Nadie podr¨ªa frenar a Trump
La decisi¨®n de lanzar un ataque nuclear debe ser tomada en pocos minutos y por una sola persona, el presidente de Estados Unidos
Si Donald Trump se despierta hoy a las tres de la madrugada y, en lugar de publicar un mensaje en Twitter, agarra el tel¨¦fono, llama al jefe del Pent¨¢gono y pone en marcha un ataque nuclear sobre Corea del Norte, nadie tiene autoridad para impedirlo. El procedimiento es r¨¢pido: Trump ojea un men¨² de posibles ofensivas recogidas en una cartulina, elige una y se comunica con el Centro de Mando Nacional del Ej¨¦rcito. Los militares, reunidos en la war room (habitaci¨®n de la guerra), verifican la identidad del presidente mediante unos c¨®digos y transmiten su orden a las tripulaciones a trav¨¦s de un mensaje encriptado. Tiene unos 150 caracteres, poco m¨¢s que un tuit.
Solo pasan cinco minutos desde que el presidente toma la decisi¨®n hasta que los misiles empiezan a atronar en sus dep¨®sitos y no m¨¢s de 15 hasta que los submarinos los disparan sin posibilidad de retroceso. La decisi¨®n de Trump en esta materia es l¨ªcita si determina que la naci¨®n est¨¢ amenazada y, si el secretario de Defensa se negase a cumplirla, el neoyorquino podr¨ªa dar la orden directamente a los jefes del Estado Mayor.
Ni el Tribunal Supremo ni las c¨¢maras legislativas, que tanto moldean los mandatos presidenciales y tanto han enmendado la plana a Trump, tienen nada que decir en esos minutos de crisis en los que el hombre m¨¢s poderoso del planeta ejerce como tal. Estados Unidos deja en manos del presidente de la naci¨®n la autoridad sobre el llamado bot¨®n nuclear, que, m¨¢s que un bot¨®n, es un malet¨ªn negro que le acompa?a a todas partes.
Esta concentraci¨®n de poder comenz¨® con la Ley de Energ¨ªa At¨®mica de 1946, durante la Administraci¨®n de Harry Truman. Acabada la II Guerra Mundial consensuaron que lanzar una bomba nuclear constitu¨ªa una decisi¨®n pol¨ªtica y no una mera t¨¢ctica militar. A?os despu¨¦s, temiendo ataques sovi¨¦ticos, Dwight D. Eisenhower cedi¨® algo de control al Pent¨¢gono para responder en casos de peligro en los que el presidente no pudiera dar luz verde (podr¨ªa haber muerto en un ataque ya en marcha, por ejemplo). Y John F. Kennedy, conmocionado por la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962, embrid¨® m¨¢s el proceso.
No existe el riesgo cero. En el a?o 1979 se roz¨® la cat¨¢strofe cuando una falsa alarma avis¨® del lanzamiento de misiles desde la Uni¨®n Sovi¨¦tica
¡°Cuando acab¨® aquello, Kennedy quer¨ªa despedir a dos altos mandos militares, aunque ech¨® solo a uno [George Anderson, jefe de operaciones Navales, fue nombrado embajador de Portugal] y su secretario de Defensa, Robert McNamara, llev¨® a cabo una amplia reforma para someter a toda la cadena de mando a una supervisi¨®n pol¨ªtica m¨¢s estrecha¡±, explica Bruce Blair, experto en armamento nuclear de la Universidad de Princeton que sirvi¨® en los 70 como Minuteman (reservista) de control de lanzamiento de misiles intercontinentales en el Ej¨¦rcito del Aire.
Octubre de 1962 muestra con dramatismo el poder de un presidente de Estados Unidos. Washington hab¨ªa descubierto las bases de misiles nucleares sovi¨¦ticas instaladas en Cuba y la tensi¨®n escal¨® hasta el punto de rozar la guerra nuclear. Las garant¨ªas que los generales daban sobre la superioridad militar americana no tranquilizaban a JFK. Este pregunt¨® cu¨¢ntos americanos morir¨ªan si uno de aquellos misiles tocaba tierra y le respondieron que 600.000. ¡°Ese es el total de bajas de toda la Guerra Civil¡±, replic¨® con espanto, seg¨²n relata Brothers in arms, un libro sobre el episodio.
Kennedy, como apunta Blair, lleg¨® a puentear a sus asesores: ¡°Se le ocurri¨® quitar nuestros misiles de Turqu¨ªa a cambio de que los sovi¨¦ticos retiraran los suyos de Cuba, pero lo mantuvo en secreto incluso ante sus principales consejeros hasta que se negoci¨® con ¨¦xito¡±.
Con esta crisis, Kennedy y Khrushchev se dieron cuenta de que sus v¨ªas de comunicaci¨®n eran muy pobres y vieron que las posibilidades de que haya errores por culpa de malentendidos son muy altas, seg¨²n explica Alex Wellerstein, historiador especializado armamento nuclear.
As¨ª naci¨® el famoso tel¨¦fono rojo y tambi¨¦n ese malet¨ªn negro que un militar lleva consigo y sigue a todos los presidentes desde JFK. Su interior contiene el men¨² con las distintas opciones de ofensiva at¨®mica, los c¨®digos necesarios para verificar que las ¨®rdenes vienen del presidente y una l¨ªnea de comunicaci¨®n directa y segura con los militares. Se le conoce popularmente como Nuclear Football porque, seg¨²n explic¨® en su d¨ªa McNamara, un primer plan de guerra se llamaba Dropkick y se activaba con la palabra Football.
El Nuclear Football pas¨® el 20 de enero de Barack Obama a Donald Trump. ¡°La iron¨ªa aqu¨ª es que la mayor¨ªa de estos esfuerzos para prevenir una guerra nuclear llevaron consigo recentralizar la autoridad en la presidencia de la naci¨®n, lo que ha resultado en la situaci¨®n que tenemos hoy, en la que el presidente parece la pieza m¨¢s d¨¦bil del sistema¡±, opina Wellerstein.
Un presidente necesita tanto aplomo para gestionar situaciones de crisis que, durante el Watergate, algunos altos asesores intentaron contener el poder del estresad¨ªsimo Richard Nixon. Cuenta Blair que, de forma discreta, el secretario de Defensa, James Schlesinger, pidi¨® al Pent¨¢gono que comprobaran dos veces con ¨¦l si les contactaba para atacar.
El procedimiento es complejo y secreto, pero lo que ha trascendido de ¨¦l revela la rapidez, ya que el tiempo para decidir la represalia a un misil enemigo es de tan solo unos minutos. Si el presidente se encuentra en Washington, celebrar¨¢ una reuni¨®n en Situation Room y, si est¨¢ de viaje, usar¨¢ una l¨ªnea segura para comunicarse con el Pent¨¢gono gracias al famoso malet¨ªn. Se producen varias consultas, en las que los asesores ofrecen su punto de vista, y que duran lo que el presidente decida, hasta que el Pent¨¢gono transmite la orden. Seg¨²n Blair, con el mensaje cifrado en la mano, las tripulaciones abren las cajas fuertes que contienen unos c¨®digos preparados por la Agencia de Seguridad Nacional y los distribuyen a las cadenas de mando. Estas verifican de nuevo y obedecen.
¡°Nadie puede bloquear la decisi¨®n del presidente. El secretario de Defensa puede quedarse al margen o ser ignorado y no tiene ning¨²n papel a la hora de validar la orden¡±, insiste el experto. Hay quien defiende un cambio de procedimiento, arguyendo que ning¨²n mandatario deber¨ªa poder ordenar unilateralmente un ataque nuclear.
No existe el riesgo cero. En el a?o 1979 se roz¨® la cat¨¢strofe. El secretario de Seguridad, Zbigniew Brzezinski, fallecido en mayo, recibi¨® una llamada de madrugada porque hab¨ªan llegado indicaciones de un ataque de misiles sovi¨¦ticos. Una segunda comunicaci¨®n le inform¨® de que los misiles ya iban de camino a Estados Unidos.
Brzezinski opt¨® por no despertar a su esposa, cuentan, porque prefer¨ªa que muriera sin darse cuenta de nada. Y, justo cuando estaba a punto de levantar el tel¨¦fono y despertar a Jimmy Carter, una tercera llamada cancel¨® la alarma. Se trataba de un error.
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