano que vivi¨® muchos de sus 77 a?os en ?frica y que desde hace una d¨¦cada lucha por implicar a las instituciones en el rescate de la ciudad, ¡°el 70% est¨¢ en paro, no hay ninguna guarder¨ªa infantil, el ¨²nico instituto que existe es el segundo de Italia con m¨¢s fracaso escolar, la sanidad es un desastre y la polic¨ªa ni siquiera hace acto de presencia. Hace poco logr¨¦ convencer al jefe de la Polic¨ªa Local de que mandase una patrulla a pie para que al menos la gente cumpliera algunas normas. Me dijo que s¨ª pero con una condici¨®n. Que mandaran tambi¨¦n a dos agentes de los Carabinieri para escoltar a sus municipales. Como se puede imaginar, ni vinieron los municipales ni los carabinieri. La degradaci¨®n del barrio y la falta de futuro provocan que los j¨®venes vivan en la calle sin otra cosa que hacer que el trapicheo. Para muchos de ellos la ¨²nica salida, la ¨²nica cultura y la ¨²nica ley es la de la Camorra¡±.
La situaci¨®n que describe el padre Alex no es nueva ni exclusiva del barrio de La Sanit¨¤, pero nadie recuerda una guerra sin cuartel de tales proporciones, de pandillas de j¨®venes armados que, de pronto, a la luz del d¨ªa o en medio de la noche, se paran delante de una casa, un negocio, un grupo de gente reunida, y vac¨ªan sus cargadores como se?al de advertencia o tal vez solo de demostraci¨®n de poder. Aunque la polic¨ªa ha declinado ofrecer una versi¨®n oficial hasta que se aclare el caso de Genny, un veterano investigador traza un perfil del fen¨®meno. ¡°Yo creo¡±, explica a cambio de que su nombre no aparezca, ¡°que no se trata de camorristas, sino de gomorristas. M¨¢s que hijos de la Camorra, son hijos de la ficci¨®n, de la pel¨ªcula Gomorra, de la serie basada en el libro de Roberto Saviano. Imitan la forma de hablar, de vestirse, de comportarse de los mafiosos de la pantalla. Aunque es verdad que surgen de un vac¨ªo de poder ¡ªlos hist¨®ricos jefes de la mafia napolitana est¨¢n en prisi¨®n y a¨²n no hay sucesores claros que distribuyan el poder¡ª, estas paranzas [los grupos toman el nombre del peque?o plato napolitano de pescado frito] tienen un comportamiento muy distinto. El objetivo de la Camorra verdadera es hacer negocio sin hacer ruido. Solo disparan si es necesario. Estos de ahora son ni?atos, est¨²pidos, hacen ruido y no hacen negocio. Han crecido en un entorno criminal cuya ¨²nica salida era esa, ser un criminal¡±.
Junto al olivo enano de la plaza de la Sanit¨¤ a¨²n permanecen las gorras, las camisetas del N¨¢poles, los rosarios y los globos rojos en forma de coraz¨®n dedicados a la memoria de Genny. Algunos de sus amigos aciertan a resumir c¨®mo es la vida en el barrio: ¡°Un asco¡±. Luego se r¨ªen, arrancan sus ciclomotores y escapan a toda prisa. De tres en tres. Sin casco y por la acera.
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